Cuando Luciana vio a Santiago salir del hospital lo abrazó con fuerza, ese hombre era su ancla. —¿Cómo te sientes? — le preguntó él mientras la abrazaba con fuerza. —Liberada, es como si el peso que tenía en mi espalda hubiera desaparecido. — Luciana aspiró el perfume de su hombre. —Estoy muy feliz por ti cariño, ya liberaste esas cadenas que tenías del pasado y ahora empieza una nueva historia a mi lado por el resto de tu vida — Luciana lo miró con una gran sonrisa. Santiago la contempló por un momento, estaba tan enamorado de ella, que por un momento se puso en los zapatos de Diego y el solo pensar en que ella lo dejaba de amar y se iba con otro lo desesperaba, no sabía cómo Diego la había dejado ir, aunque el amor también era dejar libre a la persona que se ama, él realmente era un buen hombre.—A tu lado por toda la eternidad cariño mío — Santiago sonrió y besó su nariz. —Te amo — dijo sincero. —Y yo a ti, cariño. Vamos a casa, quiero ver a mi hija, ¿Por qué la enviaron con J
En la noche del día siguiente, Luciana se estaba despidiendo de su hija que se encontraba con Camille. —¿De verdad quieres quedarte? — Luciana no le gustaba estar dejando a su hija a cada rato, no había llegado a la vida de la niña para quitarle a su padre, sino para estar presente en su vida y ser una gran madre. —Sí mamá, de verdad, no pasa nada, yo los alcanzaré mañana por la tarde — Luciana abrazó a su hija con amor y pertenencia. —De acuerdo, pórtate bien, te amo — Luciana besó la frente de su hija, quién luego se despidió de su padre. Santiago le abrió la puerta a Luciana quién no sabía con exactitud para dónde iban. —Amor, esta noche iremos a un hotel, mañana temprano iremos a dónde quiero realmente llegar. — Luciana asintió al oírlo, sí así empezaba su sorpresa entonces ella aceptaría. —A ti cómo que te gusta dar sorpresas ¿No? — Santiago sonrió ante el comentario de su mujer. —En realidad amo darte sorpresas a ti y a Emily, te juro que ya sé, que ese es mi propósito en
Luciana no podía ocultar que estaba realmente nerviosa, no porque no confiara en Santiago, no, sino porque la ansiedad de saber que iba a pasar le ganaba. Sólo ese hombre podía hacer que sintiera tantas emociones tan fuertes—¿Te has dormido? — preguntó divertido al verla tan callada, ella también rió al oírlo y negó con la cabeza. —No, pero si estoy muy ansiosa, quiero saber ya, para dónde vamos exactamente, ya que si me has vendado los ojos es porque conozco el lugar, y me estoy matando en tratar de adivinar ya que hemos ido a muchos lugares, Santiago se carcajeó al oírla, él había decido irse por otro lado. —Jajaja, no te preocupes cariño, relájate, piensa en cosas bonitas, además déjame decirte que cuando lleguemos también tendrás que estar con los ojos vendados. — Luciana frunció el ceño y se cruzó de brazos. —¿Pero por qué? No es justo. —Por qué es parte de la sorpresa, ya relájate, es más voy a ponerte música. — Y así fue, Santiago le puso música que a ella le gustaba, pron
Santiago y Luciana estaban desesperados uno por el otro, él la besaba con desesperación, amaba sus labios, y ella le correspondía, Luciana se acomodó perfectamente entre las piernas de él y sus sexos se están tocando y eso los excitaba y hacía que se pusiera duro, ella lo nota porque suelta un gemido en la boca de Santiago. —¡Si no quieres que siga será mejor detenernos!, ¡porque sino no habrá vuelta atrás! — Santiago sabía que ella debía alimentarse, aunque ya hubieran comido algo no había cenado como debía y él podía esperar ya que había dado órdenes de que en la habitación tuviera alimentos. Pero aún así, se moría por hacerla suya, por hacerle el amor como nunca nadie se lo ha hecho, él siempre quería dejar una marca diferente en su ahora esposa. —¡Y quién ha dicho que quiero detenerme! No tengo hambre cariño, te lo juro. —Te deseo Luciana, deseo hacerte el amor, deseo hacerte mía.—Adelante, mi amor yo no te voy a detener.Y esas palabra son su detonante, la apretó fuertemente
Cuando Luciana abrió sus ojos, vio la enorme sonrisa de Santiago que tenía su mirada en ella. —Muy buenos días esposa mía — le dijo con todo el amor del mundo y la felicidad a punto de estallarle en el pecho. —Buenos días mi amor — respondió aún adormilada, pero con una gran sonrisa.—Estoy tan feliz de que seas mi esposa, gracias por haber llegado a mi vida. — Luciana lo abrazó y lo pegó a ella. —Te amo — Santiago estaba encantado con su esposa, por lo que no dudó un segundo en besar y así profesar todo el amor del mundo. —Desearía volver hacerte el amor, pero debemos irnos — fue en ese instante que Luviana notó que su marido estaba bañado y mudado. —¿A dónde vamos? —Primero a Canadá y luego a Londres, iremos a ver nuestros nuevos hogares, Camille y Emily ya están listas, vine a despertarte para que te fueras a bañar y así desayunar todos juntos. —Pero, no he hecho maletas. — Santiago sonrió con autosuficiencia. —Todo lo tengo listo cariño, incluso te dejé la ropa que puedes
Cuando llegaron al aeropuerto, ya Andrés se encontraba ahí, al igual que Daniels, ambos hombres estaban en lados opuestos del avión, cuando Andrés vio llegar a Camille, no pudo quitar su mirada de ella. Mientras que ella sólo lo miró por un momento y luego se fue directamente dónde Daniels, quién la recibió con una gran sonrisa. Para Andrés eso era como una puñalada en el estómago. —Tranquilo, verás que algún día todo pasará y serán muy felices — Andrés se giró a Luciana quién lo mira con una sonrisa, detrás de ella estaba Santiago quién traía a la pequeña Emily en brazos, ellos también lo miraban sonrientes y no pudo evitar ponerse algo incómodo. —Yo no he dicho nada — dijo Santiago al darse cuenta que Luciana sabía algo, su mujer se giró a mirarlo con los ojos entrecerrados. —Debería mandarte a dormír al sillón — Santiago la miró sorprendido. — Y no, mi amado esposo no me ha dicho nada, yo me he dado cuenta, y lo sabes Andrés — él asintió, ya que había visto en varias ocasiones
En cuánto llegaron a Canadá, ya los esperaban tres camionetas de lujo que los llevarían directamente al hotel Four Seasons en Toronto, cuando llegaron al hotel decidieron todos ir a descansar por un rato. La habitación de Santiago y Luciana era una suite doble, dónde también tenía una habitación para Emily, que había dormido en todo el vuelo, aún lado de ellos, estaba Irina y Saúl, al otro lado se encontraba Camille y Daniels y al lado de ellos un celoso Andrés, no podía soportar qué la mujer que amaba estuviera encerrada con un hombre que no fuera él. En la primera habitación, Santiago abrazaba a Luciana, mientras miraban la ciudad de Toronto desde el balcón. —¿En qué piensas? — preguntó él besando su cabeza. —Está ciudad es hermosa, me gusta. —¿Nunca habías venido? — ella suspiró con tristeza. —Sí, pero no la vi de esta manera, en ese entonces estaba aislada del mundo. —Bueno, me alegro de que ahora veas el mundo diferente. Dentro de un rato iremos a ver dos casas, en la noch
Luciana se veía al espejo, su cabello lo llevaba suelto su vestido era negro, largo con la espalda descubierta, llevaba unos zapatos de tacón altos, aunque a Santiago no le gustaba, decía que podía caerse, pero ella estaba muy acostumbrada, los usarías hasta que sus pies se hincharan su vientre se empezaba a notar y a ella le encantaba. En ese momento entró Santiago con su esmoquin y Luciana sintió como su corazón empezó a latir muy deprisa, se veía increíblemente atractivo. —Te ves realmente hermosa — Luciana se acercó a él. —Tú te ves, perfecto — Santiago sonrió al oírla y luego la besó. —¿Ya estás lista? Emily bajó con Camille — Luciana había ayudado a su hija a ponerla hermosa, una vez la niña estuvo lista, había ido a alistarse ella. — Sí, estoy lista mi amor — Santiago volvió a besarla y luego salieron de la habitación tomados de la mano y una gran sonrisa. Cuando llegaron al vestíbulo todos estaban vestidos tan elegantes que las personas a su alrededor los miraban, Andrés