Ha partir de aquí, los capítulos serán actualizados todos los LUNES, MIERCOLES Y SABADOS. Sigue disfrutando de esta historia. Pronto: COMPLÁCEME Y DESTRÚYEME.
—¿Quieres hablar con Emma? Asiento. La sorpresa en su rostro es cómica. —¿Y a espaldas de la Reina? Vuelvo a asentir. —Gian, promete que me permitirás hablar con ella y a cambio… —Harás lo que yo desee. —Por una hora me tendrás para ti, es todo lo que puedo ofrecerte —es mejor dejar todo en claro o podría pasar lo mismo de antes, que él se haga el desentendido y vuelva a verme la cara de estúpida—. Déjame hablar con ella una hora, solo eso. —No. Su respuesta es dura y seca. —¿Qué, por qué no? Cierra los ojos nuevamente y se desparrama cómodamente en la silla. —No me parece un buen trato. Dejarte hablar con Emma supone un riesgo para la familia, ni siquiera Silvana habla con ella tanto tiempo. Es peligroso. ¿Qué tan ingenua cree que soy? Puede que sea peligroso, pero conozco a Gian y sé que sus motivos para negarse
—Joder, que bien se siente. La sensación de su pene dentro de mi boca es extraña, siento el glande y el sabor a líquido preseminal en la lengua. Quiero que se corra lo más rápido posible. Entre más rápido termine, más rápido podré irme. Pero, ¿querer irme es lo que realmente provoca esa extraña sensación de impaciencia en mi bajo vientre? ¿Por qué no encuentro esto tan desagradable como creí? Es más, mi corazón ha comenzado a martillear contra mi pecho. Abro los ojos, me saco su sexo de la boca y lo tomo desde la base con una mano, empiezo a subir y bajar. Gian echa la cabeza atrás y con la mano que me sujeta de la nuca, me obliga a inclinarme. —Haz un buen trabajo —jadea masajeando uno de mis senos con la mano libre. Me llevo su miembro de nuevo a la boca y empiezo a chuparlo al tiempo que trabajo con la mano. Gian levanta las caderas y me mete su sexo hasta la garganta, inevitablemente me retuerzo y tengo que cerrar los ojos para concentrarme en el
La ginecóloga llega por la tarde y Fanny la invita a pasar hasta mi habitación. Gian ha salido del palacio con su padre para reunirse en una asamblea con algunos tipos influyentes de Laured; me sorprende que no haya olvidado su promesa de anoche entre tantos compromisos. La ginecóloga no viene sola, trae con ella a todo un séquito, y el séquito trae un montón de pequeños estuches de todos los tamaños. Parecen creer que estoy gravemente enferma. —Disculpa —digo a la ginecóloga—, únicamente quiero una prueba de embarazo. La mujer y su séquito se inclinan en una muy coordinada reverencia. —Un placer conocerla, Alteza —saluda y todos se yerguen. Hacen que me sienta cohibida—. Y precisamente estamos aquí para confirmar su embarazo. ¡Felicidades! ¿Confirmar, qué? Pálida cómo una hoja busco la mirada de Fanny, la encuentro en un rincón casi doblándose de risa. —Creo… creo que es un malentendido —balbuceo con la cara roja—. Yo no creo estar embarazada, y quiero confirmar que no. Por eso p
Es increíble la facilidad con la que el cuerpo pierde condición, antes era tan ligera como una pluma, una chica que iba a todos lados sin soltar un sólo jadeo. En cambio, ahora, después de un par de meses sin hacer otra cosa que caminar entre nobles y mostrarme como una de ellos, me he vuelto completamente inútil. Y esto queda claro cuando el enorme brazo de Silas me arroja de espaldas al suelo con la fuerza suficiente para dejarme sin aire. Las doncellas lanzan exclamaciones asustadas mientras yo parpadeo varias veces, intentando no desmayarme. —Ni siquiera cuando llegaste hace 6 años eras tan débil, ¿Qué le pasó a la fiera chica que no dubaba en larzarme mortales ataques?—dice con burla, tendiéndome una enorme mano morena. Silas es el jefe de la guardia real, es fuerte e implacable, también arrogante. —Sinceramente, Kohana, yo no creí que volverías aquí. Verte es toda una novedad —añade Nadir, la novia de Silas y la líder del Servicio Secreto (los agentes de seguridad que resguar
Giro el rostro y lo veo. Está recostado contra la puerta, mirándome como siempre: sin sonreír y sin pizca de humor. Por un eterno segundo sólo nos miramos fijamente, después Gian asiente y todos en la habitación se inclinan en una profunda reverencia. Frunzo la boca y cruzo los brazos sobre el pecho. Los miembros de la familia real jamás han pisado el edificio de entrenamiento. Sobra decir que estoy sorprendida e intrigada por la repentina presencia del heredero al trono. —Salgan. La orden es baja, pero tan clara que todos se apresuran a abandonar la sala, incluido el fuerte jefe Silas. Cuando la última doncella sale, Gian cierra las puertas y corre el pestillo. Después se me acerca muy despacio. —Jamás te había visto con ropa deportiva —musita recorriendo mi cuerpo de arriba a abajo con esa mirada lasciva propia de él—. Debo decir que te queda muy bien, es tan ajustada que es como una segunda piel. El Príncipe viste un saco color vino sobre una sencilla camisa gris, y pantalones
Es alta, es rubia, es delgada e imposiblemente hermosa. Viste un precioso vestido rojo granate de tirantes gruesos y cuello recto; la vaporosa falda en pliegues llega hasta las rodillas, donde unos delicados zapatos altos color dorado terminan el conjunto. Es un vestido sencillo que raya la simpleza, pero en su piel cremosa se ve despampanante. Todo en ella grita que pertenece a la familia real, desde su recta y delicada postura, hasta los sutiles movimientos delicados de sus manos.Fanny puede esforzarse en hacerme lucir hermosa y yo puedo romperme los pies tratando de caminar entre velas sin apagar ninguna, pero al final nuestros esfuerzos palidecen ante una verdadera chica aristocráta. Somos extremadamente ridículas.Mi invitada no se percata de mi presencia hasta que los flashes de los camarógrafos empiezan a cegarme. Entonces gracilmente se gira en mi dirección.—Alteza —me saluda con una reverencia poco profunda, señal de su elevada posición entre los nobles.Hasta ahora sólo ha
Debería decir lo que quiere oír Lady Kim: una disculpa por usurpar su soñada posición.Pero no puedo hacer eso, no cuando me ha humillado y enfurecido. En otras circunstancias no defendería mi relación con Gian, sin embargo, no puedo dejar que las mascotas de la Reina jueguen conmigo.—¿Sabes algo?Inquiero acercando los labios a su oído, disfrutando su asustado estremecimiento. Porque, aunque no lo quiera, yo soy una Princesa y, por lo tanto, estoy muy por encima suyo.—No importa que creas que mi matrimonio es falso o forzado, porque la verdad, las sábanas en mis habitaciones dicen todo lo contrario. Tampoco importa tu pasado con Su Excelencia, porqué, ahora es a mí a quién complace, y solo a mí, ¿lo sabías?La siento temblar de ira. Sonrío ampliamente.—Lady Kim, el hombre para el que naciste, la razón por la que fuiste concebida, nunca te perteneció a ti, sino a mí. Él es mío. Y así será siempre.Me alejo lo suficiente para ver el efecto de mis palabras, el cual es favorecedor, su
Jamás me he puesto a contar la cantidad de sirvientes que hay en De Silvanus, pero creo que debería hacerlo para matar el rato, parece ser un buen ejercicio. Una fila de chicas vestidas con suaves uniformes color pastel entran al comedor en una muy coordinada fila, todas se ven iguales, sus peinados y estatura son iguales, además, todas traen una bandeja en la palma derecha. La primera de la fila hace una complicada reverencia y tiende la bandeja sin llegar a depositarla en la mesa. —No estoy muy segura… —la Reina mira el plato y hace una mueca—. No, mejor no. El siguiente. La primera chica se va con todo y bandeja, y rápidamente la joven detrás se apresura a repetir el mismo procedimiento. La Reina mira lo que parece ser un simple plato de fruta bañada en alguna especie de salsa roja, acerca la nariz con delicadeza y huele el contenido. —Mejor. Por favor, sírvele a la Princesa. Que bien, hace media hora que bajé a desayunar y hasta ahora no he probado bocado. Sin embargo, la chica