Marco condujo a la mayor velocidad que le permitía las leyes de tránsito, estaba ansioso por estar con Hebe, desde que prácticamente cumplió los diecisiete, comenzó a marcar en un calendario los días que iban pasando, esperó con ansiedad ese momento. Debió dejar ir a sus padres y demás familiares a Atenas antes, para que no supieran de sus planes y así pudieran poder presentarse ante Hebe sin mentiras y no ser descubiertos, porque ella era muy perceptiva.Los únicos que conocían la verdad eran su hermano y cuñada, fueron sus cómplices porque después de todo se trataba de su gemelo y su futura esposa, no tenía ningún secreto para con ellos, eran las personas que más lo conocían, incluso más de lo que se conocía él mismo.Llegó al estacionamiento del apartamento de su hermano Diego, en el cual vivió mientras estuvo en Atenas, abrió la guantera del auto y sacó una venda que había guardado allí, por asesoría de Anaís.—Hebe, tengo una sorpresa para ti… luego de subir en el ascensor cuando
Dos meses después La emblemática Catedral Metropolitana Santuario Nacional de San José, caracterizada por estar diseñado con una arquitectura neoclásica y barroco, se engalanó para celebrar una boda doble, la de los hermanos Estebans Ontiveros, ambos nerviosos esperaban en el altar a las dos hermosas mujeres que había robado su corazón, Diego, por su parte sentía que el cuello de su camisa se apretaba más y a Marco, no le iba mejor, sus manos sudaban de forma copiosa, sin embargo, eso no impedía que cada uno se burlara del otro. —Marco, estoy recordando que tú y yo tenemos una apuesta, en esa oportunidad, te dije que si entre ocho a diez años te llegabas a casar con Hebe debes darme lo que te pida, si, por el contrario, pasaba ese tiempo y no te casabas con ella, yo te daría lo que me pidieras ¿Y qué crees? Te estás casando. Como has perdido debes cumplir tu apuesta. Mi petición no tiene límites, debes darme lo que sea, por ahora debes pagar el costo de la boda, el viaje de mi luna
La fiesta estaba en pleno apogeo en los jardines de la casa Estebans Ontiveros, cuando Diego decidió escaparse con su esposa, pero antes de poder llegar al autor sin ser visto, los interceptó su hermano Marco y Hebe.—Así que se piensan escapar, eres un pasado hermano, hicimos un trato de que nos casaríamos el mismo día y estaríamos la primera vez con nuestras esposas —pronunció Marcos, arrepintiéndose luego de que sus palabras escaparon de su boca, al darse cuenta de que su hermano lo veía acusadoramente.—¿En serio hermano estás diciéndome eso? Yo no pensaba decirte nada, porque bueno, comprendí que estuvieras ansioso porque esperaste a Hebe por mucho tiempo. Ya sé que estuvieron en Atenas, en mi apartamento, el vino que se sirvieron y hasta… —Anaís le puso la mano a su esposo en el brazo para que no siguiera hablando y este se quedó callado. Marco lo miró extrañado sin comprender, por un momento su rostro se tiñó de un leve carmesí.—¿Cómo sabes eso? —interrogó el joven, antes de
Anaís no pudo evitar el estremecimiento de su cuerpo ante el contacto de las manos de Diego sobre su piel, se sentía como en una especie de burbuja flotando, él delineó su rostro, acariciándolo muy cerca, aunque sin tocarlo, su leve contacto creaba como una especie de campo magnético, haciendo erizar su piel. —¡Eres hermosa! Eres lo que siempre esperé, eres mi otra mitad, mi luz en las noches oscuras, mi oasis en el desierto, mi abrigo en las noches frías, mi agua fresca cuando estoy sediento, el alimento que me sacias, mi rayito de sol, que me calienta en el invierno —susurraba con voz ronca. —Y tú lo eres todo para mí, eres mi aliento cuando las fuerzas se agotan, mi brújula cuando estoy perdida, eres mi equilibrio, mi cordura, mi amor —pronunció ella, cerrando los ojos, mientras las manos del hombre la acariciaban con ternura. Diego sacó la punta de la lengua y delineó sus labios, ella sintió su cuerpo en llamas, sobre todo en ese ardiente rincón de su cuerpo, lo sintió palpitar,
Un año despuésLos cuatro chicos observaban a sus padres sentados en el jardín, rodeados de los nietos, de su hijo menor y de sus abuelos, Eugenia y Marcos. Un par de meses antes murió su abuela Emilia, la madre de su abuelo, la cacatúa como la llamaba su madre, sin embargo, los últimos años de su vida fueron apacibles, después de todo tenía ciento cuatro años al momento de su muerte, estaba lucida, porque pese a que sus extremidades ya no le funcionaban del todo bien, la lengua, era un músculo que nunca dejó de hacerlo.—Es increíble como ha pasado el tiempo, como ha cambiado nuestras vidas —dijo una nostálgica Lía.Con su mirada, la chica fue recorriendo a cada uno de los presentes, el primero en ver, fue a su hijo mayor corriendo detrás de su hermano y de los mellizos de Bianca, una niña y un niño, atrás Zeus y Evan sonriendo con las travesuras de sus hijos. A un lado de sus padres, sus cuñadas Diana, Anaís y Hebe, conversaban animadas amamantando a sus pequeños de tan solo tres me
Quince años despuésMarcos miraba a los ojos de su esposa llenos de amor, mientras contaba otro poco más de la historia familiar.—Los fantásticos, se convirtieron en hombres y mujeres maravillosos, conocieron el verdadero significado del amor, se aprendieron a amar incondicionalmente, ellos son una unidad fuerte, resistentes, semejante a una soga doblada en cuatro partes, que mientras se mantengan juntas nadie puede romper, son como ramas fuertemente compenetradas unidas al mismo árbol y a unas mismas raíces, con un solo corazón, una sola alma y un solo sentir, para ellos el dolor, el sufrimiento y la felicidad de uno de ellos o de los suyos es el de los otros y es así la verdadera familia, soporta los problemas y los resuelve juntos y en los momentos de felicidad se ríe y celebra juntos, Estoy orgulloso de haber creado junto con mi amada esposa, mi Lía, mi cabra loca, esta nueva generación de Estebans —pronunció el hombre con un suspiro.Los cuatrillizos llegaron y vieron a sus pa
Lía Ontiveros, revisó las cuentas una y otra vez, como si en el fondo de su ser esperara que un gran milagro sucediera o hubiese estado equivocada, mas no era así, todo estaba claro, no existía otra interpretación, estaba en la bancarrota, porque sus padres le dejaron una deuda millonaria y ni siquiera los bienes heredados, podrían alcanzar para enfrentar a las deudas con los acreedores.Suspiró con impotencia, levantándose del roído sillón con mucha más fuerza de la que pretendía, logrando que debido al impulso empleado, el asiento haya caído hacia atrás haciendo un estrepitosos ruido al golpear el metal, con el reluciente piso de madera, sin embargo, ella hizo caso omiso, ni siquiera se molestó en recogerlo, estaba demasiado deprimida y con pocas energías para hacerlo.Comenzó a caminar de un lado a otro, al mismo tiempo llevaba sus manos a los cabellos en un gesto de desesperación, mientras pensaba en una solución que le permitiera no solo pagar las
Lía se quedó viéndolo por un par de segundos, totalmente sorprendida por sus palabras, no podía creer como siendo tan atractivo podía expresarse de esa manera tan déspota, eso la impresionó al punto de quedarse por un momento abstraída, sin emitir ningún sonido, hasta ver la expresión despectiva en el rostro del hombre. —Lo siento señor, venía distraída viendo el lujoso edificio y no me di cuenta de su presencia, pero puede darme su camisa y su saco, no tengo problema en mandársela a lavar —manifestó, tratando de ser amable y esbozando una sonrisa con la cual esperaba apaciguar la irritación del hombre, provocada por haberle ensuciado la ropa. No obstante, no se esperó la actitud del hombre, quien la miró de pies a cabeza con desprecio como si ella estuviese loca, y sin mediar ninguna palabra se giró, dejándola sola como si se tratara de alguien insignificante, con la cual no iba a perder tiempo prestándole atención; esa actitud de prepotencia desagradó a Lía, quien