Diana sintió sus palabras como si le hubiesen dado un par de bofetadas, incluso sus ojos ardieron producto de las lágrimas que trataba de contener al sentirse ofendida por las palabras del hombre, sobre todo porque al conocerse pensó que ella le agradaba, al parecer se equivocó.
Se giró retirándose de su lado, sin hacer ningún comentario por sus palabras, estaba tan aturdida por su ataque, que no se dio cuenta cuando uno de los hombres presentes se le acercó, la tomó por la cintura y la apretó contra su cuerpo, por un momento ella no tuvo ninguna resistencia, Miguel vio la escena y se apartó mirando con desprecio lo sucedido.
Cuando el joven se había retirado un poco de ellos, fue que Diana se dio cuenta de las intenciones del hombre que la mantenía abrazada, lo empujó para apartarlo, mas este se resistió, la tomó por los cabellos y la halaba hacia su rostro
Lía sentía su corazón comprimido, no era una chica de estar lamiéndose las heridas, ni de atarse al pasado, tampoco de aquellas de quienes se echarían a morir porque las cosas le dolieran mucho, lo más que la había conmovido en la vida fue la enfermedad de su hermana Bianca, pero del resto no era de demostrar sus sentimientos cuando estos eran contrario a la alegría, cuando se sentía herida trataba de no demostrarlos manteniéndolos bajo control. Sin embargo, Zeus había sido un caso de excepción en su vida, a pesar de no haberlo visto desde esa vez cuando terminó su relación con él sin ninguna razón aparente, más la verdad fue que tuvo miedo, porque se dio cuenta de que su vida empezó a girar en torno a él, se le volvió demasiado imprescindible, al punto de no dejar de pensarlo, además, le causaba angustia tenerlo lejos, verlo ir y venir la hacía sentir un poco frustrada e incluso insegura, miles de veces durante el día se preguntaba que estaría haciendo. Además, no q
Zeus aprovechó su hora de almuerzo y comenzó a revisar las redes sociales de Lía, lo hacía utilizando otro perfil para no ser descubierto, se prometió que esa sería la última vez que lo hiciera y más ahora cuando la noche anterior terminó comprometiéndose con Fedora Cosse, buscó su historia y leyó la frase «La mayor declaración de amor es la que no se hace».Enseguida tecleó otra frase en la suya, en respuesta a la de ella «No existe nada más interesante que la conversación de dos amantes que permanecen callados», mordió su labio inferior mientras lo enviaba, se pasó la mano por la cabeza con una expresión de inquietud.—¿Qué estás haciendo Zeus? Esa frase no tiene nada que ver contigo, no te hagas ilusiones… ella te sacó de su vida porque no te quería lo suficiente… pasa la página y ya —se dijo molesto, haciendo una mueca de disgusto y tirando su teléfono en el sofá de la oficina, justo en el momento cuando estaba entrando su padre.El hombre frunció el ceño al ver la expr
Diana lo escuchó disculparse, pero no giró su vista para verlo, entretanto no podía controlar las lágrimas que rodaron por su rostro como si fueran cascadas de aguas desbordándose en plena temporada de lluvias. Miguel se sentía miserable, por su culpa la habían lastimado de esa manera, le dolía como le dejaron su hermoso rostro, solo resaltaban los grandes moretones y lo hinchado de sus mejillas. No podía aplacar el remordimiento en su interior, después de todo, resultó tan cobarde como su padre aunque no haya sido él directamente quien la hirió, propició todo eso. —Diana, por favor… lo siento. Volvió a disculparse y caminó hacia donde ella tenía el rostro, la chica hizo intento de girarse, pero él la tomó con suavidad, ella lo miró de manera acusatoria; por varios segundos sus ojos se encontraron, Miguel acarició su rostro con suma delicadeza, fue como sentir el contacto de un leve aleteo de mariposa. —De verdad lo siento… yo estaba… —no pudo continu
—¡Anaís! —fueron las primeras palabras que pronunció Diego, apenas logró recuperar el aliento después de haberse atragantado.Ella lo miró con una expresión indiferente, al mismo tiempo que apartaba su rostro a un lado, dando la impresión que no lo quería ver, aunque la verdad era todo lo contrario, no le importaría pasar todo el día viéndolo, no obstante, escucharlo decir que era el novio de Diana, causó un profundo pesar en su corazón.—Anaís, respóndeme… te estoy saludando —repitió el chico en tono suplicante, sin dejar de verla.Al final a ella no le quedó otra opción, sino girar su vista hacia él y esa fue su perdición, porque todo de ese hombre le atraía y su cuerpo reaccionaba como el hierro ante un imán, observar sus ojos brillando de la emoción, le producía un vuelco en el estómago.Él se acercó lentamente, le provocaba abrazarla y no soltarla nunca más, su corazón palpitaba enloquecido en su pecho como una locomotora descarrilada, la habitación se llenó como un
Evan apenas vio salir a Anaís, entró a la habitación de su hermana junto con Bianca, sus semblantes eran de preocupación.—¿Qué pasó Diana? ¿Por qué Anaís salió de esa manera? ¿Qué le dijiste? Te conozco y sé que no tienes llagas en la lengua para decirles las cosas a las personas en la cara. —expuso su hermano preocupado.—Ah, bueno, ya sabes cómo soy… tú me conoces hermanito, opino que a la gente debe decírsele la verdad por muy dura que sea, y dársele unas sacudidas de vez en cuando si se niegan a reaccionar por las buenas. Diego es mi amigo y me consta todo lo que ha sufrido separado de sus hermanos. Fueron numerosas las veces que lo encontré tirado en su habitación, llorando por no estar con su gemelo y sus mellizas, con sus padres. El día de su cumpleaños, siempre se encerraba y se acostab
Marco miraba de uno a otro, sin embargo, ninguno de los dos se atrevió a pronunciar palabra, parecía como si hubiesen quedado mudos, fue Anaís quien terminó rompiendo el silencio. —Marco, yo te diré la verdad, mira… —antes de poder terminar su frase, Miguel la interrumpió. —Tranquila Anaís, seré yo quien le diga lo sucedido a Marco, Diego estaba discutiendo conmigo por lo que le pasó a Diana… me estaba reclamando por haberla acusado y obligándome a qué me fuera de la clínica, Anaís nos siguió y me recriminó, ambos terminamos gritándole diciendo que no se metiera y después golpeándonos entre nosotros —terminó de decir Miguel con aparente tranquilidad. Marco no dijo nada, su expresión era inescrutable, no revelaba ninguno de sus pensamientos, por lo cual no se podía determinar si les había creído o no, aunque ambos dieron por sentado que les creyó. Por unos segundos, Marco se quedó pensativo, hasta dirigir su mirada a Diego. —Miguel, Anaís, por favor, d
—¡No protestes! Si hubieses ido a tu casa supieras lo que está sucediendo —explicó Marco con tranquilidad—. Mamá y papá están pasando por el peor momento de su matrimonio.—¡No te creo! Esos viven peleando y al final se reconcilian, esa es la parte que más les gusta. Ya verás como en unas horas parecen siameses.—Esta vez es real Diego, tienen más de doce horas sin tratarse —explicó Marco y una expresión de preocupación se dibujó en Diego.—¿No se estarán viendo a escondidas? Para asustarlos a ustedes —alegó Diego sin poder creer en las palabras de su hermano, porque ese hecho le parecía imposible.—Esta vez, no creo hermano, las cosas no están fáciles, papá durmió en el despacho porque mamá le pasó el seguro a la puerta y no lo dejó entrar
Lía suspiró ante la pregunta de Diego, vio la preocupación en sus ojos y notó algo más, aunque lo observó fijamente por unos segundos, no logró dilucidar la razón.—Diego, yo te contaré sobre lo que pienso y siento respectó a la situación de tu papá y yo, si tú me cuentas las tuyas.Sus palabras sorprendieron a Diego, quien esta vez rodeó la habitación con los ojos como si estuviera buscando algo, Lía no sabía si se debía a una forma de evadir la conversación con ella, o si efectivamente estaba buscando algo en su dormitorio. Después de unos segundos, no supo cuánto, él la miró a los ojos con una expresión de angustia.—¿Qué quieres saber de mi mamá? —interrogó mientras llevaba una mano hasta su nuca y se acariciaba con un gesto de desesperación.—Nunca hemos podido hablar bien por diferentes circunstancias, yo soy tu madre y te amo, quiero lo mejor para ti. No entiendo por qué no confías en mí para contarme tus cosas —lo recriminó su madre.—Mamá, ¿Cómo vas a decir q