Había vuelto a colocar mi antiguo número por costumbre, por lo que no me pareció extraño que el número en el identificador me resultara familiar. Tomé el aparato y, al contestar, reconocí que se trataba de Javier, quien me saludó con un simple: —Hola, ¿cómo estás?Mi cuerpo se tensó de inmediato. Me sentí extraña hablando con él, como si hubiera sido una traidora malagradecida. Una persona que no había sabido valorar a quienes realmente habían estado a su lado y una que los abandonaba a la primera oportunidad.—Maite —su voz sonó seria—, te vi. —¿Qué? —El escándalo de que le has quitado el prometido a tu gemela está en todos los noticieros de chismes. No se habla de otra cosa.Cerré los ojos, sintiendo una punzada en el pecho. Sabía que ese escándalo me afectaría bastante, pero ¿De qué otro modo habría podido darle su merecido a Marina?—Ha sido por estar a su lado que me alejaste de ustedes —continuó con un tono que me dejó helada.Solté el tenedor sobre el plato, sin ganas de segui
Narrador omnisciente:**Cinco minutos antes** Javier se puso de pie de golpe con incredulidad, al ver a Aris cruzar la puerta del juzgado, siendo escoltados escoltado por varios de sus guardias personales. Su mera presencia era una bofetada de realidad que lo descolocó. Sin pensar, se interpuso en su camino, extendiendo una mano firme contra el pecho de Aris para detenerlo. —¿Qué haces aquí? —espetó desdén. Aris apenas lo miró, con la superioridad de quien observa a un insecto molesto. Ni siquiera se inmutó cuando le sujetó la muñeca y, con un gesto de puro desprecio, apartó su mano de su pecho como si fuera polvo intrascendente. —No tengo por qué responderte esa pregunta. Tengo más derecho que tú a estar aquí, ¿no lo crees? Javier sintió que su orgullo se encendía, pero no dejó que su enojo lo dominara. En cambio, alzó el mentón con una expresión desafiante. —¿Más derecho que yo? Lo dudo. Estoy aquí apoyando a la mujer que amo, ayudándola a mantener a su lado a los niños
Continuación:El silencio se extendió como una losa de mármol. Maite sintió que la cabeza le daba vueltas. Apenas si había escuchado la pregunta la primera vez. Tuvo que escucharla de nuevo para reaccionar. —Sí… sí —murmuró con la voz temblorosa antes de aclararse la garganta—. Aris Greco es el padre biológico. Como mi abogado le explicó, mi matrimonio con Leonardo Ricci fue un acuerdo económico llevado a cabo por mi madre y su esposo. Por eso quiero el divorcio. El juez asintió con gravedad. —Debe solicitar un juicio aparte para la disolución del matrimonio. En esta audiencia solo se decidirá la custodia de los menores. Debido a los nuevos elementos presentados, este caso se declara complejo. El señor Greco deberá presentar formalmente su solicitud de derechos sobre los niños. El impacto en la sala fue inmediato. Marina salió hecha una furia, con la piel cetrina de la rabia contenida, y Leonardo iba tras ella, visiblemente avergonzado, derrotado después de haber mentido tan
Narrador omnisciente.—¿Por qué ese idiota siempre debe estar a tu lado? ¿Te gusta tanto? ¿Es por él que quieres divorciarte del inútil de Leonardo? — disparó con furia, mientras sus ojos se clavaban en los de ella, como si quisiera arrancarle la verdad a la fuerza.Maite soltó una risa irónica, sin poder asimilar que Aris estaba celoso y no furioso por el asunto de los niños. Pero su risa, lejos de calmarlo, encendió aún más su enojo, ya que sintió su orgullo herido y la interpretó como una burla.—Eres un…— Maite se mordió la lengua para no soltar el insulto que pasó por su cabeza. En su interior, una punzada de miedo se clavó al no saber qué actitud tomaría Aris si, en su enojo, decidía pelear por la custodia de los niños.Respiró hondo antes de responder: —Si lo quisiera, estaría a su lado, ¿no crees?El semblante de Aris cambió de repente. Aunque su expresión no se suavizó por completo, algo en sus ojos se transformó.—¿Esto… quiere decir que me quieres a mí? —preguntó alzando u
Continuación del flashback.Nikos, que había escuchado todo, lo miraba incrédulo.—Aris…Pero Aris no podía escuchar razones. Pateó una silla con furia y luego, jadeante, tomó una botella de licor, destapándola con manos temblorosas. Dio un largo trago antes de hablar.—Voy a esperar… quiero ver si Maite tiene el valor de decírmelo —murmuró, clavando su mirada en Nikos.Nikos sonrió de lado.—Mírale el lado bueno. Ya tienes el heredero que necesitas. Ese niño tiene carácter. ¡Con razón es tu hijo!Aris dejó escapar una risa seca y amarga. Movió la cabeza, intentando ordenar sus pensamientos.Luego sonrió recordando todo lo que sintió el día que vio a Gianna por primera vez, esa conexión que sentía extraña y que ahora tomaba sentido. Las similitudes que veía entre Gael y él, ese carácter aunque desafiante, le llenaban de orgullo.—Son mis hijos— murmuró incrédulo—son... son míos, yo soy su padre.—Amigo, estás feliz.—Claramente estoy feliz. Tan feliz que ni siquiera entiendo por qué
POV Aris.Nunca me había sentido tan nervioso como en ese momento. No cuando enfrenté a mis enemigos en la calle, no cuando la muerte me respiró en la nuca más veces de las que puedo contar. Pero ver al doctor revisando a Gael, con Maite aferrada a mi brazo, temblando como una hoja, con los ojos aguados por la angustia, me tenía al borde del colapso.El doctor finalmente terminó su revisión y se giró hacia nosotros. Aguanté la respiración.—Señor y señora Greco— dijo este considerándonos una pareja casada y Maite me observó como si me dijera "corrígelo", pero solo le dediqué una media sonrisa.— No se preocupen, su hijo, solo tiene un resfriado —prosiguió el médico con voz calmada—. No hay de qué preocuparse. Lo medicaré, pero si su temperatura alta persiste, me pueden volver a llamar.Sentí que me quitaban un peso de encima. Apreté la mandíbula y asentí, despidiéndolo con una gratitud que no me molesté en expresar con palabras. Cuando volví a la habitación, Maite estaba a punto de
POV Maite.De repente, a mi lado, Aris se puso muy nervioso. Su semblante se veía tenso, con la mandíbula apretada con una fuerza que le marcaba las facciones. Sus dedos se cerraban con fiereza sobre su teléfono, y murmuraba insultos en un tono apenas audible, pero lo suficientemente cargado de rabia como para helarme la sangre. ¿Qué le habían enviado para que se enojara tanto? Abrí la boca para preguntarle qué le sucedía, pero antes de que pudiera emitir palabra, una empleada de servicio se acercó con expresión neutral.—Señor Greco, lo que ha pedido está listo —le informó con voz profesional.Aris asintió y volvió a guardar su teléfono en su bolsillo con un movimiento brusco. Luego se levantó y, forzando una sonrisa que no alcanzó sus ojos, extendió la mano hacia mí.—Vamos a relajarnos un poco.Acepté su invitación, aunque mientras caminaba a su lado, mi mente estaba lejos de la aparente tranquilidad que intentaba transmitir. No dejaba de pensar en la extraña manera en que Vittor
Narrador omnisciente:Esa mañana, sin poder dormir hasta tarde, como acostumbraba antes de haberse convertido en la burla después de la fiesta fallida con Aris, Marina no estaba de buen humor. Y no era para menos, ya que todo le había salido mal y sentía que la culpa era de Maite.“Maldita Maite siempre sale victoriosa y ahora tiene a Aris protegiéndola”, bramó internamente.—¡Esto sabe asqueroso!—gritó furiosa, arrojando la taza de café contra la pared. El líquido oscuro salpicó el suelo de mármol y la única empleada que aún no se había marchado dio un respingo.—Señorita, lo siento…—dijo angustiada.—¡No sirves ni para hacer un buen café!—le espetó Marina con desprecio.La sirvienta apretó los labios y, con gesto decidido, se quitó el delantal.—Me quedé por la señora Lucía, pero veo que no vale la pena servirles. ¡Usted es una bruja desagradecida! —declaró, lanzándole el delantal a Marina.Quien se puso de pie de un salto, con la mano alzada, lista para abofetearla, pero en ese mo