CAPÍTULO 40. SOLEDAD

—¿Debo ir a terapia? —pregunté.

—Es lo mejor hija, —respondió mamá.

—No quiero, yo sé que Joel no murió, estoy segura que su padre lo esconde de mí, ese señor me odia.

Constantemente perdía el control de mis emociones, gritaba y golpeaba las cosas a mi alrededor, me frustraba que no me creyeran que él seguía vivo, necesitaba su apoyo para averiguar la verdad, pero no me ayudaban.

Mamá, dentro de su angustia por mis arranques de ira, me propuso un trato.

—Alexa, he estado pensando y realmente hay muchas incongruencias en este asunto de la muerte de Joel, quisiera proponerte algo.

—¿Qué sería?

—Prometo ayudarte a descubrir lo que pasa, si tú me prometes ir a terapia.

No estaba muy convencida pero acepté, de inmediato me hizo una cita con una doctora.

La verdad creí que esa primera sesión sería horrible, pero no, ella me dió confianza y me permitió desahogarme.

—Alexandra López, —dijo la recepcionista, —pase al consultorio por favor.

Mamá, se quedó en la sala de espera mientras tanto.

—B
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