2. Infiltrado.
Samuel:
Sabía que había más en todo aquello de lo que había descubierto, mucho más, y lo que había encontrado sobre Charlie sólo era la punta del iceberg. Aquel tema parecía ser mucho más grande.
Charlie estaba colaborando con la mafia rusa, pero eso no era lo más preocupante. ¿Por qué había fingido su propia muerte? ¿Por qué nunca nos buscó? ¿Por qué no cumplió la promesa que le hizo a Leo? ¿Por qué estaba en Miami trabajando para los rusos con esa tipa, esa tal Mica?
Un remolino de preguntas inundaba mi mente, allí, sentado en el asiento del avión, pensando por un momento en ella, en Leo, en lo mucho que ella quería creer que todo era un montaje. Quizás porque de otra manera, sentiría que mi hermano la había traicionado, había roto su promesa, y se había largado con otra.
Nunca quise algo así para ella, aún la quería, a pesar de que Leo huyese de mí en cuanto me veía. Quizás porque le recordaba demasiado a mi hermano, a lo que perdió en Madrid. Por eso me ignoraba, cada una de mis llamadas, mensajes y emails.
Dejé caer la cabeza hacia atrás, mirando por la ventanilla, observando las nubes bajo nosotros, el hermoso cielo azul, y el ala derecha del avión.
¿Qué haría si realmente era Charlie, mi hermano? ¿Qué le diría cuando estuviese frente a él?
Ni siquiera quería pensar en ello, tan sólo necesitaba comprobar que toda la investigación de Jaime era cierta, que mi hermano realmente había sobrevivido.
14 horas en un avión dan para mucho: Cena, sueño profundo, desayuno, almuerzo, merienda y … llegamos. Al fin, me estaba muriendo de aburrimiento.
Ni siquiera llevaba maleta, no lo necesitaba para lo que iba a hacer allí.
Poli me estaba esperando en el aeropuerto, con tan malas pintas como siempre.
Leo:
Aquel día era de locos, de forma literal. No di abasto, ni siquiera había podido deshacer las maletas, sólo me dio tiempo para darme una ducha y ponerme algo presentable para asistir a la prueba que tenía en el hotel Viceroy Chicago.
Había diez chicas más, de cabello rubio, altas y delgadas allí, todas querían interpretar el papel de Lisa Miller, la protagonista del corto, incluida yo.
Me leí el guion, allí de pie, memorizando cada párrafo.
Había tres personas allí, aunque 4 sillas, una de ellas vacía. Dos hombres mayores con el pelo canoso, distinguidos y con cierto aire soviético. La tercera era una mujer con el pelo rojo, corto al estilo bob, y unas gafas de media luna, que me miró de arriba abajo, como si mi atuendo fuese inapropiado.
Llevaba una falda gris de punto, y un suéter del mismo tejido y color, unos zapatos negros de plataforma y un bolso pequeño en mi hombro izquierdo.
Me eché mi largo cabello a un lado, y me detuve frente a ellos, a una distancia más que prudencial.
Sonreí, mirando hacia un punto fijo, metiéndome en el papel, en aquel momento era como si yo fuese la señorita Miller.
Volví a mirar hacia ellos, que garateaban en sus carpetas lo que les había parecido mi actuación.
Volví a recorrer esos pasillos, deteniéndome en el lobby, donde el resto de chicas para la prueba se encontraban. Sonreí, divertida, caminando hacia la salida.
3. EspejismoJamie:Era un día como cualquier otro, con riesgos, rodeado de rusos, ante el solo apoyo de Mica, y cubriendo sentimientos, como si nada importase, como si mi vida se hubiese detenido con aquel disparo, como si realmente hubiese muerto. Una parte de mí lo hizo, porque Charlie Hurtado estaba muerto, era Jamie Miller en aquel momento, y siendo esa persona no había nada que me llenase, como si estuviese vacío por dentro, como si cada noche cuando me acostaba en esa fría cama junto a esa mujer a la que me beneficiaba, fuese una puta obligación. Y lo era, tenía un maldito contrato.Dramas aparte, no quiero recordar esa mierda y menos hablar sobre ella. Lo dejé atrás todo, lo que llenaba mi vida, lo que era importante para mí, y lo cambié todo, incluso el nombre. Así que ni siquiera quería pensar en ello, porque ya no había vuelta at
4. Empezar de cero.Leo.La residencia universitaria era genial, mi compañera de habitación era muy parecida a mí, en cuanto a forma de ser, porque de físico éramos como el agua y el aceite. Ella era morena, ojos verdes, alta, delgada y con poco pecho.Deshacía la maleta en mi armario, mientras ella me contaba el largo viaje que había hecho desde Colombia hasta Chicago.Sin lugar a dudas mi parte favorita de la habitación era el balcón, desde dónde se podían ver unas vistas espectaculares.Entonces… ¿crees que te llamaran de esa prueba? – preguntó, justo después de que le hablase sobre ello. Me senté sobre la cama, sonriente.El resultado no es importante – contesté, demasiado profunda para tratarse de mí misma –
Soñar Despierto. Jamie: Dormía con los brazos de Mica enredados en mi cuerpo, mientras yo pensaba, con los ojos abiertos, como platos, sin poder dormir, tras un par de polvos con aquella mujer. Cerré los ojos un momento, recordando cada una de sus caricias, sin que sintiese nada. Echaba de menos sentir esa corriente eléctrica que recorría mi cuerpo cada vez que Leo me tocaba. Añoraba sus besos, su voz, su mirada, sus locuras, a mi princesa. Tragué saliva, intentando mantener a raya los sentimientos, pensando en ella… ¿dónde estaría en aquel momento? ¿qué estaría haciendo? La imaginé en mi cabeza, en ropa interior, mirándose al espejo, agarrando su cabello en una coleta alta. Tragué saliva, recorriendo cada parte de su cuerpo, de esas curvas que me volvían loco con la mirada, deseándola, justo como siempre. Aparté a Mica, con cuidado y me levanté de la cama, dejándola allí, saliendo al balcón,
Meter la pata.Jamie.De nuevo en Chicago, esa ciudad creaba una sensación de agonía en mi interior, como la de una canción triste. Sabía que era lo que hacíamos allí, un nuevo casting para el corto “Lisa”, pero esa vez iba preparado, lo primero que hice al entrar en la sala de conferencias, fue mirar hacia la carpetilla con las seleccionadas. No me sorprendió ver su nombre, porque sabía que todo aquello no era más que un juego para Mica.Saqué el teléfono desechable, agradecido de que nadie hubiese llegado al fin, y mandé un mensaje, al teléfono que aparecía en la ficha de Leo.Yo:Señorita de Silba… no vaya a la prueba que tiene hoy en el hotel para el corto Lisa. Se lo explicaría con más detalle, pero no dispongo de mucho tiempo. Los t
Mentirse a uno mismo.Leo.Esperé paciente, con el corazón en un puño, mirando hacia ellos, para ver que sucedía, al final ella se marchó de nuevo a la sala de conferencias, y él se quedó allí, exasperado, refregándose las manos por el cabello, despeinándolo.Sacó su teléfono desechable y envió un mensaje, que me llegó de lleno. Sonreí, al darme cuenta de que él estaba pensando en mí.Número desconocido:Si me dejas un poco más de tiempo, te lo explicaré todo.Yo:¿Cuánto tiempo, señor Miller?Pude ver como sonreía allí, al leer mi mensaje, calmando mi corazón.Núme
Leo.Saludé a varios compañeros de la universidad, llegando a la barra, donde Tammy servía las copas, me saludó con un persistente “zorra”. Iba rompiéndolo todo con aquel corto vestido rojo, de pedrería, el cabello recogido en una coleta alta, con mis flequillos hacia delante.Me pedí una copa y acepté los cumplidos de Abel, sorprendiéndome de encontrarle allí. Sonreí, divertida.Se suponía que iba a ser una sorpresa – me dijo. Sonreí, divertida – pero al final me has sorprendido tu a mí, estás preciosa.¿Cómo sabías que estaba aquí? – quise saber. Abrazándole, dándole dos besos.Tengo mis contactos – aseguró, apoyando la mano en la zona baja de mi cintura, muy ce
En un aprieto.Jamie.Aún no podía creérmelo. Era mi Leo, mi amor, la única mujer que lo significaba todo para mí, y estaba allí, en mis brazos, sin querer soltarme, aterrada de volver a perderme.Besé su coronilla, mientras ella cerraba los ojos, quedándose allí un rato más. Mi teléfono empezó a sonar, en mi bolsillo, y entonces me retiré.Tengo que irme – le dije, observando su rostro apenado, no quería dejarla, pero no tenía otra opción – volveremos a vernos, princesa – me despedí.Hice el amago de irme, pero ella me agarró de la mano, impidiéndomelo en el último momento.Prométeme que esta vez volverás a mi lado – sonreí, levantando su mano, bes
Capítulo 11 – Despejar la mente.Leo.Tomaba el sol en la terraza, los pocos rayos de sol, que podía haber en pleno invierno, con mis gafas de sol y el teléfono sobre la mesa. Miré hacia él, pues seguía sin sonar. Hacía ya como dos semanas que no tenía noticias de Charlie.Quizás debería ser más dura con él, quizás me estaba engañando…. – esos pensamientos rondaban mi mente en aquellos días. Más después de tanto tiempo sin verle, quizás él ya no era el mismo chico del que me enamoré. Habíamos estado demasiado separados, era obvio que habíamos cambiado.También estaba todo el tema ese de Mica. Sabía que él se acostaba con ella, y que no iba a dejar de hacerlo, aun habiéndomelo reconocido. Entonces… ¿c&o