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Capítulo 2

Annie.

—¡No puedo creerlo!—grita Lucrecia—Analí se retorcerá al vernos en el periódico de Lady Edwards como la familia que surtirá de cosechas al palacio.

—Lucrecia—mamá la reprende.

—¡Por Dios mamá! Analí es una desgraciada que no supo valorar los esfuerzos de papá, nos abandonó, pisoteo a la familia, ya no soy una niña pequeña, me doy cuenta de nuestras carencias—me mira— sé que Annie está pensando en abandonar las tutorías por centrarse el mercado a la venta, también que si no vendemos algo esta semana tendremos que vender el campo como consecuencia dejar la casa o venderla.

—Lu…

—También las puedo ayudar, déjenme ser parte de ustedes, me siento excluida—sus ojos se humedecen y continua—lo cierto es que somos un equipo de tres, sé que me quieren proteger, no llenarme de preocupaciones, pero no quiero dejarlas con todo encima, si vamos a estar pidiendo limosna, lo hacemos juntas, si quedamos en la calle será juntas.

—Oh mi pequeña Lu—dice mamá , mientras solloza.

—Lucrecia—digo—sabes que te amamos y adoramos con todo nuestro corazón por eso no queremos que pases por nada y te preocupes, eres nuestra pequeña luz en esta oscuridad, eres quien pinta gris nuestra noche, mamá no quiere fallar.

—Mamá, eres una guerrera, una luchista, hoy en día se nos señala a la mujer por hacer alguna tarea que se supone que solo el hombre puede realizar y a ti sin importar lo haces, eres nuestro orgullo y lo dice una adolescente de trece años recién cumplidos, te amamos.

De un minuto de alegría todo el ambiente se convirtió en nostalgia, Lucrecia expresándose, mamá llorando y yo solo viendo, la realidad de todo es que sin los reyes y el príncipe estaríamos mendigando.

—Bueno ya—digo—tenemos que estar felices, se ha abierto una increíble puerta que nos dejará muchas cosas positivas.

—¡Cierto! Entonces vamos a descansar.

—Madre—digo en burla— es muy temprano.

—Annie Juliet Lewistter Cobai, dime madre de nuevo y duermes afuera.

—De acuerdo, madre—salgo corriendo, mientras escucho el grito de frustración de mamá, entro a mi alcoba y minutos después se escucha la puerta.

—¿Puedo pasar?—dice Lucrecia.

—Si, ¿Qué pasa?

—Estoy preocupada, hoy escuche un grupo de guardias hablar acerca del rey de Thirwall, donde decían que cada vez toma más poder incluso Stontalin quedó fuera de los reinos con más poder, ya se tomó Ridward, Thailyn, Niolio y Lerirk

»Gobierna las cinco naciones más fuertes, cuenta con gran expansión de territorio, soldados de sobra,  los reyes de las naciones están en calabozos, los esclavos y pobladores juraron lealtad al rey Thirwall, decían que los reyes accedieron al matrimonio para tener alianza con los Biancolé ya que ambas naciones tienen gran expansión de territorio formando un gran espacio territorial casi compitiendo con Thirwall, esto se volverá una guerra, Annie, el dinero que se junte con la venta de la cosecha a los reyes, deberemos usarlo para irnos de aquí y buscar lugar en un lugar seguro, Stontalin se volverá un lugar de guerra y no quiero estar aquí cuando eso suceda.

Guerra, Guerra, Guerra.

—Lu, lo hablaré con mamá, quizás esos soldados solo estaban inventando algo, no creas todo lo que escuchas, pero vamos a esperar, te prometo que no dejaré que nada te suceda—la abrazo.

Dios yo también tengo miedo, primero la anciana y luego esto.

—Descansa A.

—Descansa Lu.

(***)

El campo se encuentra repleto de la servidumbre del palacio, guardias por doquier y granjeros hablando con mamá, el campo poco a poco va quedando vacío.

«Papá estaría orgulloso y feliz de esto.»

Un hombre bajo, con canas, mirada seria me mira y habla.

—Señorita Lewistter, su familia y usted cuentan con una invitación especial al palacio y celebración de la boda real—extiendo un sobre con el sello real y continua— un carruaje vendrá por ustedes el día de mañana a las ocho, cuando el sol se oculte, les pedimos estar listas, ya que al ser la familia proveedora de la cosecha se espera tenerla presente.

—Claro.

—Su vestimenta correo por cuenta propia, se pide ir formal y llevar toques dorados, ya que Biancolé se caracteriza por sus pequeñas minas de oro, la princesa también envía unas pequeñas palabras—saca un rodillo de papel y me lo entrega.

 Me dirijo a la familia Lewistter, doy gracias a ustedes y campos por ser quienes brindaran los frutos  deliciosos que se comerán en nuestro gran banquete, así que espero contar con su agradable presencia, si por algún motivo no encuentran detalles dorados de preferencia sean oro o cubiertos de oro, no se preocupen entendemos perfectamente que no cuenten con los recursos ya que son una familia desafortunadamente que carece riquezas y de un hombre de familia el cual brinde el sustento suficiente para tener una vida digna, reintero que es comprensible que no asistan ya que no todos cuentan con oro puro como el de la alta nobleza. 

Se en dado caso llegan asistir a nuestra gran boda pido que asistan de manera decente y no con los trapos que usan los campesinos o los plebeyos. 

                                                   Princesa Biancolé y futura reina de Stontalin.

—Que modesta—digo.

—Palabras de…

—Si, de la princesa, entendí.

—Ya hice mi trabajo.

—Gracias mi Lord.

—Hasta luego señorita.

 Si se pagara por modestia, la princesa se llevaría el primer lugar, cuando se formalizó la unión todos celebremos, ya que tendríamos expansión territorial, más recursos, pero la princesa acaba de caer del pedestal, unas simples palabras de supuesto agradecimiento y al mismo tiempo llenas de burla no las toleraré.

Quizás no tenemos los recursos, no tenemos la mejor casa, incluso la mejor ropa, pero somos mujeres fuertes que no necesitan palabras hirientes.

—Cariño—dice mamá mientras se acerca junto a Lu—el consejero real me dijo que la princesa Biancolé envío unas palabras para nosotras.

«Dios, no»

—¡Si! También dijo que te entregó la carta, dame que quiero leerla.

«Trágame bendita tierra»

—Cariño, dale la carta a Lu, anda—dice mamá feliz.

No puedo hacerlo, no quiero quitar esa sonrisa, pero insiste así que le doy la carta, su sonrisa disminuye cuando lee el final.

—Como quiera, no tenia ganas de ir a esa tonta boda, esta arreglado ni siquiera se quieren—dice Lucrecia.

—Que palabras más elegantes pero hirientes—dice mamá.

—Mamá.

—Olvídalo cariño, no iremos a esa boda, me siento satisfecha que usen nuestras cosechas.

Ambas dan la vuelta y salen del lugar.

Ellas no irán a esa boda, pero yo sí, el nombre de los Lewistter estará en lo alto.

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