La desilusión atrapa el dolor de Declan. Escupe las palabras mientras poco a poco todas sus fuerzas se desmoralizan con cada segundo. La respiración de los dos es entrecortada. —Son mías, Maylene —Declan baja la cabeza, destrozado. Lo puede ver en su voz, en sus manos que tiemblan, en el dolor de s
—¿Declan…? —Perdóname...—y es la primera vez que escucha a Declan sollozar. Maylene abre tantos los ojos que ya no sabe qué hacer. —Declan —lo llama, sufriendo junto a él. —Todo fue mi culpa —éste calvario parece no terminar, porque Declan se aferra a su cuerpo para abrazarla. Abrazar su vientre
Maylene alza la vista hacia Declan. Las lágrimas de él salen en silencio cuando parpadea. —Hubiésemos sido la familia más feliz del mundo porque sabes cuantas veces te pedí una familia, te pedí hijos, y cuando me enteré de mis hijas mi vida cambio por completo. Íbamos a ser felices con nuestro hijo
—Tenía miedo. Mucho miedo. Miedo que me dejarás sola otra vez. No es algo de lo que le gusta hablar, pero lo que siente en estos momentos en los brazos de Declan es algo que no puede describir. Hace mucho tiempo que esa esperanza se había marchado. —No voy a dejarte sola. Vuelven a mirarse a l
Maylene aprieta los labios. Está imagen vuelve a aniquilarla. Declan acaricia la mejilla de Hayley, quien sigue gimoteando y llamando a su mamá. —Aquí estoy yo —se acerca a besar su cabeza—, aquí está tu papá. Maylene parpadea y mira hacia el cielo para quitar las lágrimas. —Mami… —Mamá está
La puerta se abre. Doctor y enfermero se adentran y Maylene suelta a la bebé cuando el doctor necesita visualizarla. El enfermero también hace lo suyo. Maylene se abraza la cintura y con otra mano la pone en su corazón. —Despertó ¿Ahora que sigue? —pregunta angustiada. Declan rodea la camilla
Los ojos de Maylene se abren y Declan se contiene para no devorarle la boca aquí y ahora. En estos momentos necesita concentrarse pero ésta en la posición donde todo lo que haga o le diga Maylene lo hará sin rechistar. —¿Por qué no lo quieres? —al verla pálida por lo que le ha ordenado baja la mira
Llamas salen de sus ojos al ver cómo Reece mira a Hayley. Esa niña es suya, Hannah es suya. Nadie tiene el derecho de acercarse y mucho menos ningún otro hombre. El mundo es cruel y putrefacto, y sus hijas son ángeles, la inocencia más pura, su tesoro más sagrado, su razón de ser. Está tan molesto