La bofetada resonó en todo el lugar, un sonido que cortaba el aire y dejaba a todos en shock. Nadie se movió, nadie sabía quién era esa mujer valiente que desafiaba a Sativa, enfrentándola sin miedo. "_ Me pegaste, eres una maldita, ¿cómo te atreves?", gritó Sativa, con furia en sus ojos.Pero Dana no se amedrentó, le dio otra bofetada, desafiante y decidida. El silencio se hizo aún más denso, nadie podía creer lo que estaba sucediendo."_ Porque te lo mereces. ¿Cómo se te ocurrió dispararle a mi gente? ¿Estás cansada de vivir?", respondió Dana, con determinación en su voz.Sativa, furiosa, intentó hacer valer su autoridad: "_ Maldita, no sabes quién es mi padre. ¿Cómo te atreviste a levantarme la mano?".Mientras tanto, Sativa buscaba en su bolso su arma, siempre lista para cualquier situación. Pero Dana fue más rápida, no le hizo caso y permitió que sacara el arma, apuntándola directamente a ella.En el restaurante, el personal había llamado a su padre, alertando sobre el altercado
Había pasado una semana desde que Dana decidió no dirigirse a Felipe. Cada día que pasaba, su odio hacia él crecía, y se sentía estúpida por haber creído que era una buena persona. La abuela de Felipe, preocupada por la situación, le había pedido que trajera a Dana de vuelta. “Las cosas deben hablarse”, había insistido.Dana se encontraba en el hospital, esperando los resultados del avance de Marco. Cada minuto que pasaba era una tortura, y al enterarse de que todo estaba relacionado con Felipe, su odio hacia él se intensificó. Miró su móvil y vio un mensaje de Felipe que casi la hizo romperlo. “La abuela. pide tu presencia en la cena familiar, no faltes por favor”, decía el texto.__“¿Familiar? ¿Cena Para qué? ¿Para seguir manipulándome?”, murmuró Dana, sintiendo que la rabia la consumía. Decidió que no le respondería. No iba a dejar que él interfiriera en su vida de nuevo.Finalmente, decidió asistir a la cena en la casa de los Daycare. Sabía que no podría esconderse para siempre, y
La brisa fría de la colina soplaba con fuerza, como si la naturaleza misma supiera que algo monumental estaba a punto de suceder. Felipe y Dana se encontraban solos, lejos del bullicio de la ciudad y de las tensiones que los rodeaban. Felipe, consciente del peligro que representaba la situación, había decidido llevar a Dana a ese lugar aislado, donde pudieran hablar sin interrupciones. Pero no era solo una charla; era una confrontación.Felipe sacó una pistola de su cinturón y se la ofreció a Dana, su mirada seria y decidida. “Si eso es lo que quieres, estoy dispuesto a morir en tus manos. Pero te pido que pienses en lo que eso significaría. No quiero que mi muerte cause una guerra sin fin”.Dana lo miró con incredulidad, su ira burbujeando en su interior. “¿De verdad crees que me importa lo que pase después? Si te mato aquí, ¿quién lo sabrá? Fuiste tú quien me trajo a este lugar. Es tu ojo bíblico, no me jodas”, respondió, su voz temblando de rabia.Sin esperar más, levantó la pistol
Dana se encontraba en un mar de confusión. Frente a ella estaba Felipe, su enemigo, pero también el hombre que había capturado su atención de maneras que nunca había imaginado. La pistola aún pesaba en su mano, un recordatorio tangible de la tensión que había estado acumulándose entre ellos._ “Nos casamos dentro de un mes”, dijo Dana con determinación, rompiendo el silencio. “Haz los preparativos. Un fallo más, Felipe, y tu vida me vale”.Felipe sintió un nudo en el estómago. No era solo el miedo a la muerte lo que lo atormentaba; era el amor que sentía por Dana, un amor que ella parecía ignorar. Él sabía que ella creía que su corazón pertenecía a Alejandro, pero la verdad era que el amor de Dana por él era un enigma que ni ella misma podía resolver. La idea de casarse con Felipe era un tormento para ambos, pero él estaba dispuesto a soportar ese infierno si significaba tenerla cerca.Mientras tanto, en la ciudad de Loto Dorado, Pria había llegado a la empresa con una misión. Desde q
La mañana en Italia era gris y lluviosa, reflejando el estado emocional de Dana. Se sentó en el borde de la cama, mirando el anillo de compromiso que Felipe le había dado, un símbolo de una promesa que ahora sentía como una carga. Su mente estaba llena de dudas y recuerdos de su abuelo. “Si estuvieras aquí, me dirías qué hacer”, pensó, sintiendo la tristeza apoderarse de ella.Su mente estaba en un torbellino. Recordaba la conversación con Félix y cómo sus palabras resonaban en su cabeza: “No olvides tu misión”. Esa era la verdad que la mantenía despierta por las noches, la razón por la que había decidido involucrarse en este juego peligroso. Pero, ¿a qué costo?Mientras tanto, en la ciudad de Loto Dorado, Pria y Félix estaban en la oficina, discutiendo la nueva relación de Félix con Lia. Pria estaba furiosa y su frustración era palpable.__“Félix, no puedes estar en una relación con Lia. No es una buena persona. Está involucrada en cosas criminales”, dijo Pria,
La ciudad de Italia se preparaba para la boda del año. La familia Daycare había decidido organizar la ceremonia más grandiosa que el país hubiera visto jamás. La noticia se esparció rápidamente, y todos los grandes empresarios y las primeras familias millonarias recibieron invitaciones. El evento prometía ser un espectáculo deslumbrante, lleno de lujo y glamour.Dana se encontraba en medio de los preparativos, sintiendo la presión que venía con la organización de una boda de tal magnitud. A pesar de que el matrimonio con Felipe era principalmente un acuerdo de negocios, no podía evitar sentirse abrumada por la atención y las expectativas. “Esto es solo un paso más en mi misión”, se repetía a sí misma, tratando de mantener la perspectiva.Mientras tanto, Sativa, quien había estado observando desde las sombras, no podía soportar la idea de que Dana estuviera a punto de casarse con Felipe. La rabia y los celos la consumían. Decidió que era el momento perfecto para hacer s
La boda había sido un evento deslumbrante, un verdadero espectáculo que había dejado a todos boquiabiertos. Dana, ahora esposa de Felipe, se sentía atrapada en un torbellino de emociones. La ceremonia había terminado, y la luna de miel había comenzado, pero en su corazón había un vacío que no podía ignorar. Sabía que no podía permitir que el odio consumiera su matrimonio, pero la realidad era que Felipe no había hecho nada para ganarse su amor.Después de bailar con su nuevo esposo, Dana se alejó de la multitud. La música sonaba a lo lejos, y las risas y los murmullos de los invitados parecían desvanecerse. Se sentó en un rincón del jardín, sintiendo la brisa fresca de la noche. A pesar de la alegría que la rodeaba, su corazón estaba pesado. Felipe no había dicho una sola palabra sobre lo hermosa que estaba, y eso la lastimaba más de lo que quería admitir.“Ahora soy su esposa”, pensó, sintiendo que la tristeza la invadía. “Pero eso no significa que me ame”. Se preguntaba si alguna ve
Dana se quedó un largo rato bajo la luna, sintiendo el frío de la noche calar en su piel. La oscuridad envolvía todo a su alrededor, pero en esa soledad, podía pensar con claridad. La luz plateada iluminaba su rostro, y cada rayo parecía susurrarle secretos olvidados. La noche oscura decía mucho, y en su interior, las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar.Mientras contemplaba el cielo estrellado, su mente volvió a los antiguos recuerdos de su tiempo en la milicia. Recordaba las largas noches de entrenamiento, las risas compartidas con sus compañeros y las duras lecciones aprendidas. Felipe siempre había estado a su lado, cuidándola de una manera muy especial. Cada mañana, él le traía su taza de café, el aroma cálido llenando el aire, y la acompañaba en su entrenamiento, asegurándose de que nunca se sintiera sola.“Siempre estás un paso adelante, Dana,” le decía, mientras ella se preparaba para sus ejercicios. Ella sabía que Felipe conocía cada uno de sus movimientos, cada golp