La noticia de la firma de los contratos con los cuatro magnates se esparció por la empresa como un reguero de pólvora. Dana había logrado lo que muchos consideraban imposible, y eso no solo la colocó en el centro de atención, sino que también desató una serie de reacciones entre sus compañeros. Mientras algunos la aclamaban como una heroína, otros la miraban con envidia y desdén.El ambiente en la sala de descanso era tenso. Un grupo de empleadas se había reunido alrededor de la máquina de café, y sus murmullos se intensificaron al ver entrar a Dana.—¿No pueden creer que lo haya hecho? —dijo Laura, cruzando los brazos—. Firmar con esos cuatro magnates. Es increíble, pero... ¿realmente se lo merece?—¿Por qué no? —respondió Beatriz, defensiva—. Ella trabajó duro y se preparó. No es solo suerte.—Pero, ¿acaso no creen que debió prometerles algo más? —intervino Marta, con una mirada escéptica—. Esos tipos no firman contratos sin un beneficio adicional.Laura asintió, mientras que Beatri
La atmósfera en la oficina se había vuelto eléctrica desde la firma de los contratos. Dana, ahora más visible que nunca, estaba en el centro de atención. Sin embargo, no todos estaban contentos con su éxito. Felipe, desde su oficina, observaba cada movimiento. Su mirada se tornó oscura al ver a Dana interactuar con Cairo.Felipe se recargó en su silla, sintiendo cómo la ira comenzaba a burbujear en su interior. ¿Desde cuándo Dana conocía a un magnate de la industria? La forma en que se reían, cómo se abrazaban después de la reunión... no podía ser solo amistad.—Esos dos no pueden ser solo amigos —murmuró para sí mismo, apretando los puños. La idea de que Dana pudiera tener una relación más cercana con Cairo le provocaba celos y frustración.Mientras tanto, Dana estaba en su oficina, revisando documentos y celebrando su reciente éxito. Cairo había pasado a felicitarla, y su conversación se había sentido natural y fluida.—Lo hiciste increíble, Dana. Estoy orgulloso de ti —dijo Cairo,
La noche había sido larga y silenciosa. Dana apenas había dormido después de la pelea con Felipe. Su mente estaba llena de imágenes, pensamientos y emociones que no podía procesar. La traición de Felipe la había dejado herida, pero algo en su interior le decía que había más detrás de todo esto. Algo oscuro, algo que ella aún no podía comprender.Dana se levantó temprano, con los ojos cansados y el corazón pesado. El sol apenas iluminaba la casa cuando decidió sentarse frente a su computadora. Había algo que la inquietaba, algo que no podía ignorar. Su instinto militar, ese que nunca la había abandonado, le decía que Felipe escondía algo más que un simple engaño.Decidió revisar sus archivos confidenciales. Como exmilitar, aún tenía acceso a ciertas bases de datos restringidas, y aunque sabía que no debía usarlas para asuntos personales, la curiosidad y la sospecha la empujaron a hacerlo.—Si Felipe me traicionó de esta manera, ¿qué más podría estar ocultando? —murmuró para sí misma mi
El rugido del motor de la motocicleta de Dana resonaba por las calles desiertas mientras la noche caía sobre la ciudad. Su mente era un torbellino de emociones: ira, frustración, tristeza y, sobre todo, una sensación de traición que no podía sacudirse. El informe que había leído la había dejado sin aliento, como si el suelo se hubiera derrumbado bajo sus pies. Felipe no era quien decía ser. Walter y Felipe eran la misma persona, y detrás de esa fachada de hombre amable y encantador se escondía un traidor, un hombre que había causado tanto dolor y destrucción.Dana apretó los dientes mientras aceleraba, sintiendo el viento golpear su rostro. No podía quedarse en casa. Necesitaba respuestas, y sabía exactamente a dónde ir. Cairo, su amigo de confianza, había sido quien le entregó el informe, y aunque ella no estaba preparada para enfrentar toda la verdad, no podía ignorarla. Tenía que hablar con Marco, el único sobreviviente consciente de la emboscada en Afganistán, el único qu
—No sé qué hacer, Marco —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. No sé en qué pie estoy parada. Todo lo que creía saber... todo lo que construí... se está desmoronando.Marco la miró con una intensidad que la hizo estremecerse.—Lo primero que vamos a hacer es mantener la calma. No podemos dejar que él sepa que descubriste la verdad. Si sospecha algo, podría volverse más peligroso. Necesitamos planear esto con cuidado.Dana asintió lentamente, sabiendo que Marco tenía razón. Pero aún así, la frustración y el dolor seguían ardiendo dentro de ella. No podía evitar preguntarse cómo había llegado a este punto, cómo había permitido que alguien como Felipe entrara en su vida y la destruyera desde dentro.Mientras Marco la abrazaba una vez más, Dana cerró los ojos, tratando de encontrar algo de consuelo en su presencia. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero también sabía que no podía rendirse. No ahora. No mientras aún tuviera algo por lo que l
Dana aún no podía procesar lo que estaba sucediendo. Su madre, a quien había creído muerta durante los últimos 23 años, estaba viva, y no solo eso, sino que había estado escondida todo este tiempo. Mientras caminaban juntas por el sendero que llevaba al escondite de su madre, Dana sentía que el mundo a su alrededor se desmoronaba con cada paso. Las palabras de su madre seguían resonando en su mente: los Daycare, Felipe, las traiciones, los secretos. Todo lo que había conocido, todo en lo que había creído, era una mentira.—¿Por qué nunca me buscaste? —preguntó Dana de repente, rompiendo el silencio. Su voz estaba cargada de dolor y resentimiento, como si cada palabra pesara toneladas—. ¿Por qué nunca intentaste verme? ¿Por qué me dejaste sola con ellos?Su madre se detuvo en seco, girándose hacia ella con los ojos llenos de lágrimas. Había un dolor profundo en su mirada, un dolor que reflejaba años de sufrimiento y culpa.—Dana... nunca quise dejarte sola —respondió, con la voz temblo
Dana cerró la puerta detrás de ella, sintiendo el peso de la noche en sus hombros. Había regresado a casa después de su encuentro con su madre, y aunque su cuerpo estaba agotado, su mente estaba más despierta que nunca. Cada palabra de su madre seguía resonando en su cabeza como un eco interminable: Felipe, o Walter, era el jefe de las operaciones de los Daycare. Nada se movía sin su orden. Era el hombre que había destruido su vida, que la había manipulado desde el principio. Y ahora, mientras lo veía sentado en el sofá de la sala, con esa sonrisa cínica y arrogante, Dana sintió cómo el odio se encendía en su interior como una llama imparable.Felipe la miró con sus ojos oscuros y penetrantes, esos mismos ojos que alguna vez la habían engañado, haciéndole creer que era un esposo confiable, aunque distante. Pero ahora, Dana sabía la verdad. Sabía que detrás de esa fachada fría y calculadora se escondía un demonio, un hombre capaz de cualquier cosa por poder.—¿Por qué llegas tan tarde?
El amanecer se filtraba por las cortinas de la mansión, pero la casa estaba en un silencio casi sepulcral. Dana se levantó temprano, más temprano que de costumbre, y miró su reflejo en el espejo del tocador. La mujer que veía frente a ella ya no era la misma. Su rostro parecía más afilado, sus ojos más fríos, y su sonrisa, aunque sutil, estaba cargada de una intensidad calculada. Había aprendido a fingir, a jugar el juego que Felipe había iniciado, pero ahora, ella lo jugaría bajo sus propias reglas.La obediente y sumisa Dana había quedado atrás. Ahora, era una estratega, una mujer dispuesta a enfrentarse al demonio que compartía su cama. Sabía que no podía enfrentarlo directamente, no todavía. Pero podía infiltrarse en su mundo, en sus negocios, en su mente. Y lo haría con una precisión quirúrgica.Cuando Felipe bajó al comedor esa mañana, la encontró esperándolo con una sonrisa impecable. Estaba sentada a la mesa, vestida con un elegante traje negro que acentuaba su