_Dana, es evidente que no has descansado lo suficiente. Debes cuidar tu salud, es lo más importante en este momento. Cairo, con su habitual sabiduría, ya intuía lo que estaba sucediendo, pero esperó a que ella se refiriera al tema para poder hablar. Dana, con la mirada perdida en la pared blanca, revivió en su mente los fragmentos de aquel momento en que vio a Marco postrado en la cama, y las lágrimas volvieron a fluir nuevamente. Cairo observó todas sus reacciones y se apresuró a entregarle una servilleta, tomando su mano para poder hablar.Cairo y Dana se encontraban en la habitación del hospital, donde Marco permanecía conectado a innumerables tubos que lo mantenían con vida. Cairo, con la mirada perdida y el ánimo por los suelos, parecía estar allí pero al mismo tiempo ausente, como si su espíritu estuviera en otro lugar. Dana, por su parte, estaba abrumada por la impotencia, sabiendo que la situación de Marco era crítica y que su ayuda parecía ser en vano.En un momento de lucid
Una vez que terminó la llamada, Dana dejó su móvil y se acercó a Cairo, quien la miraba fijamente. Ella lo observó y él le preguntó:_ "¿Cuáles serán tus pasos?" - preguntó Cairo._ "¡Saber la verdad!" - respondió ella. _ "Sacarás a los chicos "- dijo Cairo. _ "Ya sabes qué hacer" - respondió ella."Estamos tomando un riesgo al sacar a los chicos así, Dana", dijo Cairo. _ El riesgo fue aceptado desde que nos emboscaron, no hay marcha atrás, Cairo. Esta es una guerra que no tiene fin, y su desenlace es la muerte de uno de nosotros dos - dijo ella enojada._ "Pero... - Cairo no terminó de hablar.No la estaba mirando. Se había quedado paralizada ante la presencia de aquella mujer imponente, incapaz de bajar la guardia. Él pensó por un momento y le preguntó:_"¿A quién quieres que saque ?". Ella resopló y miró a Marco, quien yacía postrado en la cama, conectado a innumerables aparatos que sostenían su vida. Se acercó a la cama y tomó la mano de Marco en un gesto de súplica, como si de
La determinación de la mujer era palpable en el aire, su mirada feroz y penetrante dejaba claro que no iba a retroceder. No le importaba lo confidencial que fuera, ella quería toda la información. La recepcionista se sintió intimidada por la fuerza de la mujer, era como si su mirada quisiera clavar su alma. Sin embargo, no era un hombre, era una mujer con una determinación feroz que la dejaba aturdida.La mujer tomó el teléfono de la oficina y llamó para emitir un comunicado. En ese instante, una persona respondió al otro lado de la línea. La mujer dijo que quería toda la información de Marco Lombardy, sin omitir ningún detalle. La recepcionista se quedó mirando, aturdida, no sabía de qué era capaz esa mujer que tenía enfrente.La recepcionista intentó explicarle que la información era confidencial, pero la mujer no estaba dispuesta a escuchar excusas. Quería saber quién había pagado las facturas, qué familiar lo había visitado, quería hasta el último detalle de su estancia en el luga
La bofetada resonó en todo el lugar, un sonido que cortaba el aire y dejaba a todos en shock. Nadie se movió, nadie sabía quién era esa mujer valiente que desafiaba a Sativa, enfrentándola sin miedo. "_ Me pegaste, eres una maldita, ¿cómo te atreves?", gritó Sativa, con furia en sus ojos.Pero Dana no se amedrentó, le dio otra bofetada, desafiante y decidida. El silencio se hizo aún más denso, nadie podía creer lo que estaba sucediendo."_ Porque te lo mereces. ¿Cómo se te ocurrió dispararle a mi gente? ¿Estás cansada de vivir?", respondió Dana, con determinación en su voz.Sativa, furiosa, intentó hacer valer su autoridad: "_ Maldita, no sabes quién es mi padre. ¿Cómo te atreviste a levantarme la mano?".Mientras tanto, Sativa buscaba en su bolso su arma, siempre lista para cualquier situación. Pero Dana fue más rápida, no le hizo caso y permitió que sacara el arma, apuntándola directamente a ella.En el restaurante, el personal había llamado a su padre, alertando sobre el altercado
Había pasado una semana desde que Dana decidió no dirigirse a Felipe. Cada día que pasaba, su odio hacia él crecía, y se sentía estúpida por haber creído que era una buena persona. La abuela de Felipe, preocupada por la situación, le había pedido que trajera a Dana de vuelta. “Las cosas deben hablarse”, había insistido.Dana se encontraba en el hospital, esperando los resultados del avance de Marco. Cada minuto que pasaba era una tortura, y al enterarse de que todo estaba relacionado con Felipe, su odio hacia él se intensificó. Miró su móvil y vio un mensaje de Felipe que casi la hizo romperlo. “La abuela. pide tu presencia en la cena familiar, no faltes por favor”, decía el texto.__“¿Familiar? ¿Cena Para qué? ¿Para seguir manipulándome?”, murmuró Dana, sintiendo que la rabia la consumía. Decidió que no le respondería. No iba a dejar que él interfiriera en su vida de nuevo.Finalmente, decidió asistir a la cena en la casa de los Daycare. Sabía que no podría esconderse para siempre, y
La brisa fría de la colina soplaba con fuerza, como si la naturaleza misma supiera que algo monumental estaba a punto de suceder. Felipe y Dana se encontraban solos, lejos del bullicio de la ciudad y de las tensiones que los rodeaban. Felipe, consciente del peligro que representaba la situación, había decidido llevar a Dana a ese lugar aislado, donde pudieran hablar sin interrupciones. Pero no era solo una charla; era una confrontación.Felipe sacó una pistola de su cinturón y se la ofreció a Dana, su mirada seria y decidida. “Si eso es lo que quieres, estoy dispuesto a morir en tus manos. Pero te pido que pienses en lo que eso significaría. No quiero que mi muerte cause una guerra sin fin”.Dana lo miró con incredulidad, su ira burbujeando en su interior. “¿De verdad crees que me importa lo que pase después? Si te mato aquí, ¿quién lo sabrá? Fuiste tú quien me trajo a este lugar. Es tu ojo bíblico, no me jodas”, respondió, su voz temblando de rabia.Sin esperar más, levantó la pistol
Dana se encontraba en un mar de confusión. Frente a ella estaba Felipe, su enemigo, pero también el hombre que había capturado su atención de maneras que nunca había imaginado. La pistola aún pesaba en su mano, un recordatorio tangible de la tensión que había estado acumulándose entre ellos._ “Nos casamos dentro de un mes”, dijo Dana con determinación, rompiendo el silencio. “Haz los preparativos. Un fallo más, Felipe, y tu vida me vale”.Felipe sintió un nudo en el estómago. No era solo el miedo a la muerte lo que lo atormentaba; era el amor que sentía por Dana, un amor que ella parecía ignorar. Él sabía que ella creía que su corazón pertenecía a Alejandro, pero la verdad era que el amor de Dana por él era un enigma que ni ella misma podía resolver. La idea de casarse con Felipe era un tormento para ambos, pero él estaba dispuesto a soportar ese infierno si significaba tenerla cerca.Mientras tanto, en la ciudad de Loto Dorado, Pria había llegado a la empresa con una misión. Desde q
La mañana en Italia era gris y lluviosa, reflejando el estado emocional de Dana. Se sentó en el borde de la cama, mirando el anillo de compromiso que Felipe le había dado, un símbolo de una promesa que ahora sentía como una carga. Su mente estaba llena de dudas y recuerdos de su abuelo. “Si estuvieras aquí, me dirías qué hacer”, pensó, sintiendo la tristeza apoderarse de ella.Su mente estaba en un torbellino. Recordaba la conversación con Félix y cómo sus palabras resonaban en su cabeza: “No olvides tu misión”. Esa era la verdad que la mantenía despierta por las noches, la razón por la que había decidido involucrarse en este juego peligroso. Pero, ¿a qué costo?Mientras tanto, en la ciudad de Loto Dorado, Pria y Félix estaban en la oficina, discutiendo la nueva relación de Félix con Lia. Pria estaba furiosa y su frustración era palpable.__“Félix, no puedes estar en una relación con Lia. No es una buena persona. Está involucrada en cosas criminales”, dijo Pria,