Jessica nunca había recibido una declaración de amor tan hermosa en toda su vida, y eso que estuvo saliendo con un músico.
Suspiró ante sus palabras, también por la forma en que su pulgar acariciaba la mejilla. Gregory la miraba con una avidez llena de esperanza, una que de cierto modo hacía eco en sus propios deseos; ella hubiese pedido eso a una estrella fugaz, tener un instante más con él.
Sin embargo, la razón por la cual había accedido a salir con el Vikingo en esa maravillosa cita se debía precisamente a que tomó una decisión definitiva; pondría distancia entre ella y los Ward; no solo era el rubio de bellísimos ojos azules que la miraba con tanta ternura, era también el moreno en tierra firme que se encontraba confundido por culpa de ella, era el torbellino de emociones que descomponían su estómago al ver a sus medio hermanos, era la duda
Joaquín y William se pusieron de pie cuando Jessica entró al restaurante del hotel y se encaminó en dirección a la mesa. La latina frunció el ceño al ver a su padre biológico, este la observó con una mezcla de tristeza y confusión en los ojos, como si al encontrarse con ella, las emociones que había tratado de contener se desbordaran.―Estás bronceada ―fue el saludo de Will. Jessica hizo más notoria su expresión.―Ayer viajé a la playa, a casa de unos amigos ―respondió con frialdad―. Acabo de regresar de Santa Mónica.Joaquín tomó el espaldar de una silla, y la sostuvo para ella, conteniendo la risa por la obvia mentira que soltó; él sabía con quién había estado y gracias a sus habilidades de persuasión consiguió que Frederick le dijera en dónde. Jessica se sentó frente a Will
El viernes en la noche continuaron las visitas inesperadas. Jessica recibió un mensaje de texto, seguido por una llamada desde la recepción de su hotel, informándole de un caballero que la estaba buscando. Le anunció al recepcionista que bajaría en unos minutos, Leon Allen estaba abajo y si pensaba que lo iba a invitar a subir era más estúpido de lo que ella se había imaginado.No bajó de inmediato, revisó su atuendo para comprobar que este no daba una idea errada. Satisfecha con lo que vio, lo único que tuvo que hacer fue cambiarse la camisa por algo más formal, una que gritaba negocios por todos lados; ponerse unos zapatos de tacón y algo de labial, de un tono pálido. Durante todo el trayecto en el ascensor se preguntó qué querría ese hombre, ella había dejado muy en claro que no tenía ningún interés más allá del pr
Como siempre que pasaba más de una semana en un lugar, terminaba con más ropa y zapatos de los que había empacado. Tras seleccionar lo que se iba a llevar, Jessica optó por donar lo que no cabía en su maleta, al fin y al cabo, adquirir vestuario nuevo no era difícil, pero hacer feliz a alguna chica al obsequiarle una buena blusa o un vestido, podía hacer la diferencia en su día, llenándolo de esa vibra positiva que hacía que todo se viera de mejor color.Ya lo había visto, como con la chica del hotel de París, que una vez que regresó para una conferencia de economía, ella estuvo esperando que volviera alguna vez; cuando supo que estaba en la ciudad y en el mismo hotel ―los humanos son animales de costumbres― le contó que con esa ropa había ido a una entrevista de trabajo para un mejor puesto, y se sentía tan confiada y elegante, que consiguió un empleo
Casi tres meses pasaron desde la partida de Jessica.Después de llegar a Boston se quedó tres semanas allí antes de viajar a Japón. Dos de esas tres semanas las compartió con Joaquín, que tal y como dijo, regresó siete días después, dándole todas las noticias relacionadas a Gregory Ward; unas que no necesitaba, porque el Vikingo insistía en llamarla. En una de las tantas llamadas que ella no respondía, pero en las que él dejaba largos mensajes en el buzón de voz, amenazó con ir a su ciudad un fin de semana, alegando que estando frente a ella no podría ignorarlo.Ella no supo si lo hizo o no, porque dejó de responder los mensajes y revisar el buzón de voz cuando dejaba mensaje tras llamarla. Tampoco hablaba con Fred, aunque eso fue un acuerdo mutuo, no pautado de forma consciente. Jessica se limitaba a continuar con su vida y trataba el tema Ward
Como a Jessica Medina no le gustaba ser manipulada, le dio largas al asunto del retorno el mismo día de la fiesta de compromiso de su hermano a San Francisco. No lo iba a negar, se había sentido lindo ver a Bruce confabulando con los demás para obligarla a estar presente. Joaquín tenía razón: una cosa era William Ward y otra sus hijos… es decir, sus hermanos.Sin embargo, todos debían aprender una lección, en especial Bruce Ward, y era que ella podía compartir parte de su material genético, pero no significaba que iba a responder con docilidad solo porque el moreno frente a ella era su hermano mayor.Frente a él hizo un par de llamadas, más que nada contactando a sus amigos y conocidos que le ayudaran a alquilar un jet privado de último minuto. Algo imposible.A medida que veía la desesperación creciendo en los ojos grises de Bruce, más se diver
La reacción de los gemelos despertó la suspicacia de muchos de los presentes, sin embargo esto no pasó de mera curiosidad para la mayoría. Jessica enderezó su espalda y compuso su mejor cara de mujer poderosa, elegante y altiva, destilando un aura de total confianza.Pocos minutos después se vio rodeada de un nutrido grupo de personas, de las cuales no conocía la mitad y a las que no podía prestar atención porque, de un modo incomprensible, los gemelos parecían dos chiquillos que han recibido el mejor regalo de navidad, y no dos adultos que estaban más cerca de los treinta de lo que parecía.Los gemelos mayores se sumaron a la jauría Ward ―así le pareció a la latina por un instante―, eso incluyó a sus dos mujeres, Holly la rubia y Emily la castaña rojiza. Estas la saludaron con bastante cariño, elogiando su hermoso vestido. Wallace y Will mantuv
Gregory había vivido un infierno los últimos meses, de los cuales, se estaba recuperando desde hacía apenas dos semanas atrás. Se debatía entre dos personalidades: la deprimente autodestructiva y la irascible autodestructiva; fuese cualquiera la que tomara el control en su ser, la autodestrucción estaba presente, porque siempre terminaba culpándose a sí mismo de lo sucedido.Estaba inmerso en su espiral de locura, bebió el alcohol que nunca consumió en toda su vida. Lloró como un miserable, oculto en el camarote de su bote; vio amaneceres neblinosos desde la ventana de su cuarto, sumido en horrorosos dolores de cabeza por las largas noches de insomnio… en fin, vivió un crudo despecho que lo secó por dentro.Durante esos días oscuros esquivó a Elsie, ella lo buscaba con preguntas que él no podía responder y con solicitudes a las cuales no iba a d
Volver a la fiesta era una necesidad, sin embargo, no tenía fuerzas para volver. Jessica salió del baño, y se encaminó de regreso a la escalera, pero en vez de bajar, se sintió tentada a recorrer el lugar, de ese modo podría calmarse un poco, regresar a su centro y retomar el control perdido gracias a ese condenado Vikingo. En perspectiva, todo lo que se consumaba con esa intensidad se hacía en un corto tiempo y tenía la seguridad de que no había pasado más que media hora, lo cual no era descortés, tomando en cuenta que podía alegar que estuvo hablando con algunos invitados o recorriendo la hermosa mansión. No le importaba dónde estaba Greg en ese momento, a fuerza de voluntad, sus emociones respecto a él estaban cerradas a cal y canto, hasta que estuviera en la intimidad de su habitación de hotel. Suspiró, deteniéndose a mirar un hermoso cuadro de cinco niños, cuatro de cabellos oscuros y uno rubio. ―Nos fue difícil mantenernos quietos el tiempo sufi