*Capítulo 3*

Los días han transcurrido velozmente. Ya mañana será mi cumpleaños, no he visto al Maestro tanto como quisiera. Por el contrario he tenido muchas visitas; un hombre muy elegante llamado Roman, se ha encargado del cuidado de mi piel y mi cabello, además de mis manos, ahora tengo hermosas uñas que parecen sacadas de revista. También ha venido la señorita Liliana, ella es una mujer tan refinada que después de una semana junto a ella, aún sigo sintiéndome intimidada; ella se ha encargado de mostrarme la mejor manera de vestir, como caminar de forma que balanceo mi cuerpo en un lento vaivén, me ha mostrado las posturas correctas para sentarme, cómo debo pararme, la posición que deben tener mis manos, cómo debo moverlas al hablar, me ha ayudado a ser más delicada y femenina. Y por si todo eso fuese poco, también ha venido la señora Mercedes, una mujer regia y muy disciplinada, me ha enseñado un montón de normas sociales, reglas de etiqueta como ella les llama; cómo debo tomas la copa, cual cubierto usar para cada ocasión y cada comida. Nunca hubiese imaginado que el tenedor de la pasta no es el mismo que debe usarse para las ensaladas, ni que la cuchara de sopa no es la misma que se usa para el postre, ni que las copas de vino son distintas a las de agua y a las de Champagne, que el vaso de whisky no se usa para servir martinis y como esa, muchas otras normas más.

La verdad es que me he sentido abrumada con todo lo que he tenido que estudiar, además de un profesor que me ayuda a mejorar mi lectura, mi escritura, y además estudio tres idiomas. Siento que es más de lo que puedo manejar. En ocasiones cuando voy a la cama, los dolores de cabeza amenazan con impedirme el sueño. Sueño que solo logró conciliar con alguna pastilla y un té para dormir. 

Lo peor de todo es que después de una semana de estudios intensivos, no logro alcanzar la perfección que busco. El Maestro, me ha dicho que es imposible que lo haga perfecto todavía. Solo llevo una semana estudiando, y debo confesar que aunque sus palabras me causaron un poco de alivio, no pudo evitar del todo la tristeza de mi alma. Quería ser perfecta.

Me voy a la cama pensando en que mañana será mi cumpleaños número diecisiete, y con un dolor de cabeza calándome en lo más profundo. Ingiero la pastilla y me acuesto ansiosa por el día de mañana.

Los rayos del sol entran a través de mi ventana, parpadeó lentamente, para luego abrir los ojos de lleno. La habitación está hermosamente iluminada por la claridad matutina. Me levanto y entró inmediatamente al cuarto de baño. Me ducho, lavo mis dientes, seco mi cuerpo y mi cabello. Esparzo crema hidratante en toda mi piel. 

Roman, me ha dicho que esa debe ser mi rutina matutina y también la nocturna, así mantengo mi piel hidratada, suave y tersa al contacto. 

Estoy ansiosa por el día de hoy, salgo de la habitación y me detengo sorprendida.

-¡Felices diecisiete!- el Maestro se encuentra de pie junto a la cama, sobre esta ha colocado muchas cajas de regalo. Los diferentes colores en los papeles, brillan alegres, todos son de distintos tamaños.

-Maestro. . . muchas gracias. No debió molestarse- me siento un poco incomoda ya que mi cuerpo solo está cubierto por una toalla de baño y mi cabello cae con delicadeza sobre los hombros.

-Nada de molestias, es un día especial pequeña. No siempre se cumplen diecisiete.

-Gracias- le sonrió.

-Te dejaré para que te vistas- me recorre con la mirada y un escalofrió pasea por mi espina dorsal- te esperaré en el desayunador. Espero disfrutes de los obsequios.

-Así será- respondo segura. El Maestro tiene un gusto exquisito. Dudo que pueda equivocarse otorgando un obsequio.

Lo veo marcharse y respiro un poco aliviada. 

-¿Por qué me obsequia tantas cosas el Maestro?, ¿No ha sido suficiente con todo lo que ya me ha dado?- me pregunto en voz alta. Recuerdo una de sus lecciones y enderezó mi cuerpo completamente- No seas tonta Susana. Regla número Cuatro; Una seductora nunca se abruma por los presentes. Los acepta, sonríe agradecida y los disfruta, porque sabe que es merecedora de ellos.

<<Goza tus regalos, Susana Mitchell>>

En aquellos envoltorios había de todo; vestidos, joyas, zapatos, perfumes. Todo aquello con lo que nunca soñó. Jamás pensó disfrutar de prendas tan exquisitas. Dentro de una caja había un hermoso bolso azul eléctrico, sonrío feliz. 

Aquel bolso me había encantado cuando lo vi por primera vez en aquella lujosa tienda. No me había atrevido a pedírselo al Maestro, porque consideré que el precio era demasiado elevado, pero evidentemente el Maestro reparó en cuánto lo deseaba. 

La puerta de mi habitación se abre y me sobresaltó, me giro para ver de quién se trata.

<<Gloria>>

Esta mujer me cae realmente mal, me desagrada todo de ella. No logramos congeniar para nada. Siento que me ataca todo el tiempo, es por ello que me veo en la necesidad de estar en guardia todo el tiempo. 

Bien. Me dije recordando la lección del Maestro. Si Gloria no me tolera es su asunto. La que debe preocuparse es ella, no yo. 

Enderezo mi espalda y la miro fijamente. 

-¿Qué se te ofrece?- Ella me mira con reproche- Estoy cansada de decirte que no entres a mi habitación sin llamar. 

-Ya se cree con derechos en esta casa- me exhortó indignada. Cuadro mis hombros dispuesta a no dejarme intimidar. 

-No sobre la casa, pero sí sobre esta habitación. Así que si deseas entrar, llama primero.

-No recibo ordenes suyas.

-Quizás deba quejarme con el Maestro- le amenacé. 

-A ver muchachita- su tono despectivo me enfurece, me recuerda al maldito hombre del restaurant- no me das miedo, y quiero que lo tengas presente. Y segundo. . .¿ A qué se debe lo de Maestro?

-Si quieres saberlo pregúntaselo tú misma- respondo encogiéndome de hombros- no tengo intenciones de darte explicaciones- le dedico una mirada de superioridad. Esa que tanto he estudiado y perfeccionado. 

-Eres una pequeña arribista. ¿Crees que no he notado todas las atenciones que tiene el señor Kaplam para contigo?

-¿Y eso te incumbe?, no eres su mujer, solo una empleada más- la veo tensar su mandíbula y sé que le ha dolido lo que le he dicho- ahora márchate.

-Yo. . .- me mira enfurecida.

-Ah, para desayunar, solo se me antoja; jugo de naranja, cereal y algo de yogurt, eso sí. . .que sea yogurt griego Gloria. Hoy es mi cumpleaños y solo comeré lo mejor- le sonrió y la veo tensar su espalda y marcharse agitando la puerta.

No es nada fácil actuar así, creyéndome superior. Pero para eso me educa el Maestro, para ser superior a todas, para s er una dama y aunque tenga a penas diecisiete años, debo comportarme como lo que él espera; una aprendiz de seductora, segura de sí misma. 

Me visto con un hermoso vestido Azul rey, un cinturón negro y unos tacones negros, no muy alto. Aun no aprendo a caminar con ellos, así que decido usar calzado que me ayude a verme bien, pero que no me arroje al suelo a primera de cambios. Dejo mi cabello suelto, aplicó mascara de pestaña, rubor y brillo labial. La señorita Liliana, me ha mostrado que en la sencillez matutina está el éxito. 

Al llegar al desayunador, el Maestro me espera, se pone en pie para recibirme y yo le sonrío.

-Te vez hermosa, Susana.

-Gracias, Maestro- Sacó la silla, y me indicó que me sentará, era muy caballeroso, ese era un gran gesto. 

Gloria apareció, junto a una chica que se disponía a servir el desayuno.

-¿Se le ofrece algo más, señor?

-No Gloria, estoy bien así.

-A mi si se me ofrece algo- el Maestro me miró con una media sonrisa y Gloria tensó su mandíbula.

-¿Qué se le ofrece señorita Mitchell?- mi nuevo nombre sonaba realmente bien. El Maestro fue muy gentil al permitirme escogerlo. 

-Deseo una ensalada de frutas.

-Bien- se marchaba cuándo mi voz la interrumpió.

-No te vayas, Gloria- ella se giró y volvió junto a la mesa- Maestro, no quisiera incomodar o dar más molestias de las que ya ocasiono.

-No molestas, Susana. 

-Gracias- le sonrío- Maestro, la señora Gloria no comprende que debe llamar a mi habitación antes de entrar. Le he hecho la observación, pero me ha recriminado el hecho de que no tengo autoridad alguna en esta casa- miro al Maestro a los ojos, bajo las pestañas en forma delicada y luego vuelvo a mirarle. La señorita Liliana me ha dicho que es un gesto muy coqueto que nunca falla. El Maestro me sonríe- Yo quería pedirle, que usted le solicitara a Gloria que respete mi espacio.

-Señor. . .- comenzó ella.

-La señorita Mitchell, no requiere nada de otro mundo Gloria, sólo desea que su privacidad sea reverenciada- el Maestro la mira severamente- Nada imposible de cumplir, ¿ o sí, Gloria?

-No señor- ella me mira molesta, pero desvía su mirada rápidamente.

-Muy bien, espero que sea un problema solucionado. No quiero escuchar más sobre el asunto. La señorita Mitchell es mi invitada y como tal debe ser tratada.

-Sí, señor.

-Gracias Maestro, ahora si puedes retírate Gloria- ella giró sobre sus talones y se perdió en dirección a la cocina.

-Cada día te tolera menos- me dice el Maestro medio Riendo.

-Ese es su problema, no el mío- digo firme mientras ingiero mi jugo de naranjas.

-Muy bien, Susana- me alaba- eres una aprendiz magnifica. Ahora conversemos sobre lo que haremos hoy- lo miro sorprendida.

-¿No irá usted a la oficina, Maestro?

-Hoy no, me he tomado el día libre. Además le he dicho a tu equipo que hoy no recibirás clases, así que hoy compartiremos solo tú y yo- mi corazón dio un salto, pero lo disimulo. Aunque le dedico una sonrisa satisfecha- La pasaremos genial. 

Como siempre el Maestro cumplió con su promesa. Todo el día lo dedicamos a pasear, almorzamos en un elegante restaurant, me llevó a conocer hermosos lugares. Me compró rosas y chocolates. Me sentí tan mimada, como nunca antes lo había sido. 

Al llegar a la casa, ésta se encontraba con la iluminación a medias. Los de seguridad hacían su ronda. Seguramente el servicio se había marchado hacía ya mucho.

 El Maestro me acompañó hasta mi habitación, cuando coloqué la mano sobre la perilla de la  puerta  para abrirla, él me detuvo, su cálida mano cubrió la mía. Me giré para toparme con su fija mirada. Coloca sus manos en mi cintura y me gira completamente.

-¿Qué sucede, Maestro?

-Nada Susana, no sucede nada.

Siento que me empuja suavemente y quedo completamente recargada contra la puerta de mi habitación, me rodea la cintura con  más  firmeza y se acerca más a mí, puedo sentir que su cuerpo me oprime contra la puerta, me siento abatida  y  desconcertada.

Mi corazón se acelera violentamente, mis nervios amenazan con explotar, siento los latidos de mi corazón en mis oídos, mis manos tiemblan y mi cuerpo se estremece, desconozco todas estas sensaciones que me sacuden. 

-Yo. . . – intento decir, pero no alcanzo a protestar nada, pues mi sorpresa es mayor al sentir que los firmes labios del Maestro, entran en contacto con los míos. 

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