CAPÍTULO 4

Nicola no puede dejar de ver la belleza de Mariana, pero más que eso le llama la atención la manera en la que aquella frágil loba, tan delicada como una flor lastimada, ahora parece una rosa con espinas filosas para defenderse.

Jennifer se acerca, abre los ojos y levanta el mentón, sonríe burlándose de su tía.

— Tía, espero que entiendas que el amor es así — siempre ha intentado hacerse la víctima, demostrar que ella nunca ha sido mala, que de su cabeza no salen pensamientos perversos.

— No me vuelvas a decir tia, para ti soy Mariana — La loba gruñe, se ha contenido, ha intentado mantener su cabeza en alto y su dignidad de reina intacta, quizás por eso no le ha dado una cachetada a la jovencita que se burla.

— Está bien, ya no te diré tía, creo que lo mejor será que nos tratemos con distancia hasta que sabes tus heridas, así que dirígete a mi como reina — Jennifer tiene una sonrisa pícara.

—¿Crees que ganaste? No querida, yo gane — Mariana la observa de arriba abajo, está destruida, siente que su corazón se rompe, pero jamás le demostrará su dolor a ellos, no va a permitir que se burlen de sus sentimientos.

Jennifer aprieta su puño con fuerza, enterrando las garras en la palma de su mano, mientras presiona los dientes.

—¿Esta bien señorita?— Nicola que entra al salón se percata de la incomodidad de la joven.

Jennifer levanta la mirada, observa a aquel guapo joven, sus ojos parecen atraparla, este se presenta como el Alfa de Luna de Oro.

La loba agacha la cabeza y hace una reverencia — Yo soy la futura reina de Luna Esmeralda — sonríe, un poco coqueta, se siente atraída por el fuerte y elegante lobo.

Mauro baja las escaleras, saluda a Nicolá dándole sus respetos y agradecimiento por venir para culminar con esto.

— Se que eres un lobo ocupado, pero quiero rehacer mi vida con la loba más hermosa que he conocido — Mauro le da un beso a Jennifer, algo que la hace sentir incómoda ante la presencia de Nicola.

Los dos se dirigen al estudio donde los ancianos y los lobos le esperan para realizar el ritual.

Al abrir la puerta, Mauro ve a Mariana, su boca se abre, sus ojos se iluminan, hace mucho no determinaba la belleza de su esposa como lo hace ahora.

— Creo que los dos tenemos conceptos diferentes de belleza, Mariana... Ella es para mí la loba más bella de este lugar — Nicola no tiene reparo en confesar lo que ve, Mariana parece iluminar aquel lugar.

Mauro gruñe, siente una fuerte rabia en su pecho al escuchar como aquel joven lobo alaba la belleza de Mariana.

— Necesito que hagamos esto ya, mi hija necesita de mis cuidados — Mariana con el mentón levantado, y la mirada segura quiere acabar con el matrimonio y seguir su vida lejos de los miserables.

Uno de los líderes del consejo Alfa, se sienta en el centro de la mesa de madera, a su lado los Alfa de las otras manadas que serán testigos del divorcio.

— Espero que entiendas que renuncias a Mariana y a tu hija — El lobo le explica a Mauro de nuevo que perderá a su familia por completo.

Mauro se queda en silencio.

— El lo sabe, y lo asume — responde Mariana.

El líder hace que los Alfa firmen un pergamino, donde se da por concluida la relación ante la manada y los ojos de la diosa Luna.

Nicola es el último en firmar, se levanta de su mesa y se acerca por la espalda de Mariana, coloca el papel sobre la mesa, olfatea un poco de esa loción a rosas de la loba y le señala con un susurró en el oido donde debe firmar.

Mariana se pincha el dedo, coloca su firma con la pluma y la mancha de sangre en el papel.

— Es tu turno — le entrega el pergamino a Mauro que se ha quedado en silencio todo el tiempo.

La rabia lo consume, observa como Nicola parece no quitarle la mirada a su esposa, tiene celos, ¿Esta haciendo lo correcto?¿Ya no ama a Mariana?

Su cabeza se llena de preguntas

— Necesito un momento — Mauro jala del brazo a Mariana y la saca al pasillo

—¡¿Conoces a ese jovencito?!¡¿Por que te habla con esa familiaridad?!— le recrimina furioso.

— Ya no tengo que darte explicaciones, solo firma y dame mi libertad — Mariana quiere regresar al estudio pero Mauro de nuevo la jala del brazo.

—¡Es tu amante!— gruñe Mauro con descaro, reclamando en medio de sus celos.

Mariana le da una fuerte cachetada

—¡Respetame! Te recuerdo que quien fallo fuiste tú.

Mauro agacha la cabeza

— Ya no quiero...

Los dos son interrumpidos por Jennifer que sale del estudio, la loba se ha percatado que su plan puede venirse abajo.

— Te espero adentro, quiero acabar con esto — Mariana pasa por el lado de Jennifer, no la determina, se ha convertido en un fantasma en su vida.

—¿Que sucede? Se que estás nervioso pero nuestra felicidad está a una firma — Jennifer toma las manos de Mauro, las besa y las pasa por su rostro.

Mauro se ha arrepentido, ahora puede ver el panorama completo, no sabe si la decisión es la correcta.

Jennifer puede ver la duda en sus ojos

— Tienes que hacerlo, por nuestro bebé — Ella agarra las manos del Alfa y las coloca en su vientre, dice estar embarazada.

Mauro sonríe, quizás en el vientre de Jennifer este el cachorro macho que herede la manada, la besa

— Serás mi reina cómo te lo prometí.

Regresa con otra visión, firma los papeles y coloca la huella de sangre.

El líder del concejo les pide entregar sus anillos de compromiso, los mismos con los que se juraron amor eterno.

Mariana suspira y se lo entrega al igual que Mauro lo hace, el matrimonio oficialmente ha sido acabado.

— Mariana desde hoy pierdas tus títulos de reina, de madre de princesa y de esposa del Alfa, pero debo admitir que para la manada siempre serás nuestra reina — El líder del concejo le da la libertad a Mariana.

Jennifer besa a Mauro y les cuenta a los presentes la noticia de su embarazo, un último golpe para Mariana.

Mariana se retira con la frente en alto, al salir una fuerte lluvia la empapa, su rostro se moja no solo del agua del cielo, sus lágrimas salen una tras otra mientras camina acelerada.

Siente como una capa la cubre, gira y ve a Nicola con una sombrilla cubriéndola de la lluvia.

— Desde hoy querida reina divorciada, te cuidare.

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