La visita de Evans

Finalmente, el día tan esperado había llegado, y los primeros rayos del sol comenzaron a filtrarse a través de la ventana. Valentina había regresado a casa alrededor de las 2 de la mañana, y ahora se sentía bastante cansada. De repente, su alarma sonó contundentemente, marcando las 8 de la mañana. Valentina sabía que era hora de prepararse, ya que tenía clases en la universidad. Con un movimiento ágil, se levantó de la cama y, mientras se frotaba los ojos para despejarse un poco, empezó a caminar hacia el baño, con la intención de darse una buena ducha que la refrescara antes de comenzar el día.

Después de una ducha revitalizante, Valentina se vistió con una ropa cómoda y se apresuró a la cocina. El aroma del café recién hecho llenó la habitación mientras preparaba su desayuno. Decidió hacerse una tostada con aguacate y huevos revueltos. Mientras mordisqueaba su desayuno, revisó su mochila para asegurarse de que tenía todo lo necesario para el día: libros, cuadernos, bolígrafos y su laptop. Luego de guardar las cosas, salió corriendo hacia la parada del autobús. Valentina llegó a la parada del autobús justo a tiempo. Se subió y encontró un asiento junto a la ventana. Mientras el autobús avanzaba, observaba cómo la ciudad despertaba lentamente. Los vendedores ambulantes comenzaban a instalar sus puestos, y las calles se llenaban de personas apresuradas.

El trayecto hacia la universidad solía ser bastante largo y tedioso, así que Valentina decidió colocarse sus audífonos y dejar que la música la transportara a otro mundo. Quería despejar su mente de cualquier distracción, y eso incluía a Sofía, su hermanastra, quien se encontraba junto a su grupo de amigas. Las chicas hacían todo lo posible por llamar su atención, riendo y hablando en voz alta, buscando molestarla de cualquier manera. Sin embargo, Valentina decidió mantenerse firme en su decisión de ignorarlas. Le desagrada la idea de tener que compartir clases con Sofía, ya que conocía muy bien lo insoportable que podía ser. Esa complicidad entre ellas no existía.

Al llegar a la universidad, Valentina se dirigió directamente a su primera clase del día: Literatura Contemporánea. Era una de sus asignaturas favoritas, y siempre esperaba con ansias las discusiones sobre los libros que leían. Hoy, el profesor había prometido una charla especial sobre Gabriel García Márquez, uno de los autores preferidos de Valentina.

Durante la clase, Valentina tomó notas diligentemente y participó activamente en la discusión. Sentía que su cansancio se desvanecía a medida que se sumergía en el mundo mágico de "Cien años de soledad". Al final de la clase, el profesor la felicitó por sus aportes y le recomendó algunos libros adicionales para leer.

Después de Literatura, Valentina tenía un pequeño descanso antes de su próxima clase. Decidió aprovechar el tiempo para ir a la biblioteca y buscar los libros recomendados. Mientras caminaba por los pasillos llenos de estanterías, se encontró con su amiga Clara, quien también estaba buscando material para un proyecto.

_ ¡Valentina! _ exclamó Clara _. ¡Qué bueno verte! ¿Cómo estás?

_ Hola, Clara. Estoy bien, solo un poco cansada. ¿Y tú?

_ Igual, pero emocionada por el proyecto de historia. ¿Quieres que nos juntemos más tarde para trabajar en ello?

_ ¡Claro! Me encantaría. Nos vemos en la cafetería después de mi próxima clase.

Con una sonrisa, Valentina se despidió de Clara y continuó su búsqueda en la biblioteca. Encontró los libros que necesitaba y se dirigió a su siguiente clase, sintiéndose más motivada y lista para enfrentar el resto del día. Sin embargo, su momento de calma fue abruptamente interrumpido en el instante en que comenzaba a salir. De repente, sintió cómo un líquido helado recorría su cuerpo, arruinando por completo su atuendo. Al levantar la mirada, se percató de quién era la responsable de esa desagradable situación: Sofía, que venía acompañada de sus amigas con la evidente intención de amedrentarla.

_ ¿Qué demonios te pasa? _ exclamó, alzando la voz _. ¿Acaso has perdido la m*****a cabeza?.

Sofía se acercó a ella con una expresión de satisfacción en su rostro. Con una sonrisa que reflejaba su triunfo, exclamó:

_ No podías ser lo suficientemente valiente como para ignorarme todo el día. Tienes que entender que conmigo nadie se atreve a meterse.

Valentina, empapada y furiosa, decidió no dejarse intimidar por Sofía. Con una mirada decidida, se enfrentó a ella.

_ No sé cuál es tu problema, Sofía, pero no voy a dejar que me arruines el día.

Sofía y sus amigas estallaron en risas, sin prestar atención al desagrado que comenzaba a crecer en Valentina. A pesar de los comentarios burlones y las miradas hirientes, Valentina no se dejó intimidar por ellas. Con determinación, se abrió paso entre las risas, decidida a no dejar que la afectaran. Comenzó a caminar por el patio de la universidad, manteniendo la cabeza alta y los pasos firmes.

Sin embargo, al llegar al jardín, una de las amigas de Sofía, una joven con una actitud desafiante, la interceptó. Sin previo aviso, tiró de la camisa de Valentina, lo que provocó un desagrado considerable en la joven.

_ Por lo que puedo observar, estás logrando hacerme enojar, y te aseguro que eso no será en absoluto beneficioso para ti, Rebeca _, le advirtió.

Rebeca intentó forcejear con Valentina, pero cuando esta última estaba a punto de reaccionar y golpearla, una limusina negra se detuvo repentinamente frente a las puertas de la universidad. El impresionante vehículo atrajo la atención de todos los presentes en el jardín, incluidos tanto los maestros como los estudiantes. En cuestión de momentos, las puertas de la limusina comenzaron a abrirse, revelando la figura de un hombre corpulento que lucía un atuendo confeccionado con una tela de gran calidad y bastante costosa. Uno de los hombres que lo acompañaban salió rápidamente y desplegó una sombrilla, protegiendo al corpulento individuo de los intensos rayos del sol.

_ Observo que deseas acercarte con esas manos que intentas utilizar para agredir a mi prometida. Si llegas a tocarle un solo cabello, te aseguro que te quedarás sin ellas _ le advirtió con firmeza.

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