Desnúdate frente a mí.

Rebeca permaneció completamente inmóvil, sus ojos fijos en el joven de cabello negro que se encontraba frente a ella. Él la miraba con una expresión fría y desapasionada, lo que inquietaba a Rebeca. Poco a poco, sus manos se movieron hacia abajo, casi como si estuviera meditando cuidadosamente sobre su próximo movimiento.

_ ¿Quién es usted y por qué ha irrumpido en nuestra universidad? ¿Acaso no sabe que esto es propiedad privada? _ preguntó, tratando de atraer la atención de los demás que se encontraban a su alrededor.

Su voz, aunque firme, traicionaba un leve temblor que evidenciaba su nerviosismo ante la situación. Evans se acercó un poco más a ella, y una vez que estuvo lo suficientemente cerca, se inclinó hacia su altura. Mientras mantenía la mirada fija en sus ojos, sus ojos reflejaron una frialdad inquietante.

_ No tengo que darte explicaciones _ afirmó, mientras una sonrisa irónica se dibujaba en su rostro _. Pero puedo decirte que esta universidad ahora me pertenece.

Rebeca sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar las palabras de Evans. La situación se volvía cada vez más tensa y peligrosa. Decidida a no dejarse intimidar, respiró hondo y trató de mantener la calma.

_ No puedes simplemente tomar posesión de la universidad, replicó con firmeza. Hay leyes y procedimientos que debes seguir. ¿Qué es lo que realmente quieres?

Evans se enderezó y cruzó los brazos, observándola con una mezcla de diversión y desdén.

_ Lo que quiero es irrelevante para ti _ respondió _. Pero si insistes en saber, digamos que tengo asuntos pendientes que resolver aquí.

Rebeca volvió a dedicarse a mantener su figura, Una vez más, se esforzó por encontrar la manera de hacer que Evans se marchara. Sin embargo, él no hizo más que dirigirle una rápida mirada a Valentina. En ese instante, se dio cuenta de que toda su ropa estaba absolutamente sucia.

_ ¿Quién te ha hecho esto? _ preguntó, furioso _. Dímelo y te juro que haré que pague por ello _ interrumpió, lleno de indignación.

Justo en ese momento, el director de la universidad, que estaba ingresando al jardín, interrumpió la escena.

_ Señor Evans _ dijo el director _. ¿Cómo se encuentra? No esperaba verlo tan temprano por aquí.

El hombre se acercó lentamente, y al hacerlo, pudo notar la expresión de desagrado que emanaba de Evans en ese instante. Dirigió una mirada de reojo hacia los chicos, buscando una aclaración sobre lo que sucedía, pero ellos, en lugar de ofrecerle respuestas, se limitaron a señalar en dirección a Rebeca, dejando claro que ella era la responsable de la situación.

_ Rebeca Collins, ¿acaso has hecho algo que haya ofendido al señor Evans? _ preguntó con tono serio _. ¿No sabes que... _ fue interrumpido por Evans, quien no parecía dispuesto a dejar que terminara la frase.

_ Vaya, vaya, jaja _ comentó sonriendo, mientras comenzaba a aplaudir lentamente, dejando escapar risas nerviosas y acercándose a ella con paso firme. _ Pero qué grata sorpresa. Así que eres tú la famosa Rebeca Collins. Pues, vaya, debo decir que tu carácter es tan fuerte como el de tu padre.

Al escuchar esas palabras, Rebeca se quedó completamente sorprendida. Aquel hombre parecía tener un conocimiento sorprendente sobre su vida, como si hubiera estado espiándola. Sin embargo, ella mantuvo una calma aparente y no dejó que sus emociones se evidenciaran en su rostro.

_ Qué lástima que ese carácter tuyo no te sirva para nada _ comentó él, con un tono despectivo que dejó entrever su desprecio. _ Vaya, me doy cuenta de que Eduard Collins cuenta con el dinero suficiente para enviar a su hija a una universidad privada y cubrir una matrícula lo bastante alta como para asegurarle una educación de calidad. Sin embargo, parece que no tiene medios para saldar la considerable deuda que ha adquirido. Rebeca, si no fuera por ti, no habría tenido conocimiento de esta sorprendente noticia. ¡Buen trabajo, niña! _ comentó con ironía.

_ No lograrás salirse con la tuya. ¿Acaso crees que, por ocupar un cargo elevado, puedes menospreciar a mi familia y a mí? Te informo que mi padre no permitirá que cumplas con tus objetivos.

_ Eso lo veremos, querida Rebeca. Veré cuánto tiempo pueden resistir. Pero por ahora, tengo otros asuntos que atender. _ Se giró hacia el director_. Espero que pueda mantener a sus estudiantes bajo control, director.

El director solo se limitó a asentir con la cabeza, mostrando su conformidad sin hacer más comentarios. Ante esto, Evans decidió girarse nuevamente hacia Valentina. Se acercó a ella con determinación, quitándose el saco que llevaba puesto y colocando la prenda sobre sus hombros, buscando brindarle un poco de calor y consuelo.

_ ¿Estás bien? _ preguntó, con evidente preocupación en su voz, mientras sus ojos la miraban con intensidad.

_ Sí _ respondió Valentina, pero evitó el contacto visual, mirando hacia otro lado, como si intentara ocultar lo que sentía por dentro.

Antes de que pudieran comenzar a caminar, Evans se detuvo en seco. _ En el momento en que descubra quiénes son los responsables de lo que le hicieron a mi prometida, puedo asegurarte que no tendrán la oportunidad de relatarlo.

Después de ese momento, él tomó de la mano a Valentina y la condujo hacia la limusina. Al llegar, se apresuró a abrirle las puertas, permitiéndole entrar con elegancia y facilitarle que se acomodara en el lujoso interior. Una vez que ambos estuvieron dentro, partieron rumbo a la mansión de Evans. El trayecto fue largo y tomó aproximadamente una hora debido a la distancia que debían recorrer.

Mientras avanzaban, Evans aprovechó la oportunidad para realizar una llamada telefónica. La conversación fue breve y no le tomó más que unos minutos, hasta que tuvo que finalizarla apresuradamente al darse cuenta de que ya habían llegado a su destino. Él descendió de la limosina y, con un gesto amable, extendió su mano hacia Valentina. Esta, al recibirla, no dudó ni un momento en tomarla, aceptando el ofrecimiento sin oposición.

Evans y Valentina entraron a la majestuosa mansión, sus pasos resonando en el amplio vestíbulo. La decoración lujosa y los detalles elegantes reflejaban el poder y la riqueza de Evans. Sin perder tiempo, él la condujo hacia su recámara, una habitación espaciosa y decorada con buen gusto.

Al llegar, varios asistentes ya estaban esperando con una gran cantidad de ropa nueva para Valentina. Evans se giró hacia ella, su mirada firme pero llena de preocupación.

_ Valentina, necesito que te cambies. No puedes seguir con esa ropa sucia _ dijo, señalando las manchas de jugo que cubrían su ropa.

Valentina, aunque un poco sorprendida por la solicitud, asintió lentamente. Los asistentes se retiraron, dejándolos solos en la habitación. Evans se acercó a ella, quitándole la chaqueta y colocándola sobre una silla cercana.

_ Quítate la ropa sucia _ pidió con suavidad, pero con una determinación que no admitía réplica.

_ Pero no puedo hacerlo si estás aquí, ni si me estás mirando _ dijo ella, con evidente nerviosismo.

Evans se levantó de la cama y se acercó hacia ella, manteniendo sus labios tan cerca que casi se rozaban. Podía percibir su respiración entrecortada y el suave latido de su corazón, que parecía acelerarse con cada segundo que pasaba.

_ ¿Y cuál es el problema? _ preguntó él, con una mirada intensa. _ Soy tu prometido, así que desnúdate frente a mí _ añadió, dejando escapar las palabras con una voz ronca y apenas audible, como un susurro que cargaba una mezcla de deseo y desafío.

Valentina dudó por un momento, pero luego comenzó a desabrocharse la camiseta, sintiendo la mirada de Evans sobre ella. Aunque la situación era incómoda, había algo en la forma en que él la miraba que le transmitía una extraña sensación de seguridad.

Una vez que se hubo quitado todo, Evans se acercó y le entregó una bata de seda. _ Ponte esto mientras eligen algo adecuado para ti _ dijo, su voz ahora más suave y comprensiva. _ El baño se encuentra en aquella dirección; puedes ducharte allí y eliminar toda la sensación pegajosa que tienes en la piel _ le indicó.

Valentina levantó la bata que había dejado sobre la cama y, tras unos minutos de contemplación, se dirigió al baño. Cuando finalmente salió, llevaba puesta la prenda, y el suave tejido acariciaba su piel, brindándole una sensación de comodidad. Evans, que la había estado observando en silencio, no tardó en romper el silencio.

_ No te preocupes, Valentina _ dijo con voz tranquila _. Estoy aquí para protegerte. Nadie te hará daño mientras estés conmigo.

Ella asintió lentamente, experimentando una mezcla de agradecimiento y desconcierto. La situación en la que se encontraba era realmente inusual, pero había algo en la forma de ser de Evans que le transmitía una sensación de seguridad. A pesar de la rareza del momento, esa conexión le daba confianza, como si, de algún modo, estuviera en un lugar seguro y bien cuidado.

Sumida en sus propios pensamientos, no se había percatado de que Evand había dejado la cama. Fue solo cuando comenzó a sentir unas manos grandes envolviendo y acariciando su abdomen, mientras unos besos suaves se posaban en su cuello, que reaccionó a la ausencia de su compañero.

_ ¿Qué estás haciendo? _ preguntó, sintiendo cómo el rubor inundaba su rostro, evidenciando su sorpresa y confusión ante la inesperada situación.

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