Dios mío

Mastiff dudó por un breve momento, consciente de lo que significaba. La transformación a su forma Lycan no era solo un cambio físico; era un sacrificio de control, una lucha constante contra sus instintos más primitivos. Pero sabía que no tenía elección.

"De acuerdo", respondió en voz baja.

El gran lobo respiró hondo y empezó a concentrarse. Su cuerpo comenzó a temblar, y un sonido bajo y creciente de huesos crujiendo resonó a lo largo de la orilla del río. Sus patas delanteras comenzaron a alargarse, adoptando la forma de brazos humanos, mientras sus hombros se ensanchaban, los músculos expandiéndose como si quisieran romper la piel. Su postura cambió, tornándose erguida como la de un humano, pero conservando la agilidad de un depredador cuadrúpedo.

El pelaje negro se volvió aún más denso, cubriendo una piel que parecía una armadura natural, gruesa y resistente. El cráneo de Mastiff se alargó, formando un hocico prominente lleno de dientes afilados, con ojos que ahora brillaban
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