Valeria le dio un beso a Alice y otro a Zuzú antes de que se fueran a descansar. Amelia había demorado poco menos de veinticuatro horas en darle el alta del hospital, y por fin estaba en la tranquilidad de su casa, pero sabía bien lo que eso significaba. No se molestó en irse a su habitación, sino
—Creo que… sería mejor si… vamos a descansar… —balbuceó de repente como si el calor que emanaba del pecho desnudo de Nick de repente hubiera empezado a hacer efecto en ella. Nick se dio cuenta en el instante en que su respiración volvió a hacerse pesada, y volvió a besarla mientras la empujaba haci
Nick negó con vehemencia mientras se revolvía incómodo en el asiento trasero del coche. Jack conducía, Yuri iba en otro coche y una patrulla los escoltaba de regreso a casa. La última protección que tenían por el momento porque el detective Norton sí se había tragado aquello de que Miranda se había
Él se detuvo de repente cuando vio que ella casi lo miraba sin pestañar. —¿Revoltosa? ¿Estás bien? ¿Pasa algo? Valeria negó mientras se mordía el labio inferior, nerviosa, y solo abrió los brazos bien grandes pidiendo un abrazo. Nick sonrió como si le hubieran hecho un regalo, la levantó contra s
El detective Norton golpeó la mesa con rabia antes de correr hacia el departamento técnico del precinto y m****r a rastrear a aquel celular. Él también reconocía que era un número local, y eso significaba dos cosas: La primera era que Miranda lo había engañado miserablemente para ganar tiempo. Y la
Valeria asintió, abrazándose a él, y salieron hacia el hospital. Valeria sentía náuseas, estaba asustada y tenía un nudo en la garganta, pero al menos la presencia y el apoyo de Nick le brindaban un poco de seguridad. Se encontró con los gemelos en la misma puerta de Urgencias y ya el detective No
Alice arrugó la nariz en cuanto el auto se detuvo. La habían llevado en el asiento de atrás, con las ventanas oscuras subidas, pero en cuanto aquel hombre había detenido el coche y le había abierto una puerta, el olor a moho y óxido le habían invadido la pequeña nariz. —¡Vamos, baja! Alice lo mir
Samuel sonrió con desprecio. —Le disparé porque se lo merecía. Todos ellos son iguales, riquillos creídos que piensan que son mejor que todos. Tuvo años para disfrutar su fortuna… ¡Ahora es mi turno! —Así es cariño. Así es —lo animó Miranda, pero a ella el dinero la tenía sin cuidado. Se había enc