Nick suspiró con impaciencia. —Fui a verla ayer pero su padre me dijo que había viajado a Nueva York. —¿Sin avisar? ¿Muy apresurado, no? —sospechó Layla. —Eso me parece también, pero ahora mismo no tengo tiempo para preocuparme por ella. Su madre asintió, despidiéndose, y apenas cruzó el umbral
Nadie supo que Valeria y Richard habían pasado menos de cuarenta y ocho horas en Nueva York. Y definitivamente durmieron un día completo después de regresar. Justo a tiempo para recibir a Elliot que estaba de vuelta en casa. Tres días después, Valeria salió a buscar su media docena de rosas rosadas
Enterraron las cabezas en el trabajo y en todo lo que restó de día pusieron en orden todo lo que faltaba para el desfile. Andrew personalmente fue a buscarla ese día así que si Nick tenía algún plan en mente, se lo frustró Davies abiertamente. Sin embargo al día siguiente, cuando llegó al trabajo,
Nick le pasó a Valeria su vestido para que se lo pusiera, pero no se movió de posición ni por un milímetro. —¡Cálmate, Miranda! Este no es lugar para hacer un escándalo —dijo con firmeza. —¡¿Pero sí lo es para que te acuestes con esta zorra?! —Sí, para eso cualquier lugar es bueno… ¡y ya te dije
Nick miró dentro de aquel salón con los ojos desorbitados y se llevó las manos a la cabeza. Los retazos de tela estaban por todas partes, pero ni un modelo permanecía intacto. Recogió un trozo del suelo y Valeria vio que sus puños se cerraban con rabia sobre cada extremo de la tela. —Los cortaron
—Sí —respondió Valeria sencillamente—. Modificaré mi frase: eres odioso pero esos detalles son buenos, no soy ciega. ¿La segunda? —Hablaste en plural. ¿«Intentaban»? —preguntó Nick. Valeria se giró hacia él con ademán molesto. —¿Todavía eres tan ingenuo como para pensar que Anna hizo esto sola? —
—¡Por supuesto que no hay nada! —escupió Miranda—. La mandaste a borrar, ¿Verdad, maldita? ¡Para poder incriminarme! Valeria lanzó una carcajada perentoria. —¡Por supuesto que no, querida! ¡De eso te encargas tú solita! —Alargó la mano y Jack le entregó el control remoto de la pantalla de la sala—
Nunca en su vida Nicholas Bennet había corrido más rápido entre más obstáculos, pero le tomó un segundo atravesar el corredor, la sala y llegar a la puerta. Su madre lo miró con reprobación y empujó el periódico de la mañana contra su pecho. —¿No pensabas invitarme? ¿O es que ya estabas seguro de q