Valeria cayó en medio de aquel círculo de gente sorprendida e impactada, y su primer instinto fue hacerse un pequeño ovillo. Pero estaba desnuda. Desnuda, expuesta y vulnerable frente a toda esa gente y eso no cambiaría. El frío del aire acondicionado le hería la piel y su mejilla estaba pegada al
Caminó hasta el ascensor con Valeria. No sabía si tenía que empujarla o arrastrarla, porque la muchacha parecía estar en un completo shock. No era para menos, jamás había visto a una mujer desnuda ser humillada de aquella forma, y por más cabrón que él fuera, no podía ser indiferente ante algo así.
Valeria no podía recordar la última vez que había bajado la cabeza ante nadie, y esta vez lo hacía en medio de una multitud desconocida, porque aunque no podía retener las lágrimas, tampoco quería que los que estaban a su alrededor la vieran llorar. Por suerte en el autobús todo el mundo iba perdido
Elliot y Richard lanzaron un suspiro, porque lo que decía tenía mucha lógica y en efecto, Valeria no parecía la mujer que se guardaba sus sentimientos, buenos o malos. —Está bien, te creemos, pero papá está de viaje resolviendo algunos problemas de la empresa. Intentaremos ponernos en contacto con
—¿Nena, estás segura de esto? —preguntó Emma con tristeza. Valeria se había esforzado tanto para salir adelante en la vida, especialmente teniendo una responsabilidad tan grande como cuidar de Alice, que a Emma se le rompía el corazón solo de imaginar que todo aquel esfuerzo había sido en vano. —Sí
—Lo sé, querida, pero puedes enfermarte de gravedad si sigues así. Es más, deberías ir ahora mismo a un hospital, porque no creo que lo que tienes sea solo cansancio. Valeria asintió y Emma les agradeció antes de llevarse a su amiga y sentarla en una de las mesas traseras. Estaba a punto de ir por
Valeria cerró los ojos por un segundo y su cabeza chocó contra la pared en que se soportaba aquella hilera de asientos. Había dormido, comido y esperado en aquella silla por casi una semana. Alice estaba muy enferma, la fiebre había tardado cinco días en ceder y Valeria ya no podía recordar en qué
—¡Noooo, eso fue…! ¡No puede ser, Dios mío! —Valeria se llevó las manos a la cabeza—. Oficiales, por favor tengo a mi hermana internada aquí… está muy enferma y yo soy la única persona que tiene… ¡Por favor, necesito estar con ella! —sollozó Valeria. —Lo sentimos mucho, señorita, pero órdenes son ó