ENRIQUE MILLERLa desventaja de tener a una mujer tan terca como Isabella es que no dejaría que nada la venza y si se trata de orgullo es peor.—De verdad, quiero que salgamos lo antes posible del país. No quiero retomar esa vida llena de peligros a la que no sometimos.— en el fondo quería que aceptara. Acá no la podía proteger a cómo en nuestra ciudad. Ni siquiera tenía tantas amistades y desconocía hasta donde pueden llegar esas personas.—Por supuesto que no nos vamos a ir— me espeto viéndome a los ojos— sabes que no les tengo miedo y no me pidas que desista de la idea porque ahora más que nunca les voy a demostrar que miedo no tengo.Sentía unas ganas tremenda de gritar, pero me contuve. Esta mujer me terminaría de matar con sus cosas.—Escucha— le digo mientras la sostengo de sus hombros— se que eres una mujer fuerte y de eso no tengo la menor duda, cariño, me lo has demostrado y no hace falta más argumentos para querer enseñarme que lo eres, pero esto se trata de tu vida y la mí
—Isabella, ¿en donde estas? —Enrique sonó del otro lado del celular. Rodé los ojos porque no me gustaba que me estuviera controlando todo el tiempo.—Necesitaba un respiro —respondí, entrando a la empresa donde se necesitaba una secretaria para presidencia. Era la única oportunidad para poder encontrar un trabajo digno.—Vuelve a casa pronto por favor, no me gusta que andes por ahí sola. —casi lo oía exasperado.—Relájate, Enrique, relájate. —corté la llamada y guardé el celular dentro de mi bolso. Estando arriba esperé junto a otro montón de mujeres que venían por el puesto, estaban muy bien arregladas, eran hermosas, casi pasaban por ser modelos o algo así. Me miré de reojo mi vestimenta, algo casual y decente. Decidí ignorar mis pensamientos intrusivos y concentrarme en conseguir el trabajo, no creo que sea algo del otro mundo tener una entrevista con el dueño.—Marisela Collen —se escuchó por allí. Una de las que estaba conmigo pasó a la oficina. Tengo mucha ansiedad justo ahora y
El lugar era lujoso, si, pero tenía a mucha gente extraña. Gente que jamás pensé que vería así de cerca. Y vaya que sé reconocer a una gente mafiosa cuando la veo. Me preguntaba que demonios estaba haciendo aquí, si Enrique se diera cuenta pondría el grito en el cielo. Me estoy metiendo en la boca del lobo me decía a mi misma. Sin embargo ya estoy aquí y no se que hacer, digo, no puedo hacer nada.—Ven por acá, hay alguien que quizás ya conozcas —murmuró, llevándome a una zona más privada, más vip. Mi sorpresa fue ver a la persona que menos creí en este lugar. Enrique estaba sentado en una mesa jugando cartas con tres hombres más. El chico no se había percatado de nuestra presencia. —Buenas noches, señores —murmuró Enderson, buscando la atención de todos. Enrique elevó la vista y se descolocó por completo cuando me vio. Dejó lo que estaba haciendo y se puso de pie, viniendo hacia mi.—Isabella, ¿qué haces aquí? —me tomó del brazo. Su toque era a cálido.—¿No sabes las nuevas noticias
—Enrique, no molestes —me lancé a la cama de nuevo—Déjame dormir.—Vamos a cenar, en serio —me tomó de la mano haciéndome salir de allí—Si querías trabajar me hubieras dicho, en mi empresa hay muchos puestos.—Por favor, ya hemos hablado de esto. Necesitaba hacer algo por mi sola.—Está bien, pero por favor cuídate con Enderson, no lo conocemos bien y no sabemos cuáles son sus intenciones.Miré su expresión para tratar de ver la trampa en ella, pero no había ninguna. Más bien parecía que decía la verdad y se notaba serio o abrumado.—Bien —accedí, saliendo de la habitación con Enrique pisándome los talones.—¿Que quieres de cenar? —me preguntó en cuanto llegamos a la cocina.—¿Que hay? Lo que sea, no tengo mucha hambre.—Prepararé una pasta —dijo.—¿Tu? —lo señalé.—¿Si, por qué?—Por nada —medio sonreí, volviendo mi vista a la pequeña pantalla de tv. A veces Enrique me hacía dudar, sus cambios de ánimos me hacían sentir confundida. Enrique estaba preparando la pasta cuando un sonido
Era una noche oscura y fría. Traté de ignorar el miedo que sentía y seguí andando, pero cuando llegué a la piscina, me agarraron por los brazos desde atrás. "¡No! ¡Suéltame!", grité, intentando zafarme de las manos pegajosas que me inmovilizaban. "¡Ayúdenme!" Grité tan fuerte como pude, esperanzada de que alguien me escuchara... Entonces lo vi: Enrique corriendo hacia nosotros como si fuera un torbellino. Arremetió contra el hombre que me sujetaba y lo derribó al suelo con facilidad. El otro malechor trató de escapar en vano; Enrique le dio un puñetazo en la cara y lo mandó rodando por el cemento hasta quedar inconsciente junto a su compinche. Yo estaba sin palabras ante la imagen del valiente Enrique defendiéndola ferozmente contra aquellos asaltantes. Nunca antes me había sentido tan protegida e intimidada al mismo tiempo... Y tampoco nunca antes me había sentido tan atraída por él.—Estas bien? —Enrique se veía agitado y no es para menos, todvía no podía procesar lo que acababa de
—¿Quien es? —quiso saber Enderson cuando mi celular sonó. Era Enrique quien me había mandado un mensaje diciéndome que fuéramos a almorzar, le dije que sí porque también quería verlo y hablar de ciertas cosas con el.—Enrique, iremos a almorzar, ¿me necesita para algo mas? —quise saber, dándole una mirada intensa.—Se me han adelantado —dijo— Justo iba a proponerte eso —murmuró, dándome a entender que tenía que cancelarle a Enrique para que saliéramos los dos. Mordí mi labio inferior para no decirle algo hiriente sobre que nosotros solo somos secretaria y jefe y nada más pero no lo hice, no arruinaría esta oportunidad de trabajo por mis groserías.—Quizás en otra ocasión—me puse de pie—nos vemos en una hora, señor, con permiso —dicho eso salí de su oficina, me sentía bastante acalorada porque hablar con el me parecía muy cargado de energía. Fui a mi cubículo y tomé mi bolso, me encamine hacia el ascensor y me adentré."Pasaré por ti en cinco minutos" me había dicho Enrique. Salí de la
Después de almorzar Enrique me llevó de nuevo a la empresa, deseándome suerte en mi tarde de trabajo. Se ha portado muy bien hoy y eso me gusta. En el trabajo traté de hacer todo bien, de dejar todo bien hecho para que nadie pudiera poner quejas de mi. Ni siquiera Tatiana. Mi jefe tuvo una reunión toda la tarde, también tuvimos la visita de un oficial de policía lo cual me pareció raro pero supongo que Enderson querría hablar con ellos, por seguridad o algo así.—¿Me tras los papeles por favor? —pedía Tatiana, no se si mi jefe era Enderson o ella porque siempre me estaba llamando. Me era incómodo, sin embargo, no podía hacer nada acá porque yo era una simple secretaria.—Claro —fui a la sala de juntas por todas las carpetas y las llevé donde ella. La junta había terminando y ahora los señores estaban en la sala tomándose unas copas de vino mientras platicaban animadamente.—Llévales más vino a los señores —me indicó de nuevo Tatiana.Suspiré profundo pero hice caso. Fui a la cafetería
Enrique estaba listo con su traje bien puesto. Se veía muy guapo a como fuera, terminé de bajar las escaleras y me dirigí a él, no sabía lo que podría pasar en la dichosa cena pero tenía que poner de mi parte para no hacerlo quedar mal.—Estoy lista —le dije.Enrique me miró y se quedó sorprendido al verme, ni siquiera lo disimuló, entonces me recorrió con la mirada de pies a cabeza. Mi cabello iba suelto, me pinté los labios en rojo y había elegido unas sandalias negras de tiritas. No encontré algo mejor.—Estas... —suspiró—... hermosa.Mordí mi labio inferior.—Gracias. No pude encontrar algo mejor así que...—¿De que hablas? Deslumbrarás hoy en esa cena.Reí.—Tampoco exageres —murmure, empezando a caminar hacia la salida.—Es la verdad —me siguió. Nos montamos en el auto hacia donde sea que sea el evento. El camino en el auto fue un poco incómodo pero rápido, agradecí cuando llegamos. Habían más autos de lujo estacionados allí, en todas partes. El lugar era enorme, una mansión de