—¿Quien es? —quiso saber Enderson cuando mi celular sonó. Era Enrique quien me había mandado un mensaje diciéndome que fuéramos a almorzar, le dije que sí porque también quería verlo y hablar de ciertas cosas con el.—Enrique, iremos a almorzar, ¿me necesita para algo mas? —quise saber, dándole una mirada intensa.—Se me han adelantado —dijo— Justo iba a proponerte eso —murmuró, dándome a entender que tenía que cancelarle a Enrique para que saliéramos los dos. Mordí mi labio inferior para no decirle algo hiriente sobre que nosotros solo somos secretaria y jefe y nada más pero no lo hice, no arruinaría esta oportunidad de trabajo por mis groserías.—Quizás en otra ocasión—me puse de pie—nos vemos en una hora, señor, con permiso —dicho eso salí de su oficina, me sentía bastante acalorada porque hablar con el me parecía muy cargado de energía. Fui a mi cubículo y tomé mi bolso, me encamine hacia el ascensor y me adentré."Pasaré por ti en cinco minutos" me había dicho Enrique. Salí de la
Después de almorzar Enrique me llevó de nuevo a la empresa, deseándome suerte en mi tarde de trabajo. Se ha portado muy bien hoy y eso me gusta. En el trabajo traté de hacer todo bien, de dejar todo bien hecho para que nadie pudiera poner quejas de mi. Ni siquiera Tatiana. Mi jefe tuvo una reunión toda la tarde, también tuvimos la visita de un oficial de policía lo cual me pareció raro pero supongo que Enderson querría hablar con ellos, por seguridad o algo así.—¿Me tras los papeles por favor? —pedía Tatiana, no se si mi jefe era Enderson o ella porque siempre me estaba llamando. Me era incómodo, sin embargo, no podía hacer nada acá porque yo era una simple secretaria.—Claro —fui a la sala de juntas por todas las carpetas y las llevé donde ella. La junta había terminando y ahora los señores estaban en la sala tomándose unas copas de vino mientras platicaban animadamente.—Llévales más vino a los señores —me indicó de nuevo Tatiana.Suspiré profundo pero hice caso. Fui a la cafetería
Enrique estaba listo con su traje bien puesto. Se veía muy guapo a como fuera, terminé de bajar las escaleras y me dirigí a él, no sabía lo que podría pasar en la dichosa cena pero tenía que poner de mi parte para no hacerlo quedar mal.—Estoy lista —le dije.Enrique me miró y se quedó sorprendido al verme, ni siquiera lo disimuló, entonces me recorrió con la mirada de pies a cabeza. Mi cabello iba suelto, me pinté los labios en rojo y había elegido unas sandalias negras de tiritas. No encontré algo mejor.—Estas... —suspiró—... hermosa.Mordí mi labio inferior.—Gracias. No pude encontrar algo mejor así que...—¿De que hablas? Deslumbrarás hoy en esa cena.Reí.—Tampoco exageres —murmure, empezando a caminar hacia la salida.—Es la verdad —me siguió. Nos montamos en el auto hacia donde sea que sea el evento. El camino en el auto fue un poco incómodo pero rápido, agradecí cuando llegamos. Habían más autos de lujo estacionados allí, en todas partes. El lugar era enorme, una mansión de
—Lo veo muy mal, quizás deberíamos de salir. No creo que esa gente siga allí —pedí—tenemos que ir a un hospital por favor.Enrique seguía sudando, se veía realmente mal. Tengo miedo de que algo malo le pase, si se muere yo... no podría resistirlo. Quise llorar en ese momento.—No llores —limpió una lagrima—no me gusta verte triste por mi culpa.—Entonces hazme caso, no quiero seguir aquí. Tiene que haber una manera de salir.—¿Te lastimaría perderme? —me pregunta y no puedo creer que me esté preguntando eso cuando sabe... bueno, quizás no lo sabe.—Claro que si —susurré—hazme caso por favor.—Isa, eres tan hermosa.—Ya empezaste a delirar.—Es la verdad, muy hermosa. Me gustas tanto...Bajé la mirada, en el fondo me sentía apenada.—Pero está bien, salgamos. Siento que no podré resistir más y no me siento listo para dejarte sola—lo ayude a ponerse de pie. No se oía nada de nada allá arriba. —Ven por acá—lo seguí hasta un camino dentro del sótano, hasta llegar a una puerta. La abrió si
—Está bien, Isabella, te daré el permiso. Si necesitas algo me avisas, ¿esta bien? —pidió.—Claro, muchas gracias.Enrique rodó los ojos.Guardé el celular y lo miré.—Listo. Quisiera darme un baño —le dije.—Yo quisiera irme para mi casa.La puerta se abre y aparece el médico.—Buenos días, ¿cómo está, señor Enrique?—Me siento bien, ¿me puedo ir ya?—Relájate, Enrique, deja de hable el médico.—Tendrá que comprar algunas medicinas pero sí, ya está dado de alta. Tiene que guardar reposo en casa y no hacer esfuerzos mayores, ¿entendido? Sino lo miraremos de nuevo por aquí muy pronto.—Está bien.—La policía está aquí y quieren hacerle unas preguntas —nos dice.—Claro —asentí pero Enrique no dijo nada. El doctor salió y al ratito entraron dos oficiales que se presentaron como el oficial Santos y el oficial Mendoza.—Anoche recibimos una llamada de la mansión Laurentis, varias personas reportaron disparos y varios resultaron heridos, ¿ustedes estaban allí?—Si, —respondí.—Yo responderé
Subí las escaleras, di un pequeño brinco en el mismo lugar debido a un rayo que se escuchó casi cerca. Me daban mucho miedo las tormentas, avancé hacia mi habitación, pero antes escuché a Enrique hablar por teléfono. —¿Sabes por qué fue el apagón? Silencio. —Está bien, revísalo cuánto antes. Cortó. Avancé de nuevo para que no me pillara escuchando conversaciones ajenas, pero creo que fue muy tarde. —¿Isabella? Me giré, llevándome una mano al pecho. —¿Sí? —¿Que haces?—Voy a mi cuarto, ¿necesitas algo?—No, nada. Oye yo… —se rascó la nuca medio nervioso—… sé que te aterran estas cosas y me sentiré mas seguro si te tengo cerca. Fruncí el ceño, casi no le veía la expresión por falta de iluminación. —¿Quieres decir que…?—Me puedo quedar en el sofá —murmuró. —Es solo para que… —bufó—mejor olvídalo. —No, no, espera —lo detuve— si lo que quieras es decirme que durmamos juntos esta bien. Y si, sería bueno que te acuestes en el sofá. Es grande y amplio, estarás bien allí. —Está b
—¿Se encuentra bien, señorita?— una mujer se me había acercado para ayudarme con los restos de la taza.Avergonzada respondí.—Si, lo siento mucho por haber causado este desastre— me coloqué de cuclillas para recoger los trozos de cerámica de la taza.—No hace falta— me dice mientras— para eso es mi trabajo— recogió los trozos y los echó en una bolsa.—De verdad, lo siento mucho— asentí para luego caminar lentamente hacia esa oficina. Tenía curiosidad por lo que estuviera pasando. No soy chismosa, pero aún no conecto el por qué de esa conversación.Doy unos cuantos pasos hacia la puerta y me cercioro para que nadie me esté viendo en este momento. No quiero que nadie me descubra. Coloco el oído a la puerta y escucho algunas palabras que no puedo distinguir muy bien.—A como te digo, pienso que es la mejor oportunidad que te ha salido y deberías de aprovecharla.— esa era la voz de Enderson.—Claro… lo dices porque estás en ventaja— ahora fue Enrique quien habló, pero se le podía escucha
—Te dije que no te acercaras a ella —Enrique vino a pasos apresurados hacia nosotros y tomó a Enderson del cuello. —¿Es que acaso no me entendiste?—El que no me entendió fuiste tu —Enderson lo quitó—Aquí la única que tiene derecho a decidir es Isabella —ambos me miraron. —¿Pero qué demonios les pasa? —exclamé, el enojo se estaba abriendo paso en mi. Primero porque Enderson me besó sin mi consentimiento y ahora Enrique que se cree con derechos. —¡Basta! Señor Enderson, si estoy acá con usted es exclusivamente por trabajo, no sé qué le hizo pensar que me puede besar. Si le di a entender otra cosa lo siento mucho pero si esto seguirá así entre nosotros yo prefiero renunciar. —tomé mi bolso y sin decir nada más salí de allí. Odiaba que los hombres se comportaran así conmigo, como si tuvieran algún tipo de derecho. ¿Que demonios les pasaba? En definitiva estaba muy enojada justo ahora. Caminé por las calles de la ciudad cuando un auto se estacionó a mi lado. —Isabella… —era Enrique. Ro