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Enrique apenas se movía debido al sedante que le habían inyectado, pero su oído estaba ligeramente borroso y su visión, un poco borrosa. Sólo podía pensar en Isabella. Dónde podría estar o por lo que podría estar pasando. Le dolía el deseo de salir de esta cama y encontrarla, pero ni su madre ni el hospital le dejarían salir tan fácilmente. Su madre sonrió antes de excusarse y salir de la habitación para atender una llamada.

Un enfermero con mascarilla entró en la habitación y Enrique apartó los ojos de él. Ya estaba harto del hospital. Sólo se volvió hacia él cuando sintió un extraño tirón en la mano, mientras le clavaban lo que parecía un trozo de papel. Antes de que pudiera pronunciar una palabra o mirar bien al extraño enfermero, éste se había dado la vuelta y había salido rápidamente de la habitación.

Enrique reunió fuerzas y desarrugó el papel antes de leerlo. Sus ojos se abrieron ligeramente al darse cuenta de que la vida de Isabella corría peligro. Como tocado por el mismísimo
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