Sofia. —Es un niño… —el corazón me latió en la garganta y algo en mí se estremeció como nunca. No me dio tiempo de ver las expresiones de Gael, ahora mismo tenía una mezcla de emociones que me invadían con fuerza. Entre el latido que se escuchaba en esa máquina, y las imágenes de mi bebé de cuatro meses, me tenían al borde del llanto, y el descontrol. —¿Todo está bien? —escuché la pregunta de Gael hacia el médico que le sonrió y asintió. —Todo perfecto… está formado… aunque se vea pequeño… este reposo la ayudó mucho, y aquí tenemos un bebé sano… ¡Felicidades! Limpié mis lágrimas con una sonrisa, y luego miré a Gael que pasaba los tragos. El médico nos dio una lista de instrucciones y complementos que debía seguir tomando, y cuando estuvimos en el auto, solo pude sentir los brazos de Gael alrededor de mi cuerpo. —Mi abuela va a sufrir un infarto… como el que acabo de tener allí dentro… —enrollé mis brazos en él, besé su cuello y sonreí. Habíamos pasado un mes difícil. Lo que me
Sofía. —Todo es bellísimo… —me giré para mostrarle un conjunto blanco preciosísimo a Helena, mientras ella tenía otros tres en su mano. Ya eran casi las cinco de la tarde. —Me quiero llevar la tienda… —sonreí, y era indescriptible explicar que la ropa incluso me hiciera sentir a mi bebé en los brazos. Hicimos las compras, y luego fuimos a una cafetería en el mismo centro comercial. La abuela me estaba comentando del lugar donde viviríamos en Estado Unidos, y como había unas tiendas específicas, cuando vi que su rostro se alzó ante la llegada de alguien. No sé por qué me estremecí al ver a esa mujer delante de nosotras, pero tomó una silla y se sentó como si fuese nuestra mejor amiga. —¿Qué haces aquí, Camila? —Miré detrás de su espalda cuando la abuela preguntó, los guardias se pusieron alertas, pero bajé la mirada a ella cuando me miró con detalle. Como si tratara de buscar algo. Luego llevó su mirada a las bolsas. —¿Ropa de bebé? —me puse tensa, pero no dije una sola palabra
Sofía. Había querido asistir a la citación de Gael junto a él, pero entendía que la tensión no era buena para mí en estos momentos, sin embargo, había dado vueltas a toda la mansión, y los nervios reposaban en mi estómago durante la espera. —Trata de tranquilizarte, cariño… Gael sabe llevar todo esto, y estoy convencida de que detrás de esa calma que muestra, hay un trabajo hecho… Levanté mi mirada a la abuela que bajaba las escaleras lentamente, y me senté en el sofá. —Hay muchas personas en su contra… —Confía… él es astuto… tanto que hace pensar que lo tienen prensado, y luego saca todo de sí… solo que la muerte de su madre lo afectó mucho, y quiere hacer las cosas perfectas, Sofí… Asentí de forma inmediata y volví a ver el reloj. Desde que él se había ido, ya había pasado seis horas, y mi teléfono seguía sin ninguna notificación. —¿Qué decidieron de irnos primero? —Helena se sentó en mi frente mientras apreté mis labios. La conversación de anoche había sido demasiado larga,
Sofía. —¿Sofía? ¿Sofía me escucha? —yo podía escuchar, pero me costaba muchísimo abrir los ojos. Incluso sentía una presión en el pecho, y la falta de aire. —¿Sofía, me escucha? El aliento me golpeó de forma inmediata, y tuve que aspirar el aire. —Tranquila… puede toser con calma… poco a poco… —abrí mis ojos lentamente. Estaba rodeada de cables en mis brazos, tenía una cámara de oxígeno en mi boca, y a mi alrededor había muchos rostros con tapabocas, observándome. —Gael… —mi voz solo salió como un sonido débil, y alguien puso la mano en mi pecho. —Respire… —¿Dónde está Gael? —el médico negó. —Sofía… tranquilícese… —mi agitación se aceleró muchísimo, y luego me dolió el vientre. —No… no… Mi bebé… ¿Cómo está mi bebé? Estoy embarazada, doctor… por favor, tuve un accidente… mi esposo también… por favor… —¡Sofía! —miré los ojos del médico que me tomó por los hombros—. Usted tiene tres días aquí… estamos monitoreando su bebé, ¿de acuerdo? Está con vida… pero usted perdió mucha sa
Sofía. No hubo muchas palabras en un inicio, y tampoco era mi plan entrar de lleno hacia Diego, y menos cuando la abuela estuviera presente. Ella entendió que quería hablar de algunas cosas con este nuevo hombre, y luego de que nos instalamos en la casa, y me dejaron en la sala sentada en los sofás, la abuela solo le dio una mirada a Diego, y luego me observó. —Hay muchas cosas por hacer… pero no soporto mi cabeza… siento que va a estallar… —me estremecí al verla en malas condiciones. Así como a mí, el tema de Gael debía ser devastador para ella, y no supe qué decirle. —Trata de descansar… —Tú también… no te tardes mucho. Recuerda que hay cosas que planificar… Asentí ante su consejo, y luego la vi subiendo las escaleras. Ya habría tiempo para explicarle en detalle, y esperaba que ella pudiera entenderlo. Diego estuvo silente durante todo el tiempo, y luego de que nos quedamos solos, él me miró. —Sé que es precipitado que apareciera de la nada… además de que nunca respondiste
Sofía Odiaba que tuviese que esperar. Mi recuperación iba lenta, y los días pasaban eternos, mientras cada noche había un llanto que dolía más que el otro. Cada vez que abría mis ojos por la mañana, solo quería quedarme mirando a la nada, y por primera vez en mi vida mi respiración era demasiado lenta. No sé qué parte me dolía más, pero era muy difícil. Estaba este deseo que me quemaba por dentro de vengarme, pero de repente también esta desolación que incluso dolía mucho más. Cuando abrí mis ojos, después de una semana, me quedé abrazando almohada cuando sentí otro movimiento. Mis lágrimas se escurrieron cerrando mis ojos, y recordé el día en que Gael puso la mano en mi vientre y me sonrió. Quería pensar que era una pesadilla, creer que estaba en ella, me alimentaba de alguna forma. Había algo en mi subconsciente que me decía que despertaría en cualquier momento, y que, al girarme sobre la cama, vería esos ojos negros que me hacían sentir de forma perfecta. —Estoy en una pesad
Sofía. —Ahora que no tiene la escayola, debe caminar lentamente… —moví mi pierna cuando retiraron el yeso, y luego el médico comenzó a examinar mi brazo y la herida que tenía en el hombro. Aún me dolía el movimiento, pero la herida estaba cerrada. —Cualquier cosa, no duden en llamarme… —el médico volvió a decir, y Diego asintió. —Gracias… Esta era la primera vez que estaba en una propiedad de Diego, cuando salí de la mansión, pensé que íbamos a la clínica, pero me sorprendí cuando entramos a una de sus casas, y un médico privado vino a hacerme el chequeo. Cuando el especialista y su equipo se fue, me quedé mirando a Diego tratando de mantener a raya la sonrisa que me envió. —Creo que te ves grandiosa… Miré mi barriga abultada, estaba cumpliendo los cinco meses y ya se veía un globito en mi forma. —Solo me alegro de que ya pueda caminar sin eso… realmente era muy incómodo. Diego se pasó de un sofá a otro y luego tomó mi mano, para llevarla a su boca. Dio un beso cálido en ella
Sofía. El peso de mi decisión pesaba sobre mis hombros mientras observaba las lágrimas en los ojos de la abuela. Sabía que no podía abandonarla después de todo lo que había sucedido y de lo que estaba dispuesta a hacer para buscar justicia por Gael. Pero ver el dolor en los ojos de Helena me partía el corazón. —Abuela, por favor, entiende que no puedo dejar que esto pase. Gael no merece que nos rindamos así. Ella suspiró profundamente y se limpió las lágrimas con un pañuelo. —Sofí, entiendo tu determinación, y admiro tu valentía. Pero también tengo que pensar en lo que es mejor para ti y para el bebé. Esto va a ser una batalla larga y difícil, y no quiero verte sufrir más de lo que ya has sufrido. Ya ha sido mucho, perdí a mi hija, a mi nieto… no puedo más con esto… no quiero más perdidas… por favor entiéndelo. Me estremecí ante sus palabras. La verdad era que no sabía cómo iba a enfrentar todo lo que se avecinaba, pero sentía que tenía que hacerlo. No podía permitir que don Rafae