Este capítulo es dedicado a Guadalupe, hermosa, mil gracias por venir apoyando mi historia, y por esos comentarios tan bonitos, espero estar a la altura de tus expectativas. Un gran abrazo....
Sofía. El peso de mi decisión pesaba sobre mis hombros mientras observaba las lágrimas en los ojos de la abuela. Sabía que no podía abandonarla después de todo lo que había sucedido y de lo que estaba dispuesta a hacer para buscar justicia por Gael. Pero ver el dolor en los ojos de Helena me partía el corazón. —Abuela, por favor, entiende que no puedo dejar que esto pase. Gael no merece que nos rindamos así. Ella suspiró profundamente y se limpió las lágrimas con un pañuelo. —Sofí, entiendo tu determinación, y admiro tu valentía. Pero también tengo que pensar en lo que es mejor para ti y para el bebé. Esto va a ser una batalla larga y difícil, y no quiero verte sufrir más de lo que ya has sufrido. Ya ha sido mucho, perdí a mi hija, a mi nieto… no puedo más con esto… no quiero más perdidas… por favor entiéndelo. Me estremecí ante sus palabras. La verdad era que no sabía cómo iba a enfrentar todo lo que se avecinaba, pero sentía que tenía que hacerlo. No podía permitir que don Rafae
Sofía. Una vez fuera de la casa, Diego nos llevó a su auto y nos subimos en silencio. El ambiente estaba cargado de tensión, y la abuela y yo no podíamos evitar sentirnos afectadas por la confrontación con Camila y Fernanda. Diego ordenó un lugar, pero la abuela se apresuró a negar. —No… mi nieto está por llegar, debo reunirme con él… —Puede darle mi dirección, ya que no podrá llegar a la mansión… —ella me observó con duda, y tomé su mano. —Es lo mejor, al menos hasta que vuelen a Estados Unidos… Helena no pareció muy segura, pero asintió en silencio y allí es cuando miré a Diego que estaba un poco incómodo. —Sofía, entiendo que estés furiosa, pero no podemos permitir que esta situación se vuelva aún más complicada. Tenemos que lidiar con esto de manera legal y cuidadosa… amenazaste a esas personas delante del abogado. Asentí con resignación. Sabía que Diego tenía razón, pero no podía evitar sentirme impotente ante la actitud de Camila y Fernanda. —Lo sé… pero me sacaron de qu
Sofía.La tensión en la habitación se palpaba mientras Cristian y Diego se miraban fijamente, como si estuvieran midiendo fuerzas. Mi mente estaba dividida entre la sorpresa de conocer al hermano menor de Gael y la incertidumbre por lo que acababa de decir Diego.—Diego, yo… —comencé a decir, pero Diego me interrumpió con determinación.—Sofía, te prometí que estaría a tu lado en todo momento, y eso incluye protegerte de cualquier problema que surja. Sé que él es hermano directo de tu exesposo, pero…Cristian frunció el ceño, evidentemente molesto por la negativa de Diego.—Entiendo tu preocupación, pero soy familia de Sofía y de Gael. No tengo intenciones de hacerle daño a nadie, y mi abuela necesita estar en un lugar tranquilo después de todo lo que ha pasado. Es evidente que Sofía también.Diego se cruzó de brazos, sin ceder.—Lo siento, pero Sofía se quedará aquí. Ella necesita estabilidad y apoyo en este momento, y eso es lo que le ofrecemos.La abuela finalmente habló, tratando
Sofía. Tres días pasaron y mis dudas aumentaban, estaba desesperada porque el tiempo, o más bien los hechos ocurrieran, y no quería presionar a Diego, pero estaba en mi punto límite cuando él llegó a la casa donde me estaba quedando. —Diego… —Tranquila… mira… —él encendió una pantalla plana y puso el suficiente volumen a las noticias. Allí estaba viendo a don Rafael caminando apresurado con un montón de reporteros a su alrededor haciéndoles preguntas. “¿Es verdad que está implicado en la muerte de su hijo?” “¿Qué dice de los hechos que lo involucran en el accidente donde murió su esposa?” “¿Es verdad que su actual esposa viene de la trata de personas?” Tuve que poner mis manos en la boca, sin poder creerlo. —Esto seguirá por días… se hará un escándalo en el senado, y espero sea destituido de las filas de elección… y no solo eso… estará bombardeado por dos semanas en los periódicos y noticieros, hasta que la policía nacional deba hacer algo de forma obligatoria… Mi boca tembló
Sofía.Estaba tratando de mantener la calma, y aunque no entendía ¿Cómo? Sí… la mujer que estaba frente al espejo era yo.Estaba vestida de blanco, y mi barriga se veía más grande.—Eres muy hermosa… pronto serás la señora Slim… —me giré, pero el rostro de la mujer no era conocido, ella solo arreglaba mi vestido mientras estaba en la misma habitación de la casa de Diego, donde me había quedado en estos últimos meses.Mi rostro se veía pálido, algo ojeroso a pesar del maquillaje, y de pronto negué.¿Por qué había aceptado casarme tan rápido?Miré mi mano para ver ese anillo en mi dedo que brillaba más que toda la habitación, y luego sentí las patadas de mi bebé.No hubo tiempo para tener un pensamiento cuando la misma mujer me tomó del brazo y me dijo:—Ya es hora…No sé por qué me apoyé en ella para caminar, bajé las escaleras con cuidado y luego me esperaba un enorme festejo en el amplio jardín.La gente se levantó de sus puestos y aplaudió con fuerza, pero enseguida, noté como Diego
Sofía. El día había transcurrido con la pesadilla de la noche aún en mi mente, pero decidí concentrarme en lo importante: mi bebé. Y después de mi llamada al ginecólogo, me dirigí a la clínica para asegurarme de que todo estuviera bien con mi pequeño. Las horas pasaron lentamente mientras esperaba en la sala de espera, con la ansiedad creciendo en mi interior. Finalmente, el médico me llamó y realizó una serie de exámenes para verificar la salud del bebé y mi propio estado. Afortunadamente, todo parecía estar bien, y el médico me tranquilizó diciendo que las puntadas que experimenté podrían haber sido simplemente contracciones que podían darse después del séptimo mes, que eran normales en el embarazo. Sin embargo, me recomendó mantenerme fuera del estrés, y llamarlo si sucedían con frecuencia. Salí de la clínica con un alivio temporal, pero aún tenía que afrontar la conversación pendiente con Diego, aunque no era lo que más quería en este momento. Miré la hora, eran las tres de l
Sofía. Diego me observó con una intensidad que me hizo sentir incómoda, como si pudiera ver a través de mis mentiras. Tragué saliva y traté de mantener la calma, a pesar de la ansiedad que me estaba invadiendo. —Diego… —retrocedí un paso cuando él dio otro hacia mí, como si fuese necesario apartarme de él —No entiendo por qué mientes, Sofí… ¿Dónde estabas? ¿Qué estás tratando de ocultar? Mi boca se abrió un poco negando. Su tono ya era demasiado. Mi mente buscó desesperadamente una excusa creíble. No podía decirle la verdad sobre mi encuentro con aquella misteriosa mujer en el galpón, no cuando aún no sabía si podía confiar en ella… o en él, que ahora mismo me hacía dudar mucho. —Diego… yo solo necesitaba un tiempo para mí misma… yo no me he recuperado de… tú lo sabes… —respondí con voz temblorosa. De inmediato él tomó mi rostro, en un agarre fuerte. —¿Por qué Sofí? ¿No soy suficiente hombre para ti? ¿Por qué? Diego dio unos pasos más cerca, y su mirada se volvió más penetrant
Sofía.La camioneta en la que me subí, arrancó a toda velocidad, haciendo que mi corazón latiera con fuerza en mi pecho. No podía evitar sentir miedo, pero al mismo tiempo, una chispa de esperanza se encendió en mi interior. Esta era mi oportunidad de escapar de la casa de Diego, de esta situación opresiva en la que me encontraba.Solo noté como aquellos hombres cayeron al piso, y no pude evitar sentirme culpable, de hecho, tampoco vi al chofer de Diego, y solo recordé que la mujer me dijo que ya no estaba.¿Era Diego capaz de matarlo?Los hombres que me rodeaban parecían estar bien organizados, como si hubieran planeado esta operación cuidadosamente.—¿A dónde vamos? ¿Ustedes están con ella? —pregunté con voz temblorosa.—No es seguro hablar aquí… mantenga la calma.Asentí, sintiendo que no tenía otra opción más que confiar en ellos. La camioneta continuó su camino a toda velocidad por carreteras secundarias, alejándonos cada vez más de la mansión de Diego.Mi mente estaba llena de p