Este capítulo es dedicado Micela Cristina De La Ossa, una de mis lectoras más exigentes hahahhahaah, gracias, hermosa, por todo el cariño recibido de forma tan abierta, por siempre ser muy realista, y sobre todo, muy sincera. Te quiero mucho....
Sofía. El ambiente se volvió opresivo, como si los secretos y las intenciones ocultas se hubieran materializado en una confrontación palpable. —¡Basta ya! —exclamó Gael con furia contenida, incluso algunos invitados cerca se volvieron a nosotros un poco asustados, mientras él casi que amenazaba a su padre colocándose al lado, pero su estatura y su cuerpo, obviamente, rebasaban al viejo—. Vas a arrepentirte… lo juro… No tuve otra opción, incluso salió de mí misma el interponerme entre ellos con rapidez. —Gael… vámonos… hay gente aquí… —le susurré—. No creo que quieras hacer las cosas de esta forma, eres más inteligente que esto… —me puse frente a él tomándole el rostro, e incluso desplacé un poco a don Rafael con mi imposición. —No tienes que irte… disfruta mejor la velada… yo invito… —el hombre mayor insistió, y antes de que Gael diera un paso me giré hacia el viejo, y lo miré fijamente. —No recibiría ni agua de sus manos… y si hui, es porque ni teniendo todo el dinero del mundo
Sofía. Las dudas y las inseguridades que habían estado latentes en mi mente comenzaban a tomar forma, alimentadas por las palabras de Fernanda. Me sentía atrapada en un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta. Retrocedí lentamente y caminé rápido, fui a mi oficina, tomé la carpeta, y luego salí hacia la de Gael. Pero en ese momento, justamente las mujeres venían caminando por el pasillo. Y me hice la real tonta, y le sonreí a ambas. —Buenos días… —Laura alzó el rostro, y Fernanda apretó la mandíbula forjando una sonrisa. —Buenos días… —ella arrugó el ceño—. Pensé que Gael estaba hoy en el otro edificio… lo saludaré… —No está aquí… —me adelanté tomando la manilla. —¿No está? ¿Necesitas algo? Alcé los hombros, y me crucé de brazos. —¿algo? No, no necesito nada… ¿Por qué lo preguntas? Ella miró a su madre, que ajustaba el bolso en su hombro y se hizo la idiota. —Pues… estás aquí, en la oficina de Gael… me había dicho que prepararon una para ti… Tuve que sonreír. Es
Sofía. Caminar por los jardines de la mansión junto a Helena me proporcionó una sensación extraña, el sol ya había caído, y las luces del jardín se estaban encendiendo. Por un lado, estaba ansiosa por conocer la verdad detrás de Camila y su relación con Gael, pero, por otro lado, temía que lo que descubriera sacudiera aún más los cimientos de mi vida. —Sentémonos aquí… —ambas nos sentamos y la miré fijamente pasando un trago. —Estaba allí… porque… yo… —Sé por qué… te importa Gael y no te explicas cómo ella está aquí. Y te diré algo primero Sofí, me alegra que quieras a mi nieto de alguna forma… Quité mi mirada, observando mis manos juntas. —Él… Ama a su exesposa… —lo dije como si fuese necesario, e incluso el silencio que se instaló en el momento fue mucho para mí. —Déjame decirte lo que pude percibir desde mi distancia, pero será Gael en algún momento que te aclaré todo el panorama. Asentí varias veces, ella tomó mi mano y me sonrió. —Estoy segura de que a mi hija, Marie, le
Sofía. Gael frunció el ceño al notar la tensión en el ambiente y luego la mirada inquisitiva en sus ojos se clavó en mí. Parecía haber percibido algo extraño, algo que no encajaba del todo en la situación. Y traté de ocultar mi inquietud bajo una sonrisa forzada. —¿Tú estás bien? —pregunté tratando de parecer tranquila. Gael me miró durante un momento más, su mirada penetrante parecía estar buscando algo en mis ojos, pero finalmente asintió. —Sí… Te estaba buscando… ¿Vamos a cenar? —asentí rápidamente tomando tu mano, pero él hizo algo que no esperé. Besó el dorso de mi mano, mientras otra punzada volvió a atacar mi corazón. Miré rápidamente a Helena. —Por mí no te preocupes… vayan… —apreté mi boca, y en un descuido, le di un beso en la mejilla, y luego le susurré en el odio a la abuela: —Gracias… —ella solo apretó mis brazos, y luego Gael le picoteó el ojo a Helena, para llevarme dentro de la mansión. —¿Qué tal las clases? —Geniales, claro, fue mucha teoría, pero creo que
Sofía. —Señora Koch, estos son los análisis de hoy… —acepté la carpeta de la asistente de Gael, sonreí y me puse a trabajar en la computadora. Me parecía increíble que hubiese pasado un mes y algunos días después de todo lo que había disfrutado en mi cercanía con Gael y una relación que estábamos disfrutando al máximo. Y si esto era un sueño, simplemente no quería despertar. Después de la charla con Helena, había entendido que Gael no quería hablar del tema por ahora, y me había centrado en nuestra relación, en compartir el tiempo juntos, y sobre todo, en romper todos los niveles, que se había vuelto nuestro juego favorito. Sonreí recordando cómo muchas noches nos quedábamos despiertos. Gael me había dicho que tenía planes de viajar pronto a Estados Unidos, y yo estaba emocionada. Incluso podía llevar mi universidad a donde fuera, mientras estuviera con el hombre que… Me detuve parpadeando varias veces, quité la mano del mousse, y solté el aire. Estaba enamorada de él, y eso er
Sofía. Me metí al auto en el cual llegué a la mansión, y le indiqué al conductor que saliera cuanto antes. —Pero… señora, Koch… —Ahora mismo… —le indiqué con algo de fuerza. El hombre comenzó a manejar, y me limpié las lágrimas precipitadamente. —¿Dónde vamos? —miré el retrovisor y negué. —Déjame en… te diré en unos minutos… Él asintió de forma dudosa, y cuando salimos de la mansión, solté el aire para tomar mi vientre. La escena frente a mis ojos parecía irreal, como si hubiera entrado en una dimensión distorsionada. Camila, la mujer que había estado en coma durante tanto tiempo, estaba parada abrazando a Gael y expresando su amor por él. Sentí un nudo en mi garganta y mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Aun con mis pensamientos distorsionados, sabía que algo estaba muy mal aquí. Era evidente que ese informe médico de su muerte cerebral, era mentira, quizás estuvo en un coma inducido, y las palabras de Helena, solo rondaban por mi mente tratando de hacer una conexión
Gael. En la mansión… Estaba totalmente impactado a pesar de que ya me había preparado para esto en algún momento. Había caminado hacia la mansión pensando que la abuela tenía un problema, pero ver a Camila allí sentada en el sofá, mientras su madre acariciaba su mano, ya era otra cosa. Por supuesto que no tenía una muerte cerebral. Sabía perfectamente que después del accidente, Camila había hablado con su madre, que ella sabía que había perdido al bebé, y que también iba en el auto con mi madre, cuando ella no debió estar con allí en ese momento. Ella tenía muchas cosas qué explicar, pero su coma permanente todo este tiempo, incluso antes de hablar conmigo, era lo que estaba descifrando en todo este silencio. —¡Gael! —ella se levantó con cuidado, y no pude evitar mirar a mi abuela—. Dios… estás… —¿Qué es esto? —la pregunta se me salió sola. —¿Cómo? Camila se ha levantado… ¿No estás emocionado? —Apreté mi mandíbula duramente hacia Laura. —Mamá… está fuera de sí, déjalo… esto es
Gael. Mi mente estaba en un torbellino mientras observaba a Diego Slim alejarse de la habitación de Sofía. Por supuesto que su apellido me ubicaba, era un hombre millonario y con poder en México y en el mundo, pero nada me importaba menos, y ahora no podía entender cómo, de entre todas las personas, se había topado con Sofía. Y además, la había atropellado. Una sensación de ira mezclada con preocupación me invadió, y mi mirada regresó a ella, que me apretaba la mano como si fuera su ancla. —¿Cómo estás? ¿Qué te hicieron? —Gael, por favor, cálmate… esto ni siquiera es necesario… —susurró Sofía, tratando de tranquilizarme. —¿Cómo puedo calmarme cuando ese tipo está aquí y acaba de atropellarte? —mi voz sonó ronca por la tensión. Me acerqué a su cama, sintiendo cómo la frustración hacía latir mi corazón con fuerza. Sofía soltó un suspiro y apartó la mirada por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. —Gael, fue un accidente, y ese hombre ha estado siendo muy