—Es posible que haya que operarlo. Quizás si llegamos a tiempo pueda salvar la mano... —¡Olvídese de la mano! Me refiero al resto de él, su vida, ¿se va a salvar? Los paramédicos se miraron y trataron de sonreírle, infundiéndole fuerzas. —Sí, eso esperamos, de verdad. Las dos horas que tardaron
Seis horas. Las más largas en la vida de Nahia. Seis horas pasaron mientras los médicos peleaban con todas sus fuerzas para salvar la mano de Aaron. Nadie emitía en un solo sonido, nadie se había atrevido a discutirle aquel matrimonio con Aaron o su decisión de que le salvaran la vida por encima de
El trabajo en Kings Holding Corporation comenzó a hacerse más serio. Nahia peleaba por mantenerse ocupada tanto tiempo como podía, abrió nuevas divisiones, contrató más equipos, se dedicó por completo a estudiar y trabajar mientras expandía desesperadamente aquella compañía, hasta que su nombre empe
Dos años después. —¡Hija, estoy tan orgullosa de ti! —exclamó su madre al ver aquel título colgado en la pared de su oficina. —Solo es un pedazo de papel, mamá —sonrió Nahia cargando a su pequeña bebé de dos meses—. Sabes que trabajar aquí en la empresa me ha dado mil veces más conocimiento que cu
—Probablemente en la madrugada, o mañana. Están en la mansión Hellmand —le dijo la chica—. Creo que organizaron una jaula o algo así. Nahia asintió, comprendiendo y le pidió una última cosa. —¿Puede decirme cómo llego a la mansión Hellmand? —Claro, mire cuando salga de aquí, gire a... La explica
Nahia sintió que el corazón se le hacía un nudo cuando lo vio aparecer, después de casi tres años sin verlo. Parecía que había crecido aún más, tenía muchos más tatuajes, de modo que casi le cubrían todo el cuerpo, y el corte militar había desaparecido, dejando lugar a un cabello más largo y ondulad
—¿Tienes... tienes una hija? —preguntó él con voz ronca y un poco ahogada. —Sí —respondió Nahia sin inmutarse. —¿Y qué... qué edad tiene? Quería que la tierra se lo tragara, solo de pensar que Nahia podía haberse quedado embarazada de él sin que lo supiera en todo aquel tiempo le estrujaba el cor
Aaron miró aquellos documentos por centésima vez en la madrugada. Ni siquiera quería leerlos o saber qué demandaba Nahia, sabía que obtener su libertad era lo único que podía interesarle de él. —Agárrala con la otra mano, que con la fuerza que traes en esa vas a hacerla estallar en pedazos —rio una