—¡Lo siento! Vengo corriendo y escapada —jadeó ella con una sonrisa. —Tranquila, estaba viendo el entrenamiento —le dijo él. Aaron se acercó lo suficiente para escucharlos sin ser visto, y observó cómo el chico se metía una mano en el bolsillo y sacaba una llave que le entregó a Nahia. —Recuerda,
¿Frustrado? ¿Decepcionado? ¿Había palabras más fuertes que esas para describir lo que sentía? ¡Ah, sí, enojado, estaba profundamente enojado porque ella había aceptado la llave de la residencia de un chico! ¡Para luego fuera a decirle que le estaba haciendo un puto favor! —¿Todavía estás cuidando a
Le lanzó las llaves y Aaron las atrapó en el aire, anonadado. —Vaya... el que venga después de mí... —siseó forzando una sonrisa—. No te mides ni un poco, ¿verdad? ¿Al que venga después de mí también te le vas a restregar? Nahia apretó los labios pero se metió las manos en los bolsillos y asintió
Aaron quería que la tierra se abriera y se lo tragara. No podía creer la estupidez que había hecho. Casi le temblaron las manos mientras hojeaba aquel álbum. Había escuchado esa impresora hasta la madrugada hacía dos días. Ella se había desvelado toda la noche haciendo aquello y él... Pasó saliva y
Aaron la vio esbozar una sonrisa sarcástica porque era evidente que ella no era de las que co-participaban en nada. —¡Vanessa no me gusta! ¡Por eso besarla fue una estupidez! ¡Lo hice porque estaba celoso! ¡Creí que te habías escapado para verte con el condecito! —espetó él con frustración. —¿Con
Aaron lo miró de arriba abajo. Era un poco más alto que él, y físicamente todo lo opuesto: rubio, ojos claros y cara de presidente de la maldit@ república. Vaya, lo que se llamaba un hombre de su casa, pero bien formado y con un arma. —Buenas tardes, señor Orlenko —lo saludó con respeto el guardaes
—¡No puedo creer que de verdad te estés portando así por ella! Solo eres su guardaespaldas —gruñó Vanessa—. ¿Qué nadie te habló nunca de clases sociales? ¡Esa sangre azul de los King no se mezcla, cielo! La gente poderosa no se fija en sus empleados más que para usarlos. Aaron respiró profundo y se
Tenía dos opciones, rendirse o persistir. No estaba en la naturaleza de un Orlenko rendirse, pero ¿cómo podía persistir sabiendo que simplemente se había equivocado? Para eso tenía que empezar por perdonarse la burrada que había hecho y tratar de conseguir el perdón de Nahia pero no era tan simple.