En cuanto se encerró de nuevo Aaron pegó la oreja a aquella puerta y la escuchó suspirar media docena de veces mientras comía. "Bueno... tú te comiste mi comida... hora de entregar tu baño", pensó él. Abrió su maleta y en aquella perfecta organización encontró justo lo que estaba buscando: "Mi fie
Aaron esperó la explosión de carácter, el enojo, el berrinche las siete groserías. La frase que debía salir de su boca era: Tú a mí no me dices a dónde puedo o no puedo ir. Pero para su sorpresa la muchacha apretó los labios y respiró profundo. —OK —gruñó y se metió en su cama enfurruñada. —Dulce
Parecía inteligente y a Nahia le agradó el hecho de que estudiara en Oxford, pero no llegó a saber nada más aparte de que se llamaba Josh, porque tres minutos después, mientras él miraba alrededor, sus ojos tropezaron con aquello y también se disculpó apresuradamente. Nahia lo vio perderse entre la
Se apoyó en la encimera y abrió una botella mientras Aaron hacía un esfuerzo por no notar la forma en que sus pechos se apretaban contra el mármol blanco. —Pudiste encontrar una mejor foto —se quejó ella señalando la camiseta—. ¿Y además qué es esa basura de que me muevo mal? ¿De dónde sacas eso?
Aaron tenía que reírse, no le quedaba más remedio. Quería retorcerle el cuello a la condenada pero tenía que reconocer que estaba a la altura. Él se había bebido aquella cerveza sin pensar que ella podía meterle un laxante, así que el error era suyo por subestimarla. Cuando por fin salió de allí, c
Apuntó a todos lados rápidamente, con esos movimientos automáticos que el entrenamiento ya había hecho hasta involuntarios en él, sin embargo en ningún lugar vio nada ni remotamente parecido a una amenaza. En cambio solo estaba ella en medio de la cocina, con su ropa de dormir demasiado corta y un
Y ciertamente ella no iba a olvidarlo porque acababa de comprobar que los besos de Aaron Orlenko eran apasionados, dulces, intensos e infinitamente emocionantes. Aaron sabía que si seguían así los dos terminarían en el suelo de aquel lugar, deseaba olvidarse completamente y sumergirse en ella para s
Nahia trataba de no mirarlo, pero realmente era algo muy difícil. Maddi y ella estaban emocionadas por el hecho de que las dos hubieran recibido cartas de admisión. Pero después de la euforia inicial, Nahia tenía otra euforia más escondida y más conflictiva. —¡Estoy tan feliz, Maddi! ¡Te lo merece