Le cerró el pantalón y encontró su cinturón en el suelo, poniéndoselo de nuevo con cuidado. —Suélllltame, perrrra, que estoy comprrrrrr... commmmm.... ¡comprometido! —gruñó él tratando de desembarazarse de sus manos y Maddi rio. —A buena hora te acuerdas, ricitos —murmuró con tristeza y sacó una t
James sentía como si una aplanadora le hubiera pasado por encima. Abrió los ojos despacio y miró al techo, sin ubicarse muy bien todavía en dónde estaba. Sintió el calor de un cuerpo a su lado, una mujer dormía sobre su pecho y James sonrió con suavidad al reconocer la curva de aquel trasero pequeño
—No, le rompí la nariz con una enciclopedia —replicó Maddi y James se aguantó la carcajada dos segundos antes de soltarla. —¿En serio? —Te lo juro. Ahora mismo debe estar en su cuarto, con su nariz escayolada, o en alguna clínica haciendo los arreglos para su rinoplastia —sentenció Maddi—. Pero de
—Te lo prometo —susurró ella—, te quiero para siempre, mi amor. Maddi lo abrazó fuerte, mientras sus cuerpos se movían en perfecta armonía y poco después ambos alcanzaban el clímax. James sonrió cuando la vio quedarse dormida de nuevo. Ella era su tierra prometida, el lugar al que siempre regresar
"¿Qué tan millonario eres?! James arrugó un poco el ceño, ni siquiera Sabrina le había hecho una pregunta tan directa. —¿A qué te refieres? —le preguntó con curiosidad. —Bueno... ¿tus millones son por decenas, cientos o miles? —insistió ella y James hizo una mueca y trató de hacer memoria. —El p
James la miró con adoración, porque ya imaginaba qué se le estaba ocurriendo a aquella cabecita. —Eso quiere decir que el orfanato desaparecerá —murmuró mirándola a los ojos y Maddi asintió. —Thomas Knox dice que no tiene cómo mantenerlo y la gente no dona mucho aquí. La mansión ya no está en las
Mientras seguían explorando James no pudo evitar sentir una profunda tristeza y frustración que brotaban de su interior. El edificio estaba en malas condiciones: las paredes estaban agrietadas y desgastadas, los suelos estaban llenos de agujeros y escombros, y todo el lugar parecía triste y vacío.
Nathan y Meli se miraron porque jamás habían visto tanta honestidad junta. —No me digas... ¿y como cuánto quieres sacarle? —murmuró Nathan viendo la expresión de su hijo. —Como seis millones, para ser exactos —dijo Maddi con una sonrisa tan luminosa que todos se quedaron un poco atontados. —¡Vamo