Martin la miró con desconfianza mientras ella le mostraba aquel cheque de cinco millones de euros. —¿Y tú por qué diablos querrías negociar conmigo? —Porque soy la novia de un millonario ahora —sentenció Maddi—. Lo que menos necesito es a una basura como tú rondando a mi alrededor. Quiero librarme
Frente a los ojos de Martin, Maddi firmó aquel cheque con letra pulcra y perfecta, y luego se echó atrás tranquila. Lo dejó saborear aquella victoria por algunos minutos mientras encontraba... encontraba... ¡Ah, sí, eso estaría bien! Así que cuando Martin se giró hacia ella con aquella sonrisa de t
Maddi se miró el antebrazo, donde una mancha de sangre se había secado y negó. —Sí y no —respondió y ante la pregunta interrogante de James le sonrió un poquito—. Sí, es sangre. No, no es mía. —¿Entonces de quién es, Maddi? ¿Qué fuiste a hacer? Ella respiró profundamente. —No fui a hacer algo...
—Lo lamento, señor Prescott, pero no se puede depositar el cheque —dijo el hombre. —¿Cómo que no se puede depositar? ¿Por qué? —ladró Martin con molestia. —Porque no tiene fondos —respondió el gerente sin inmutarse. —¿Qué quiere decir con que no tiene fondos? ¡Ella me dijo que era una cuenta nuev
Los dos hombres, de traje y corbata, se presentaron en el despacho de James King. Uno tenía unos treinta y cinco años, rostro amable y un currículum impecable como guardaespaldas. Él fue el que le dio todas las explicaciones y referencias a James de por qué la agencia lo enviaba y hasta le contó alg
Maddi llegó junto a ella y llamó su atención. —Nahia, linda... tu hermano ya lo contrató, si lo devolvemos a la agencia probablemente lo castiguen... —Mira cómo me duele —siseó Nahia. —Bueno... pues aunque te duela vas a tener que hacer un esfuerzo, porque ya está contratado —le dijo Maddi con vo
“Estamos encantados de informarle que ha sido admitida a la Royal Holloway University of London para el curso de pregrado”. —¡Dios, qué emoción! —chilló besando a James con alegría mientras se bebían aquella champaña helada. Maddi no podía creerlo. Sus sueños se estaban haciendo realidad y todo gr
Maddi no tenía ni idea de qué se trataba, pero estaba emocionada por hacer cualquier cosa con James, así que se dejó vendar los ojos y guiar fuera de la tienda. James la ayudó a subir a su auto y la llevó a casa mientras Sibar los seguía en una camioneta. Le dio el resto del día libre al guardaespal