Nuevos exámenes se hicieron, sin embargo la doctora Márquez solo pudo confirmar lo mismo que los demás médicos. —Lo siento mucho, Maddi, pero no hay nada que podamos hacer. Ella miró a James y sollozó amargamente, atormentada por la culpa y la pena. —Por favor, Maddi... acepta la operación, te lo
No comía, no dormía, no hablaba. Faltaba poco para que se hiciera encima, pero como no le pasaba nada por la boca eso también era difícil. James estaba volviéndose loco mientras intentaba que Maddi reaccionara, pero simplemente no lo conseguía. La doctora terminó recetándole algunas pastillas para
—Todos escapamos de algo, hermanito, es la ley de la vida. Solo que diferencia de Sophi que es una loca, y tú que jamás escuchas razones... yo decidí ser la madura de la familia y retirarme a tiempo. —¡Entonces sí dejaste a alguien en Boston! —replicó James y ella le dio un sopapo en la nuca. —¿Qu
Maddi asintió en silencio y durante un largo rato permanecieron allí, abrazados mientras intentaban soportar aquel dolor sordo que parecía hacer eco en el otro. Finalmente dos días después Nahia logró que Maddi se vistiera con ropa de calle y la llevara a ver universidades. Los días que siguieron f
Maddi sentía que le hervía la sangre en las venas. Todo ese letargo doloroso en que había estado las últimas semanas había desaparecido en cuanto había escuchado que Martin estaba amenazando a James con demandarlo por agresión. ¡Porque estaba convencida de que acusando y pidiendo dinero... ese solo
Martin la miró con desconfianza mientras ella le mostraba aquel cheque de cinco millones de euros. —¿Y tú por qué diablos querrías negociar conmigo? —Porque soy la novia de un millonario ahora —sentenció Maddi—. Lo que menos necesito es a una basura como tú rondando a mi alrededor. Quiero librarme
Frente a los ojos de Martin, Maddi firmó aquel cheque con letra pulcra y perfecta, y luego se echó atrás tranquila. Lo dejó saborear aquella victoria por algunos minutos mientras encontraba... encontraba... ¡Ah, sí, eso estaría bien! Así que cuando Martin se giró hacia ella con aquella sonrisa de t
Maddi se miró el antebrazo, donde una mancha de sangre se había secado y negó. —Sí y no —respondió y ante la pregunta interrogante de James le sonrió un poquito—. Sí, es sangre. No, no es mía. —¿Entonces de quién es, Maddi? ¿Qué fuiste a hacer? Ella respiró profundamente. —No fui a hacer algo...