Muy pronto se acercó a ellos un señor de unos cincuenta años, muy educado y serio, que saludó a Maddi con respeto y a James con deferencia. —Señor King, esperaba encontrármelo esta noche. —Señor Chow, igualmente es un placer verlo. Le presento a Maddison, mi novia. —Encantado, señorita. ¡Y veo qu
Maddi respiró profundamente y de repente se dio cuenta de que aquello no la afectaba tanto como había esperado. —Voy a decirte algo, linda, y por tu bien espero que me escuches. Yo estuve ahí seis años antes que tú, y estuve seis años más que tú, así que no te vanaglories de que me haya dejado por
Siendo justos, debemos decir que el señor Chow no solo estaba asustado de perder la enorme campaña publicitaria y el respaldo de calidad que representaba King´s Holding Corporation. La farmacéutica había pasado por seis meses de investigación de parte del conglomerado publicitario antes de que James
Sin embargo Maddi no le contestó, solo le echó los brazos al cuello y lo besó en la boca. James tiró de ella y hundió la lengua en su boca, besándola con posesividad mientras la sentía derretirse entre sus brazos. —¡Demonios... me mojé! —suspiró Maddi apartándose un momento. —¿Por lo que dije? —A
James estaba a punto de entrar a la reunió trimestral del grupo KHC. Se habían reunido los directores de todas las sucursales menores a lo largo de Europa, así que tenía por delante un par de días agitados, por suerte tenía a Connan a su diestra, lidiando con un parte de aquel asunto, como todo vice
Maddi se puso pálida cuando lo vio señalar su vientre. —¿Te volviste loco? ¡No puedes...! —¡Sí, sí puedo! ¡Claro que puedo! Porque por si se te olvidó, bonita, declaraste que ese hijo era mío en un juzgado, bajo juramento —escupió y Maddi se puso lívida—. ¡Eso, exactamente! Estuve revisando los vi
James era un hombre de pocas palabras, pero cuando hablaba, todos lo escuchaban. Tenía un aire de fuerza y confianza tranquilas que pocas personas podían igualar, y bajo su comportamiento amable y gentil se escondía la mente despiadadamente calculadora de un rey. Mientras James miraba a Martin, con
James tomó sus manos y la ayudó a sentarse en una de las banquetas frente a la isla de la cocina. —Tienes que entender algo, no soy la clase de hombre que permite que venga un cabrón como él a amenazar a mi mujer. Él fue a buscarte, Maddi, a intimidarte... —dijo y ella desvió la mirada—. ¿Qué clase