James salió de aquella oficina apresurado, sin importarle que tras él quedaba Sabrina, furiosa y lista para hacer un escándalo mayor. Solo le importaba que Maddi no se sentía bien y debía estar ahí para ella. Le bastó un segundo después de empujar la puerta del baño de mujeres para saber lo que le
Maddi poco a poco iba sintiéndose mejor de salud, pero su ánimo no mejoraba mucho. James podía ver cuánto peleaba cada día por ponerle buena cara, y si era honesto ya no sabía qué hacer para animarla. Estaba rompiéndose la cabeza, intentando imaginar algo que la hiciera salir de la casa, cuando rec
James hizo lo normal, huir cuando vio a su madre corretearlo con aquel sartén, hasta que se dio cuenta de que ya no tenía quince años ni había hecho nada malo como para estar escapando de su madre. —¡Para, para, mamá! Que yo no soy el tío Rex ni te tengo miedo... El sartenazo le dijo que probablem
—¡Ya entra, James! —exclamó ella poniéndole los ojos en blanco—. Y amarra el caballo por ahí no sea que se te vaya. —Tú ríete, pero de niño tuve un poni —replicó él. Saltó la baranda del balcón y le mostró lo que llevaba en las manos. —¡Uy, uy, uy! Helado de menta. ¿Te he dicho que eres el mejor?
"Maddi, ¿me harías el increíble honor de dejarme ser el papá de tu bebé?" Aquellas palabras dejaron a la muchacha paralizada, mirando a James con el ceño fruncido y los ojos abiertos como platos. Por un momento esperó que se tratara de un sueño, pero cuando lo miró a los ojos y vio su expresión ser
—Creo que tienes razón —murmuró Maddi con una sonrisa—. Vamos a tener que poner una cama en el cuarto del bebé, porque ahora mismo ni siquiera soy capaz de llegar allá y solo nos pasó por encima tu familia. —Nuestra familia —la corrigió James y ella lo miró. Durante un largo segundo James se perdió
Normalmente Maddi se derretía -lo más en secreto posible, claro-, cada vez que veía a James morderse el labio inferior. Sin embargo en aquella ocasión el gesto estaba lleno de impotencia y de rabia. "¡Diablos, y aun así se ve lindo!", suspiró Maddi en el segundo que le dieron de ventaja, porque lue
—James, esto no tiene ni una falla —dijo John un par de días mostrándole el acuerdo prematrimonial que había firmado—. Tienes ganado ese juicio por todos lados. —¡Pero John, me está acusando de adulterio! —¿Y qué? —replicó el abogado—. Digamos que consigue probar eso. Incluso digamos que logra qui