—Yo no puedo pagar esto... —balbuceó asustada. —Tranquila, lo estoy pagando yo. —Eso no está bien... ¡ni siquiera te conozco! —exclamó ella. —Pues no dejes que el médico se entere, porque viene por ahí —le advirtió James y en efecto, un segundo después el médico les sonreía. —Señorita Grant, ya
Maddi no sabía si estaba aterrada y confundida... o simplemente a aquel hombre se le había ido la cabeza. Sacó su mano de entre las suyas con un gesto brusco y su primer instinto fue retroceder en la cama. —Quiero que venga una enfermera... Aléjate de mí. —¡No, Maddi, espera...! —James pensó rápid
Maddi se quedó dormida bien entrada la madrugada y para cuando despertó él ya no estaba allí. Por un segundo creyó que lo había soñado todo, pero luego lo vio entrar con una sonrisa luminosa. —Chocolate o vainilla —dijo poniendo dos tazas de leche frente a ella. —Chocolate —murmuró Maddi—. Gracias
Maddi cerró los ojos, no porque sintiera vergüenza por estar allí, sino porque sentía asco y decepción de haber compartido seis años con un hombre que era capaz de tratarla de aquella manera. ¿Cómo en una sola noche aquel hombre se le había transfigurado de esa forma? ¿En qué momento se había conve
—Sí. Hice lo correcto, se lo dije... —murmuró Maddi—. Que él no lo quiera ya es su problema, pero no quiero que después se haga el ofendido porque no lo sabía. Entraron al departamento en silencio y James se metió a bañar, cuando salió la vio sentada frente a uno de los ventanales. Sabía que estaba
Maddi se quedó boquiabierta cuando el auto de lujo los dejó en el aeropuerto y vio aquel avión privado. —¿Maddi? ¿Estás bien? —preguntó James viendo que se agarraba con ansiedad a su bolso. —Bueno... es que yo no... yo nunca me he subido a un avión —murmuró ella. —¿Te da miedo volar? —Últimament
—Pero ella creía que arruinaría su cuerpo —comprendió Maddi. James se metió las manos en los bolsillos y negó. —Tienes que entender algo, en mi familia las mujeres no se sientan a esperar a que un hombre las mantenga —replicó James—. Mi madre dirige una compañía de exportaciones gigantesca, mi her
Maddi temblaba y no era de frío. Habían hecho la cita para una clínica especializada, y James había insistido en acompañarla, pero Maddi no lo había dejado pasar más allá de la sala de espera. —No tienes por qué hacer esto sola —murmuró James. —Sí, sí tengo. Esta es mi decisión y es mi responsabil