Dos semanas después. Maddi miró las escaleras con expresión desesperada. El único ascensor del edificio estaba atorado o por algún motivo no quería funcionar, y ella debía subir ocho pisos hasta el departamento que compartía con su novio. Normalmente eso no hubiera sido un problema, después de tod
El mundo se derrumbó a sus pies. Maddi sintió como si fuera a vomitar, y se cubrió la boca con una mano. Se apoyó en la pared intentando caminar, alejarse de allí, algo. Sus ojos enfocaron las puertas abiertas del ascensor y la figura de un hombre parado en el umbral. Y esa figura se fue desdibujand
—¡Tu mami como siempre salvándote el trasero! —rio Will. —¡Ni que lo digas! ¡Ni besando el suelo por donde esa mujer pisa tengo cómo pagarle! —murmuró James—. Esto solo es una contrademanda, le estoy ofreciendo a Sabrina una pensión por un tercio de mi sueldo como dispone la ley. Diez mil euros men
James se sorprendió de lo liviana que era aquella chica cuando la levantó en brazos. No pudo recoger sus cosas, solo se la llevo a ella a su departamento y la acostó en el sofá. Cruzado sobre su hombro había un bolso, James lo abrió y encontró su identificación, leyendo su nombre: Maddison. —Maddis
—Yo no puedo pagar esto... —balbuceó asustada. —Tranquila, lo estoy pagando yo. —Eso no está bien... ¡ni siquiera te conozco! —exclamó ella. —Pues no dejes que el médico se entere, porque viene por ahí —le advirtió James y en efecto, un segundo después el médico les sonreía. —Señorita Grant, ya
Maddi no sabía si estaba aterrada y confundida... o simplemente a aquel hombre se le había ido la cabeza. Sacó su mano de entre las suyas con un gesto brusco y su primer instinto fue retroceder en la cama. —Quiero que venga una enfermera... Aléjate de mí. —¡No, Maddi, espera...! —James pensó rápid
Maddi se quedó dormida bien entrada la madrugada y para cuando despertó él ya no estaba allí. Por un segundo creyó que lo había soñado todo, pero luego lo vio entrar con una sonrisa luminosa. —Chocolate o vainilla —dijo poniendo dos tazas de leche frente a ella. —Chocolate —murmuró Maddi—. Gracias
Maddi cerró los ojos, no porque sintiera vergüenza por estar allí, sino porque sentía asco y decepción de haber compartido seis años con un hombre que era capaz de tratarla de aquella manera. ¿Cómo en una sola noche aquel hombre se le había transfigurado de esa forma? ¿En qué momento se había conve