Meli sonrió emocionada y se bajó de encima de Nathan mientras iba a colgarse del cuello de Paul, que la abrazó con fuerza. —¡Todavía no me lo creo! —exclamó el hombre emocionado—. ¡De verdad estás viva, muchacha! Meli miró a Nathan y pudo ver el mismo alivio triste en los ojos de los dos. —Yo avi
—Hola —murmuró Nathan y ella le hizo una señal para que entrara. —Hola —respondió Meli con los ojos brillantes y una enorme sonrisa. —¿Estás bien? Digo... ¿dónde está Rex? Vives con él ¿no? Miró alrededor del salón, estaba lleno de fotos de ellos tres, aunque la mayoría eran de Meli con el bebé.
Meli no podía pensar, ya no era capaz. Lo único que sabía era que después de todo aquel tiempo, Nathan King seguía despertando en ella sensaciones que no podía ignorar. Su piel vibraba bajo su calor, la sangre se descontrolaba en sus venas y a pesar de que estaban completamente pegados, para ella no
La boca de Nathan se encontró con la suya, sus cuerpos chocaron en un abrazo perfecto y lo escuchó gruñir su nombre mientras se corría con un clímax poderoso que estalló dentro de ella. Agotado y sin aliento, se derrumbó a su lado y la atrajo para abrazarla. Aquel había sido el mejor sexo del mundo
El avión privado era algo normal para Sophia, pero no dejaba de preguntarse cuál era ese lugar maravilloso donde su papá decía que iba a ser feliz de nuevo. Se puso a dibujar y a escuchar música mientras despegaban y Nathan se llevó al señor King hacia el fondo del avión. Le tomó poco tiempo y un b
—Abuelo, él es James. El abuelo se hinchó de orgullo y emoción al saber que su bisnieto se llamaba como él, y pronto estuvo haciendo alarde de eso con Paul. Meli y Nathan se miraron por encima de la algarabía de la gente, él extendió su mano y ella fue a abrazarlo, viendo cómo su familia estaba ar
Por primera vez en su vida, a pesar de todo, Nathan King se sentía realmente bendecido. Tenía dos hijos hermosos que estaban juntos, y justo en aquel momento reían como locos viendo a las ballenas. ¡Sí, Sophi por fin había vuelto a las ballenas! Nathan abrazó a Meli y besó sus labios con suavidad.
—Hola, Sophia, buenos días —saludó el juez con una sonrisa amable. Habiendo sido juez de la corte de la familia por tantos años, ya sabía lo estresados que estaban los niños en un momento como aquel. —Hola —dijo Sophi cohibida. —¿Sabes por qué estás aquí? —preguntó el juez. —Usted va a decidir si