No sabía cómo terminar y por suerte no tuvo que hacerlo. Meli se movió un poco, solo un poco y ya su boca estaba bajo la suya mientras a Nathan se le detenía el corazón por un segundo. Ni siquiera lo dudó antes de besarla como si el mundo estuviera a punto de acabarse. Aquel beso fue apasionado y l
Nathan la miró con una ceja arqueada e incrédula. —¿En serio? —¡Claro! La felicidad de una mujer está adentro, y luego afuera, y luego adentro, luego afuera, y así... —¡Idiota! —se carcajeó Nathan mientras le hacía cosquillas—. ¿Esa es una forma traviesa de avisarme que necesitas más de esta... f
Amelie no quería beber, de verdad no quería beber, solo estaba cansada, tenía hambre y quería irse, pero no quería caminar sola de noche hasta la residencia, así que mejor esperaba a las siete borrachitas que iban con ella. Buscó la nevera y se dio cuenta de que tenía un dispensador de agua y otro
Rex cerró la puerta con seguro y corrió hacia Amelie. Levantó la blusa del suelo y no se puso delicado, ella seguía en brasier y no le estaba viendo nada. —Eso, mete el brazo, ahora el otro... —Rex le cerró la blusa y se fijó que no le faltara nada—. Pues con la pena, Wilde, no será al estilo princ
Nathan se apresuró a llevarla a su auto y la aseguró con el cinturón, apenas tomó carretera cuando vio que un Ferrari plateado lo seguía. Ni siquiera tenía que preguntar quién era. Parecía que después de todo el niñato quería morir esa noche. Sin embargo Amelie estaba primero. Nathan la escuchaba s
—Señor King... tenemos que hablar sobre Amelie. Aquellas eran las peores palabras que Nathan podía escuchar, y en un solo segundo sintió que el mundo se convertía en un lugar frío. Su mente lo llevó a aquella misma frase cinco años atrás y el desenlace no era bueno, aun así se armó de valor y se gi
—Legalmente no podemos hacer nada —gruñó Paul—. La palabra de Meli no vale porque estaba drogada, así que solo sería un careo entre Stephanie y Rex Lanning. El celular por desgracia tampoco es una prueba, porque no llegó a tomarle las fotos desnuda. No tenemos evidencia con la que acusarla. Al menos
—Claro que sí, mi amor. Meli va a venir mañana, promesa de meñique —aseguró levantando el meñique y la niña lo cruzó con el suyo—. ¡Y ahora a dormir! Nathan le dio un beso a su hija, y poco después se bañó y cambió de ropa para regresar a la clínica. Pero si creía que tendría un tránsito tranquilo,