Esa misma noche el avión privado salió hacia Islandia, para amanecer en medio de un hermoso invierno. El primer aterrizaje fue cerca de Geosea, donde el abuelo y Sophia fueron recogidos por un lujoso auto y llevados a su hotel. Mientras, Nathan siguió con Amelie hasta el oeste de la isla, y cuando l
Meli no sabía exactamente qué le aleteaba dentro. "Quiero que te quedes conmigo... pero no así". Sentía que aquella poceta era demasiado pequeña para palabras tan grandes. —¿Entonces cómo? Nathan negó mientras cerraba los ojos. —No lo sé... ¿queriéndome? ¿Sería demasiado pedir? —murmuró, pero l
Acarició sus pechos, metiendo los pulgares bajo su brasier, y la sintió contener el aliento. Sus manos bajaron despacio hacia su vientre y exploraron suavemente sus cederas mientras ella se estremecía. Nathan estaba disfrutando cada segundo de tocarla, cada suspiro que salía de sus labios era una pr
—Vivo, sí. Yo estoy saliendo ahora mismo hacia el hospital. Ustedes por favor vayan a casa de inmediato —pidió y Amelie corrió dentro del salón para buscar el resto de sus cosas. Poco después un equipo de seguridad pasaba por ella y luego por Sophia. —Meli, ¿por qué salimos tan temprano de la escu
Meli se sentía completamente impotente y odiaba eso, odiaba no ser capaz de controlar ese dolor profundo que la asaltaba, y lo peor era tener que aceptar que la gente se iba. Ni siquiera había conocido a su padre, pero recordaba el dolor terrible que era perder a su madre. Y ahora sabía que si perdí
—¿Dis-cul-pa? ¿Excusa? —Meli pasó por debajo de su brazo y se metió en su cuarto—. A ver si puedes sacarme ahora, Señor Accidentado —lo retó y Nathan cerró la puerta con suavidad, apoyándose en ella. —¿Sí recuerdas el resto de lo que te dije, Meli? ¿Que si entrabas ya no te dejaría ir? A Meli le t
—Por favor... —gimió ella porque su cuerpo quería estallar de una vez. —¿Por favor qué, nena? —No lo sé... —se quejó ella y Nathan dejó la sonrisa tierna para después mientras la penetraba despacio pero sin detenerse. No dejaba de acariciarla ni masturbarla y la sangre sobre la sábana hablaba de c
Meli tenía la respiración entrecortada y si bien todavía no tenía los ojos llenos de lágrimas, era evidente que estaba a punto. —Meli, nena, ¿qué pasa? Dime qué pasa —le suplicó Nathan asustado mientras acariciaba su rostro. —Es que... no... no me puedo parar —susurró ella y Nathan respiró aliviad