El día estaba espléndido, nada comparado a lo que fue el anterior, el sol brillaba desde la ventana de la habitación de Bianca, con lo iluminado y hermoso que estaba el día, no había ni un rastro de la lluvia que habían caido la pasada noche, ella se levantó de su cama, cuando el sol pegó en su rostro, se sentó, y recostó su espalda en el respaldo de la cama, envuelta entre sus sabanas blanca de algodón, recordó lo sucedido la noche anterior en la casa de su jefe, y se quiso torturar al instante, miró a la mesa al costado de su cama, la carpeta con los dichosos papeles estaba ahí, esos documentos por los que se desvió aquella noche, al menos, si los tenía en su poder, pero a que costo–uff, pude haberlos sacado la próxima semana, fui muy estúpida, no sé en que estaba pensando–se dijo así misma, al recordar lo ocurrido, el reloj en su celular, marcaba las once de la mañana, era sábado, ella no tenía mucho para hacer, mas que quedarse revisando papeles del trabajo, su vida social era m
Faltaban pocos minutos para las once de la mañana, y Bianca aún estaba en su departamento, apenas se habí terminado de bañar, pero estaba indecisa con lo que se pondría aquella mañana, quería lucir lo mejor posible, como siempre lo hacía, pero ese día, tenía la necesidad de verse aún mas atractiva, y destacar los atributos de su cuerpo, que ella sabia que poseía y que a Ricardo, lo traían loco–pero que es lo que estas haciendo Bianca, porque pienso vestirme para él– se regañó sentada en la cama, mirando la pila de ropa que había arrojado sobre el lecho, porque no encontraba nada adecuado para lucir ese día, aunque quería negarlo, su atención estaba puesta en Ricardo, desde la pasada noche, Ricardo le había confesado cúales eran sus intenciones hacia ella, el magnate estaba embobado por la morocha, y ella, aunque quería pasar por alto lo que había ocurrido con ellos dos esa noche lluviosa, que no fue mas que la explosión de la pasión acumuludad que había entre ambos, no podía ment
Ricardo rebuscó con sus ojos todo el cuerpo de Bianca, apretó sus labios y suspiró, por un momento se olvidó que estaba frente a su hija, que aunque estaba apurada en llevar a Bianca a su habitación para hablar cosas de chicas, con su sonrisa avisó, que algo pasaba entre ese par–papá, lo siento, hoy Bianca me vino a visitar a mi, es fin de semana, asi que no tiene que trabajar contigo–le dijo Carmina a su padre y arrastró a Bianca hasta la habitación–bueno, está bien, pero al menos, puedo saludarla–contestó Ricardo–ay papá, pues claro, te hice una broma, desde que terminemos aquí, la dejaré libre para que charlen sus cosas–agregó Carmina, guiñando su ojo derecho,Bianca y Ricardo se miraron, ¡qué fue lo que quiso decir Carmina con esa seña! A lo mejo, ya sabía que entre ese par, había mucho fuego encendido, ella no era ninguna tonta, había pasado casi un año desde que su papá enviudó, y no se le había conocido ninguna otra mujer, aunque le llovían las ofertas, el buenazo empresario
Norma se retiró de la mansión tan rápido como pudo, ella no tenía ningún interés en cruzarse con Bianca, quien no asomó ni su sombra, mientras ella mantenía la charla con Ricardo, el famoso empresario, después de que su amiga lo dejó, aprovechó para revisar el sobre que ella le había entregado, la expresión de su rostro cambió por completo, en ese sobre, encontró la dirección de Paulo, y algunos otros datos mas, que daban a enteder, que su ex mujer, mantenía una relación a escondidas con aquel hombre Ricardo se levantó de ese asiento, furioso, pegó fuertemente con su puño derecho en el respaldo del sofá –mentirosa–gritó, el mayordomo que estaba cerca, lo miró con preocupación–señor, está usted bien –le preguntó Alfred, cuan fiel servidor siempre estaba presto a escucharlo –todo bien, Alfred, nada que no pueda solucionarse –algun relajante para tomar–sugirió el mayordomo –no, mas bien, necesitaría algo mas fuerte, pero, esta todo bien Alfred, no se preocupe–agregó Ricardo dándole
El sol brillaba en la ventana de esa elegante oficina, afuera estaba haciendo el mejor de los días, luego de tantos con repetidas lluvias, la tarde estaba presta para ser disfrutada, Bianca, quien pretendía retirarse de una buena vez, de esas cuatro paredes que veía de manera constante de lunes a viernes mientras ejercía su trabajo, abandonó la idea de quererse ir al escuchar esos dos nombres, Paulo y Beatrice–que es lo que tenemos que hablar, acerca de tu difunta esposa y Paulo–reaccionó Bianca, soltando la puerta y cerrándola de inmediatoLa expresión del rostro de Ricardo cambió de inmediato, Bianca lo notó enseguida, su agradable sonrisa se había borrado, sin duda alguna, parecía un asunto muy serio, se sentó en su sillon detrás de su escritorio, subió los pies sobre la mesa, y recostó su cabeza relajado en el respaldar de su silla corrediza y acolchada–te puedes sentar por favor–le pidió a Bianca que estaba parada frente al escritorio en señal de alerta–Ricardo, no pienso que
Bianca se había prometido, por su bien, y por el de la investigación que se estaba llevando adelante para dar con el paradero de su hija, no revelar nada a nadie sobre su pasado, mas de lo que se había permitido, Lorenzo le fue muy claro, cualquier palabra que contara de mas, le podría jugar en contra–Lo siento Ricardo, pero en verdad no se nada acerca del romance de Beatrice y Paulo, ya te dije, hace años no lo veo, no puedo corroborar que sea él, o que sea cierto–añadió Bianca, y era verdad que ella estaba ajena a esas cuestiones, pero, ella si sabía que el chico que escribió esas cartas era Paulo, con nombre y apellidosu, su firma en efecto era la misma, la que acostumbraba a usar las pocas veces que le escribió alguna carta, pero no quería revelarlo ante Ricardo, deseaba ir por su propia cuenta detrás de aquel chico, que para ese entonces, ya era un hombre hecho y derecho, no un pequeño de 16 añosRicardo, abrió la ventana de la oficina, respiró profundo el puro aire que entrab
Ricardo se había detenido en medio de la nada, faltaba poco para llegar a donde Bianca y él se habían propuesto ir, pero las cosas no estaban saliendo bien para ninguno de los dos. Luego de aquella chatetada en medio de un descontrol que le pegó Bianca a Ricardo, bajó del auto, corrió detrás de ella, quien iba caminando a todo dar –puedes detenerte Bianca–gritó él, habíendole caido atrás, ella se veia unos pasos lejos del vehículo –no quiero detenerme, y desde hoy, renuncio a tu empresa–agregó enojada y siguió caminando –pues está bien, renuncia, deja todo el trabajo a mitad– Ricardo se dio la vuelta, dispuesto a regresar al auto, pero volteo, decidido a seguir con la conversación, se veía sonrojado, ardiendo en fuego estaba por dentro, el cúmulo de cosas guardadas, habían llegado a su fin. –Dale corre, es lo que hacen las caprichosas como tu, ah cierto, conocí a otra mujer igualita a ti, Beatrice, no se porqué me empeñé en creer que eras diferente, ya me lo habían advertido y
El agua seguía cayendo sin dar tregua, Bianca y Ricardo tuvieron que correr unos pasos para llegar al auto, se habían envuelto demasiado en aquela discusión que terminó en la revelación que Bianca estaba tratando de guardar. Por tanto tiempo, que se descuidaron de lo mucho que se habían alejado, Ricardo apretó el un botón desde el llavero de su auto, y las puertas del mismo quedaron libres para que ellos pudieran entrar, tan rápido como pudieron, se metieron dentro del auto empapados de agua, por las distancia que tuvieron que recorrer hasta llegar ahí. Ricardo observó que Bianca estaba temblando, su ropa estaba completamente mojada, hasta sus hermosos zapatos color crema, ella seguía callada casi en shock, no podía caer en la realidad de que le había contado a Ricardo quien era en verdad, Ricardo al verla en esa condición, quiso cubrirla con una camisa que tenía en el asiento trasero del auto, era la única ropa seca que tenían en todo el coche, pero los temblores de Bianca no se debí