CAPÍTULO 23

YAMILA KAYÁ

Cuando Amed despertó, Aaron y yo estábamos en el comedor, aun tratando de asimilar lo que ambos acabábamos de descubrir. Para ninguno de los dos había sido fácil, pues resultaba que el inmencionable podía perfectamente auditar para el papel del archienemigo en cualquier obra.

Yo lo odiaba por lo cruel y poco hombre que había sido a la hora de abandonarme, y las razones de peso de Aarón para odiar a su propia sangre, me eran desconocidas , pero sospechaba que lo aborrecía por lo irresponsable, mal hijo y mal hermano que había resultado ser.

Amed caminó por la sala con los ojitos hinchados de dormir, y sonrió cuando se dio cuenta que su nuevo «mejor amigo» estaba en casa. Enseguida lo levante en mis brazos para cerciorarme que la fiebre hubiera cedido, y tal como había llegado, ya había desaparecido.

—¡Migo!¡Viniste! — comentó emocionado de ver a Aarón, y este le sonrió con dulzura.

—¡Claro Amed¡ — le contesto en un tono muy animado— ¡Tu mami me dijo que tenías fiebre!

—¡
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