68. Sin retorno. Sólo desgracia

Hay una mala corazonada cuando, luego de haberse despertado sin ella y en soledad, aún no recibe algún mensaje. Son las ocho de la mañana, todos los Mancini están desayunando y la única que falta es su esposa.

Ha intentado llamarla pero no contesta. Su seriedad está impregnada en los ojos grises que no dejan de ver el teléfono a la espera de una llamada.

—¿Qué necesitas? —quien acaba de llegar a su lado y acomodarse de forma causal en la mesa es Vittoria.

—¿Irás hoy a la compañía? —Giancarlo bloquea el teléfono para alzar la mirada y verla—, necesito que me hagas un favor.

—No en la mañana. En la tarde —Vittoria empieza a desayunar y se le observa un peculiar gesto de confusión—, ¿Dónde está Angelina?

—Supongo que salió temprano, pero sin decir nada. Lo que quiero pedirte es que si la encuentras en la oficina, le digas que la estoy buscando —hay cierto escepticismo conforme suelta las palabras. No es hombre de pedir favores pero se ha vuelto un hombre que hace cosas sin pensarlo sól
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