52. Hora de ser madrastra

—Por Dios, Giancarlo. ¿Cómo…? ¿Cómo lo sabes? ¿Tú…? —Angelina ahora tiene sus dos manos sosteniendo las suyas—, ¿Lo mataste…?

Giancarlo no responde cuando ella pregunta. Se toma un momento en admirarla antes de seguir tocando su mejilla.

—No he hecho una cosa como esa —contesta—, pero hice lo necesario para hacerle pagar por lo que iba a hacerte, por lo que te hizo.

—¿Cómo supiste eso? —Angelina tiene que controlar la preocupación y el susto al ver la realidad, al saber que Giancarlo le hizo algo a ese hombre—, Por Dios, Giancarlo, ¿Estás loco? ¿Qué le hiciste?

—Nada que no tenga que ver con lo que se suponía que iba hacerte a ti. ¿Esperas que lo reciba con los brazos abiertos cuando me entero que iba a directo su propia muerte si te llevaba lejos de mi? —Giancarlo escupe las palabras ceñidas en la rabia—, Angelina, iba a secuestrarte.

—No estoy diciendo que lo que hizo está bien pero…¿Qué le hiciste? ¿Dónde está ahora? —Angelina lo único que siente es preocupación. Mira hacia su alre
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