SERAS UN BUEN PADRE

La luna colgaba alta en el cielo, iluminando con su pálida luz la extensión infinita del océano. El murmullo constante de las olas rompiendo en la orilla se mezclaba con la suave brisa marina que acariciaba las mejillas de Eda, mientras caminaba descalza junto a Christopher. Su mano estaba firmemente entrelazada con la de él, como si no existiera otra cosa en el mundo más que ese momento.

—¿Estás cansada? —preguntó Christopher, deteniéndose para mirarla a los ojos con una mezcla de ternura y preocupación. Sus ojos azules reflejaban la luz de la luna, volviéndolos aún más intensos.

Eda negó con la cabeza, esbozando una sonrisa tranquila. —No, estoy bien. Solo… me siento tan feliz aquí contigo, como si todo estuviera en equilibrio — Ella fue sincera como si hablar de sus sentimientos fuera tan fácil sin ninguna duda entre ellos.

Christopher le devolvió la sonrisa, inclinándose para besar su frente. —Me alegra oírlo. Pero no olvides que quiero cuidarte siempre. A ti… y a nuestro pequeño.
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