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LA ESPOSA DEL ITALIANO
LA ESPOSA DEL ITALIANO
Por: Claudia Llerena
PRÓLOGO: ME LAS PAGARÁS

Prólogo

Me las pagarás

*Dean Frost*

Conduzco por las calles de San Francisco a toda velocidad. Necesito llegar hasta ella antes de que sea demasiado tarde. No entiendo qué fue lo que sucedió. ¿En qué momento surgieron las dudas? Le he dado todo lo que tengo, he puesto el mundo a sus pies. Las mujeres se arrastran a mis pies y yo la he elegido a ella por encima de todas. Nos amamos, estamos hechos el uno para el otro. Nacimos para estar juntos.

Llego al edificio y corro con prisa hacia el ascensor. Luego marco el código que me lleva hasta el ático.

Las puertas se abren y de forma automática, salgo despavorido hacia el salón.

— ¡Cassandra! ¡Cass! —continúo llamándola al no obtener respuesta—. ¡Mi amor! Vamos, Cass, no es momento para jugar a las escondidas —recorro todo el departamento antes de ingresar a la habitación—. ¡Cass…!

Las palabras se me quedan a medio camino deal ver el hermoso vestido blanco doblado a la perfección sobre la cama. Encima de la tela, encuentro un sobre, el cual procedo a explorar sin dilaciones.

“Querido Dean,

En el momento que leas esta carta, yo ya estaré a kilómetros de distancia. Perdóname por no decirte la verdad en persona, pero si hubiese actuado diferente jamás hubiera podido marcharme. Desde hace dos años me resigné a este matrimonio arreglado sin amor, a vivir bajo los designios de mi familia y a la sombra de mi futuro marido. Renuncié al amor, a mi dignidad y a mi felicidad…, pero a lo único que no estoy dispuesta a renunciar es a la Medicina.

Si tan solo me hubieses dejado ejercer…

Me gustaría que las circunstancias fueran distintas. Desearía ser la esposa sumisa que necesitas, esa que intentaron formar mis padres..., pero no lo soy. Lamento comunicarte que las enseñanzas de mi madre no han servido para nada. Tengo mis propias ideas y quiero vivir mi vida sin que otros decidan por mí. 

He tomado la decisión de perseguir mis sueños. Sé que seré repudiada por mis padres y también soy consciente de que te lastimaré con mis acciones, sin embargo, estoy segura de que ambos estaremos mejor por separado. 

Lamento dejarte solo con este desastre y espero que algún día puedas perdonarme. A pesar de todo, te tengo mucho cariño. Tal vez algún día nos volvamos a encontrar y me darás las gracias por haber tomado esta decisión.

Lo siento mucho,

                                                      Cass”

Examino a fondo el sobre, encontrándome con el anillo de compromiso que coloqué en sus dedos siete años atrás.

<<Me ha dejado>>

<<Se ha atrevido a dejarme>>

No tengo idea de cuánto tiempo permanezco clavado en el suelo frente a la cama que compartiríamos a partir de este día, en el penthouse que compré para ella. No soy consciente de nada, apenas escucho el sonido de la puerta al abrirse.

— ¿Dónde está mi hija? 

— Se ha ido —respondo releyendo la carta una vez más. He perdido la cuenta de las veces que lo he hecho, pero con cada intento, sus palabras se van clavando en mi pecho hasta memorizar cada línea. Jamás olvidaré este día, ni esta nota.

— ¿Cómo?

Me giro hacia quien se suponía que se convertiría en mi suegro en el día de hoy—. ¡Que se ha ido! —exclamo desatando mi furia contra él—. ¡Se ha marchado!

— ¿A dónde?

— No lo sé, pero reza para que no la encuentre, Gibson, porque ten por seguro que le haré pagar esta humillación y no tendré piedad.

— Estoy seguro de que regresará en cuanto se le pase ese sueño infantil de ser médico —el hombre palmea mi hombro con familiaridad—. Tranquilo, seguro que a Juliette se le ocurre alguna escusa para los invitados. Solo aplazaremos la ceremonia. 

— No estoy tan seguro, Gibson —alego.

— Volverá, Dean, me encargaré de ello en persona. Confía en mí.

— Pues procura hacerle entrar en razón antes de que yo la encuentre, porque entonces las cosas serán muy distintas.

No descansaré hasta dar contigo, Cassandra Reid. No escaparás de mí y serás mi esposa a como dé lugar porque eres mía y de nadie más.

Nadie, absolutamente nadie se burla del Diablo Frost. Juro que me cobraré cada humillación. Lamentarás haberme dejado. 

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