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CAPÍTULO CUATRO: HE TOMADO MI DECISIÓN

Capítulo cuatro

He tomado mi decisión

*Adriano Di Lauro*

Contemplo las facciones de mi hijo mayor inconsciente sentado en una silla mientras acaricio la melena azabache de mi pequeña ragazza*, quien sostiene la manito de su hermano. 

Pensé que conmigo sería suficiente, que estando los tres juntos no necesitarían nada ni a nadie más..., pero me equivoqué. 

No obstante, todavía estoy a tiempo de corregirlo. 

— ¿Por qué no me habla, papi? —suspira mi hija—. Hasta le he prometido dejar que gane la "FIFA" y me hale los moños. 

— Está dormido, Ella —contesto para calmarla. Lo sucedido la tiene demasiado inquieta. Aunque para mi sorpresa, ha sabido sobrellevarlo. ¿Será debido a su nueva amiga? 

— ¿Pero despertará? 

— Sí, cariño —beso su regordeta mejilla—. Ya verás como mañana querrá jugar con tu cabello. 

— Cassie dijo que debíamos cuidarlo. 

Todavía me sorprende la rapidez con la que le ha tomado confianza a la doctora. Ella pasar trabajo para relacionarse hasta con los conocidos. Ni siquiera con niños es capaz de soltarse. El último intento terminó en un desastre total. 

Sin embargo, con Cassandra Reid, desarrollar una empatía fue cuestión de minutos. 

— Y lo haremos —aclaro—. Los dos juntos como el equipo que somos. 

— ¿Dejarás de trabajar tanto para quedarte con nosotros? 

Me quedo en silencio por unos instantes acomodando su flequillo. A veces me centro tanto en los negocios que termino olvidando al resto del mundo. No por nada me he convertido en el hombre más poderoso de Florencia. 

La enfermera nos avisa que el horario de visitas ha terminado, así que le doy las indicaciones pertinentes antes de marcharme. Me gustaría quedarme con mi hijo, pero me preocupa la inestabilidad de Ella. Y además, ya me han notificado de que Fede no despertará hasta mañana. Así que lo mejor será marcharme para regresar mañana a primera hora. 

En el camino a casa, Ella no se aparta de mi regazo ni por un segundo y cuando bajamos del auto, se niega a caminar. 

« Y yo que pensaba que era madura »

Emito un resoplido antes de tomarla en mis brazos. Estoy exhausto, pero me niego a desaprovechar estos pequeños momentos en los cuales se comporta acorde a una niña de su edad. 

— Te quiero mucho, papi —expresa mientras se acurruca en mi cuello. 

La opinión pública tiene toda la razón al llamarme el Magnate de Acero. No obstante, basta una palabra de cualquiera de mis hijos para fundir el metal. 

— Yo también, pequeña manipuladora. 

Al entrar en el salón, me encuentro con mis padres, tomándome por sorpresa. Mi hija por el contrario, no tarda en pedir que la baje para ir hacia su abuela. 

— ¿Nona, podemos añadir a Cassie a tu lista de posibles mamás? —pregunta ansiosa con los ojos llenos de ilusión. 

— ¿Cassie? —indaga papá en un susurro que alcanzo a escuchar con el entrecejo fruncido. 

— La doctora —aclara mi madre en el mismo tono, para después responderle a mi hija—: ¿En verdad te gustó ella, Ellita? 

— Sí —la pequeña mueve la cabeza de arriba a abajo con efusividad—, puede leerme cuentos, hacerme galletas y curar a Fede o a papi cuando les duela la pancita. Ah, y quiere que le enseñe a jugar en la X Box. 

— Bueno, entonces la agregaremos a la lista, aunque Carina sabe hacer todo eso también —alude mirándome de reojo. 

Alexa Di Lauro no es tonta y está al tanto de mi idilio con Carina. No es que ninguno de los dos nos molestemos en ocultarlo, puesto que a mí me da lo mismo y a ella le elevado el ego.

Es la mujer con la que más me relaciona la prensa, pero no la única y cada una de ellas es consciente de lo que puedo ofrecerles. Nadie nunca podrá ocupar el lugar de Stella. 

El problema es que debido a la estrecha relación de la rubia con la familia, se ha convertido en la favorita de mi madre y encabeza la lista de pretendientes que ha elaborado. El hecho de que sea una alta ejecutiva en mi empresa también le suma puntos. 

Lo que mi madre no acaba de entender es que yo tomo mis propias decisiones y nadie en el mundo es capaz de disuadirme.

— Señor —mi ama de llaves aparece en escena—. El señor Varca ha llegado. 

— Gracias, Vivi. Hazlo pasar a mi despacho —indico antes de besar la coronilla de mi pequeña—. Y a usted se le ha pasado la hora del baño, signorina*. ¿Os la puedo encargar hasta que regrese? 

— Claro que sí —responde mi madre—. Para eso hemos venido. 

Es una suerte que mis padres vivan en la misma manzana. 

— No demores mucho, papi —pide la niña—. Quiero mi cuento. 

— No lo haré —aseguro para luego marcharme hacia mi oficina—. Varca —saludo a mi mano derecha. 

— Señor Di Lauro. 

— Deja los formalismos a un lado —ordeno—. Estamos solos. ¿Qué tienes para mí? 

— Cassandra Reid Burton, norteamericana, veintisiete años —comienza explicar mientras me extiende el archivo con toda la información—. Nacida en San Francisco. Domicilio actual: calle Toscano, número cuarenta y seis. Se graduó en la escuela de Medicina un año antes de lo previsto y fue la mejor de su clase. Especialista en Pediatría desde hace cinco años. En la actualidad estudia un postgrado sobre Cirugía Pediátrica con las mejores notas. 

— Chica lista —concluyo.

— Muy lista —enfatiza mi abogado—. Aunque lo mejor está por venir. La doctora Reid es hija del reconocido diplomático Gibson Reid y hace dos años estuvo a punto de casarse con Dean Frost, conocido como el Diablo Frost, el dueño del Este de los Estados Unidos. 

— ¿Por qué no se casaron? —cuestiono examinando los papeles a fondo, pues ahora me he quedado intrigado por conocer toda la historia. 

— Acorde a la opinión pública, el matrimonio fue pospuesto de forma indefinida y su paradero es desconocido —responde, consiguiendo sorprenderme. Esto puede interferir en mis planes—. Ahora, según mis contactos, me informan que el novio no estaba muy a favor de que su esposa trabajara. 

— ¿Ella le dejó? —alzo la vista para encontrarme con la sonrisa ladeada de mi abogado. 

Mis ansias por conocerla son cada vez mayores. 

— Plantado en el altar con invitados, vestido y todo. Huyó a Italia sin decirle a nadie. 

— Pero su padre sabe que está aquí —declaro algo que ambos sabemos. 

— Es difícil que a Gibson Reid se le escape algo. Y no ha venido a buscarla porque... 

— Porque quiere que su hija regrese por sí sola con el rabo entre las piernas —completo—. Por eso la está acorralando. 

— Así es —corrobora Pietro—, ningún hospital o clínica tiene permitido contratarla. Aunque ella no parece tener intenciones de regresar. 

— Por supuesto que no —termino de hojear las páginas. Ya he creado un perfil en mi cabeza y me gusta demasiado—. Vaya, vaya. Tiene una vida muy interesante, doctora Reid. 

— ¿Cómo debo proceder, Adriano? 

— Prepara el contrato prematrimonial —ordeno—. Ya sabes mis condiciones. Lo quiero listo el viernes a primera hora. 

Finalmente he tomado mi decisión. Yo necesito una esposa, mis hijos una madre, y Cassandra Reid es la solución. 

***

*Ragazza: muchacha traducido al italiano. 

*signorina: señorita traducido al italiano

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