Capítulo veintitrés
¿Qué quieres de mí, Enrico?
*Stella Di Lauro*
Termino mi exposición bajo la atenta mirada de mis colegas. La sala se queda en silencio absoluto y no puedo negar que me siento un poco nerviosa. Siempre se me ha hecho difícil lidiar con las expectativas ante los retos de mi padre, esta vez no es la excepción.
De un momento a otro los nervios desaparecen y entonces, soy consciente de la mano de mi socio en la espalda. No puedo explicarlo, pero la calidez de su tacto me otorga cierta tranquilidad. Algo raro, puesto que hasta hace unos días me provocaba todo lo contrario. ¿Es porque he dejado de huir y estoy en proceso de aceptar lo que me hace sentir? ¿O simplemente me he acostumbrado a su cercanía después de los besos y las caricias que hemos compartido?
Puede que alguno de los ejecutivos tenga ya su opinión formada respecto a la propu
Capítulo veinticuatroVeinticuatro horas(Bueno qué coincidencia que el capítulo 24 se llame así, ¿no? Señales del destino le dicen)*Stella Di Lauro*Siento cómo se me comprimen los pulmones, agotando el aire en mi sistema. Las piernas me flaquean y es Enrico quien me sostiene para no darme de bruces contra el suelo. Tengo un defecto muy grande y es que no sé reaccionar bien ante las malas noticias.—Ella —el castaño me sacude con vehemencia—. ¡Reacciona!Inhalo y exhalo varias veces para conseguir volver a mis sentidos. Poco a poco, la sensación de ahogo va quedando atrás.—¿Cómo…? —vuelvo a tomar aire—. ¿Cómo está mi abuela?—Solo sé que le dispararon —responde la secretaria—. El señor Di Lauro tuvo que adelantarse
Capítulo veinticincoYa no soy una niña*Stella Di Lauro*Recorro el local contemplando cada uno de los reconocimientos colgados en la pared. Me pregunto si habrá espacio para alguno más. La verdad es que su trayectoria con apenas veintisiete años es impresionante.Cuando ambos conocimos a Cassie, nos enamoramos de ella y jugar a los doctores se convirtió en nuestro pasatiempo favorito. Sin embargo, con el pasar del tiempo la medicina se trasformó en más que un juego para Federico.Escucho el sonido de la puerta al cerrarse, pero de todas formas mantengo la vista fija en la pared. Me gustaría escaquearme de esta incómoda situación, pero entonces no podría quitarme al pedante de mi hermano mayor de encima. Al menos he ganado algo de tiempo respecto al interrogatorio de mi madre. La recuperación de la abuela la tendrá ocupada por unos días.
Capítulo veintiséisUna elección peligrosa*Enrico Falconi*Reviso la propuesta en tanto los inversores disfrutan de la música, la bebida… y las vistas. Las bailarinas se pasean una que otra vez por nuestra mesa y mientras que los invitados prácticamente babean sobre ellas, yo me remito a leer el documento. Ninguna mujer es capaz de provocarme ni la más ínfima reacción desde que conocí a la diosa de cabello azabache y ojos azules. Solo ella puede excitarme, incitarme al pecado y finalmente, frustrarme. Sin embargo, estoy seguro de que a partir del próximo domingo todo va a cambiar.Estoy ansioso, sufro con la dolorosa erección que me explota en los pantalones y sueño con venerar su cuerpo desnudo aun estando despierto. Me tiene hipnotizado por completo y no estoy seguro de si veinticuatro horas serán suficientes para satisfacerme de ella.—Todo p
Capítulo veintisiete Estoy segura *Stella Di Lauro* Con la ayuda de mamá acomodamos a la abuela en su cama bajo protestas. A la anciana no le gusta mucho la idea, pues no deja de decir que inútil no es. Sin embargo, ya todos estamos acostumbrados y la ignoramos. —Deja de quejarte —resopla mi madre—. Te escapaste del hospital con la condición de que te dejarías cuidar y no has hecho más que protestar. —Puedo acostarme solita sin ayuda, ni que estuviera senil —replica en un bufido—. Y no me hables como si la madre aquí fueras tú, Cassandra Reid. —Entonces no te comportes como una niña —rebate la hija. —Bueno, ya estás lista para dormir —decido intervenir antes de que empiecen a discutir—. Es hora de irnos, mamá. &nb
Capítulo veintiocho Adrenalina pura *Stella Di Lauro* Como era de esperar, él no tarda en alcanzarme y aprisiona mi cintura entre sus brazos. —¡No me voy a subir ahí! —protesto casi histérica. —Vamos, princesita —su voz ronca rozando mi oído me estremece toda por dentro—. Es solo un helicóptero. —El helicóptero me da igual —replico al instante—. Es lo que viene después. —Confía en mí, Ella —me da media vuelta para enfrentarme a la mirada más seductora que he visto nunca—. Jamás haría algo que te lastimara. Sé lo que hago. —No, no, no —me niego en rotundo con la cabeza baja y los ojos cerrados. —Ella —la palma de su mano va a mi mejilla, causándome una calidez repentina. ¿Es posible que su simple tanto me otorgue confort y seguridad?—. No pasará nada, yo te cuidaré, ¿de acuerdo? —Yo... —Prometo que no te soltaré —insiste—. Solo tienes que abrir tu mente y dejarte llevar por las sensaciones. Dejarme llevar... es lo que me he propuesto, pero esto... es demasiado arrie
Capítulo veintinueve Escapar de la realidad *Stella Di Lauro* Las vistas del lugar son asombrosas, pero ningún paisaje se compara al hombre que tengo en frente. Hoy por primera vez le veo sin traje ni corbata. La camisa de vestir con las mangas subidas hasta la mitad del antebrazo le queda de muerte. La tela delinea su voluminosa musculatura y los primeros botones sin abrochar dan un buen vistazo de su fornido pecho. «Me encantaría besarlo» La vista se me pierde de manera inconsciente en esa zona y cuando escucho su sonrisa, reacciono con rapidez al mismo tiempo que siento cómo se me calientan las mejillas. ¡Por nuestro señor Jesucristo! ¿Pero qué estoy pensando? —¿Te gusta lo que ves? —cuestiona con una ceja enarcada junto a una expresión divertida. «¡Demonios, sí!» —No está mal —hago lo que mejor sé hacer: encogerme de hombros. —Y es todo única y exclusivamente para ti, princesita... —se acerca con pasos lentos a la vez que clava la mirada directamente en mis ojos y mu
Capítulo treinta El mejor truco de magia *Stella Di Lauro* «Mi turno» ¡Joder, me toca! Tomo una profunda respiración antes de proceder a deshacerme del abrigo y las botas de tacón. Me saco la fina blusa por la cabeza y bajo el vaquero con extrema lentitud. Me detengo por unos minutos vacilante, pero al final me mentalizo con un largo resoplido. «Sabes a lo que has venido. Has tomado tu decisión y ahora no hay espacio para la timidez» Contengo la respiración al mismo tiempo que llevo las manos hacia mi espalda y deshago el broche del sujetador. Sostengo las copas sobre mis pechos por unos segundos para luego dejarlos ir. Ya está... estoy desnuda, frente a él, al play boy pervertido acosador Enrico Falconi. Me estoy tragando mis propias palabras, pero lo hago con mucho gusto. El cosquilleo que siento en el estómago al ser sometida bajo su escrutinio visual me lo confirma. »Te falta algo princesita —señala sonriente. «Las bragas» ¡Joder, joder, joder! «No vayas a enloq
Capítulo treinta y uno Imbécil *Enrico Falconi* La miro y no lo creo, joder. Es una ninfa seductora, una diosa, una ser mítico tan extraordinario que no parece real. Tanta belleza no puede ser real... Tengo una extraña sensación en el pecho que no se va. No puedo explicarlo ni tampoco hallarle sentido, solo sé que no puedo despegarme de ella y que las míseras veinticuatro horas no son suficientes. Únicamente me han servido para obsesionarme más todavía. Ahora mismo no consigo dormir. Por más que lo intento, mis ojos se niegan a cerrarse, a privarme de la vista que me ofrecen. Simplemente no puedo dejar de mirar su rostro aniñado pasivo y relajado. Resulta muy difícil de creer que yo, Enrico Falconi, el hombre que nunca ha querido compromisos para evitar el apego a las mujeres, haya planeado un domingo romántico con la más peligrosa de todas. Porque sí, Stella Di Lauro es demasiado peligrosa. En unas pocas semanas me ha hecho perder la cabeza y me temo que si continúo caminando p