Capítulo treinta y seis Enfrentamientos y batallas *Enrico Falconi* Ha pasado una semana. Una jodida semana y no salgo de este tonto enamoramiento hormonal. ¡Parezco un put0 adolescente! La sigo oliendo, besando, tomando y adorando como aquel día en la cabaña, el cual ahora parece muy lejano. Como si hubiera ocurrido muchos años atrás, o tal vez en mis más profundos sueños. Mi cerebro no me da tregua mandando imágenes suyas constantemente y me siento abrumado por el deseo que me embarga. Mis ganas de poseerla no han mermado, por el contrario, no dejan de crecer con cada jodido segundo que pasa, acrecentando mi ansiedad, rayando la desesperación. Estoy enfermo de ella, de su dulce aunque firme voz, de sus besos dubitativos pero decididos y hasta de su furia controlada. Siendo honesto, no sé cómo abordar esta situación. Se me están acabando los recursos y a mi más fiel aliada las ideas. He probado de todo: sus flores favoritas, chocolates exóticos, invitaciones a la ópera y ha
Capítulo treinta y siete Hombres pedantes, celos y tentaciones *Stella Di Lauro* Contengo el aliento una vez más mientras el sujeto parlotea sin cesar. A Enrico al menos le di motivos para insistir en un principio, pero Ryan Dawson... Ese hombre me saca de mis cabales. No lo soporto y él en cambio no pierde la oportunidad de envolverme con su zalamería cada vez que viene. Semana tras semana en la que debe informarme sobre el avance del proyecto energético en Sudáfrica, repite la misma rutina. Lo que debería tardar una hora dura tres y lo peor es que no puedo cortarle el rollo, puesto que mi padre le tiene en muy alta estima. Claro que si le cuento que otro de sus socios me pretende, le odiaría de inmediato, pero probablemente sí perdería a papá esta vez. Su reacción de esta mañana todavía me tiene conmocionada. —Stella, necesito tu visto bueno con urgencia para entregar este informe —el play boy acosador irrumpe en la oficina como si de un vendaval se tratara. Tiene la cara
Capítulo treinta y ochoConfundida, atrapada y perdida*Stella Di Lauro*La oscuridad me ciega, pero intensifica mis otros sentidos. Soy consciente del calor, el hambre y el anhelo de su beso. Así como siento la dureza que roza mi piel una y otra vez, cada vez que mueve su pelvis contra la mía en tanto mantiene mis muñecas aprisionadas sobre la cabeza con una mano.Me estoy muriendo. En serio, creo que me estoy muriendo, porque mi cerebro no funciona, la respiración se me ha detenido y no consigo escuchar los latidos de mi frágil corazón.Respondo las ansias del beso con las mías propias, tomando todo lo que puede ofrecerme, aprovechando el momento porque sé que no volveré a tener otra oportunidad. Él no volverá a acostarse conmig
Capítulo treinta y nueve Secuestro *Stella Di Lauro* ¡Me cago en la leche y en mi propia madre! La voy a matar. Los voy a matar a los dos. ¿Cómo se le ocurre hacerme una encerrona? Ella orquestó todo esto junto al energúmeno frente a mí, porque sí, lo sentó junto al frente sin importarle desplazar a Adriano a otro sitio. —El proyecto de Sudáfrica va muy bien —continúa Dawson con su disertación a la cual todos parecen prestar atención—. Estamos explotando la energía solar y muy pronto tendremos la eólica para las pequeñas empresas que pensamos construir. —Su trabajo y compromiso es admirable, señor Dawson —le adula mamá mientras veo cómo Enrico disimula una mueca de desagrado. Si algo bueno puedo sacar de esta situación es su cara de fastidio. Al parecer, las cosas no están marchando como él tenía planeado. Y es que mi madre podrá ser su amiga o apoyarle en sus tretas, pero no le pondrá el camino fácil. Aliarse con Cassandra Di Lauro es jugar con un arma de doble filo. —Ah,
Especial Adriano y Cassie Nuestro amor jamás tendrá un final. “Comenzamos con este Especial que hemos pedido para no alterar la línea temporal. Luego continuamos con nuestra pareja explosiva. Sin más, a disfrutar” *Adriano Di Lauro* Me considero a mí mismo un padre ejemplar, preparado para t
Capítulo cuarenta Resistencia y rendición *Stella Di Lauro* Por más que me desgasto la voz, es inútil. Enrico no me suelta, no me deja salir y pese a que se lleva unas buenas patadas, golpes y hasta arañazos, mantiene el agarre mientras me sube a un avión. Esto es demasiado. ¿A dónde leches piensa llevarme? ¿Cómo es posible que mi familia haya permitido semejante barbarie? —¿Puedes estarte tranquila, joder? —profiere fastidiado. —No voy a ir a ningún lado contigo —sigo en lo mío con mis protestas a la vez que él me ata a uno de los asientos—. ¡Suéltame! —Ya te dije que no tienes escapatoria —reitera—. El avión está a punto de despegar, así que deja de forcejear y resígnate. —¡Jamás! No te atrevas a encender esta máquina, Enrico Falconi —amenazo encrispada. Consciente de que todos mis esfuerzos son en vano— porque me tiro en paracaídas. —Veo que le has perdido el miedo a las alturas —pronuncia con mofa—. Deberías agraderme por ello. —Lo que haré será asesinarte con mis
Capítulo cuarenta y uno Hacer el amor en el aire Stella Di Lauro Su mirada recorre mi cuerpo completamente desnudo. Sus ojos, sedientos de placer, penetran cada parte de mi ser, como si pudieran ver más allá de mi deseo, de mi ansiedad y de mis emociones... Le veo morderse el labio inferior y de manera inconsciente hago lo mismo. Enrico no mintió cuando dijo que deseaba demostrarme cómo debía ser nuestra primera vez, puesto quese además de tomarse su tiempo, se siente muy diferente a nuestro encuentro en la cabaña. No sé si es porque ya no tengo miedo, porque ya sé lo que se siente tocar el cielo con las manos o simplemente porque, ahora más que nunca, soy consciente de que esto es mucho más que sexo y que después de veinticuatro horas, seguiremos juntos. Aunque todavía no hemos definido nuestra relación a ciencia cierta. Sin embargo, después de haberme perseguido hasta el cansancio, no creo que el play boy tenga intensiones de soltarme. —Acuéstate —dejo de divagar en mis pensa
Capítulo cuarenta y dos Una fantasía hecha realidad *Stella Di Lauro* Me mantengo dentro del auto sin muchas ganas de bajar. Reparo en mi apariencia y dejo ver una mueca de desaprobación. Estoy usando el mismo atuendo casual que escogí para la cena en casa, sin una gota de maquillaje y para colmo, la tela está un poco arrugada debido al forcejeo y luego al sexo. No luzco como una mujer muy decente que digamos. —¿Qué sucede? —Enrico se percata de mi reticencia. —No estoy presentable para entrar al teatro —pongo voz a mis pensamientos. —Yo te veo perfecta. —¿En serio? —cuestiono señalando mi atuendo con ambas cejas enarcadas—. Se supone que este es un sitio de etiqueta. Lo más probable es que el portero ni siquiera me deje entrar. —Yo lo soluciono, no te preocupes. —No voy a entrar así, Enrico —dejo claro—. Si vamos a ver a la compañía que estoy imaginando, el sitio estará lleno de gente. —Tengo un palco privado —anuncia—. No te verán. —Aún así... —¿Confías en mí,