Capítulo setenta y seisEl final de la conspiración*Stella Di Lauro*Papá permanece con la vista fija en la ventana al punto de arriesgarse a sufrir la peor de las tortícolis y yo por mi lado me cruzo de brazos al mismo tiempo que mi madre actúa de conciliadora entre los dos. —Me importa un rábano lo que haya hecho el uno o el otro —expone con su postura de Mujer de Acero más imperativa. Debo reconocer que así da un poco de miedo, pero de igual forma no puedo complacerla. En esta ocasión la pelota se encuentra del otro lado y mis están manos atadas—. No quiero escuchar quién empezó o quién ha traicionado a quién. Vais a arreglar esto como padre e hija que sois y lo vais a hacer ahora. —Conmigo no cuentes —salta papá de manera automática observándome de reojo. —No era una petición, Adriano Di Lauro —alega su esposa—. Deja de castigar a tu hija por algo que tú mismo habrías hecho de estar en su pellejo. —Yo jamás habría recurrido a... —¿En serio? —le corta ella con una ceja enarca
Capítulo setenta y sieteEl estafador estafado*Stella Di Lauro*—¡Salid de mi empresa ahora! —demanda el anciano mientras su cómplice luce como un pollito asustado. —¿Tu empresa? —es mi novio quién toma la palabra riendo a carcajadas—. ¿Qué te hace pensar semejante ridiculez? ¿De verdad creíste que te saldrías con la tuya? —el Falconi avanza envalentonado—. ¿Pensaste que podrías vencernos? —me incluye en la ecuación—. Mira a tu alrededor, mídete con tus adversarios para comprobar que no nos llegas ni a los talones. No eres más que un iluso y además de asco, me das pena. —¿Qué significa esto, Stella? —el sujeto indeseable posa sus ojos en mí con expresión asesina—. Si me has engañado... —¿Qué? —le desafío—. ¿Qué vas a hacer? —Tú me cediste las acciones... El documento habla por sí mismo y contra ello, no podéis hacer nada... —Ahí está el problema —le interrumpo dibujando una lenta sonrisa—. No pude habértelas cedido, porque para empezar, no eran mías. —¿Pero qué clase de treta e
Capítulo setenta y ochoHacer el tonto*Enrico Falconi*La desesperación corre por mis venas, junto a la angustia, la histeria, el miedo... Ella Di Lauro y yo somos uno y su sufrimiento se convierte en mío. El camino al hospital se me hace interminable entre los gritos de mi princesa, los cuales se mezclan con los de su madre y los gruñidos de Adriano dándole caña al chofer para que suba la velocidad del coche. Trato de calmarla, pero la tarea resulta imposible cuando comienza a sangrar de la nada. El día en que ella me contó lo sucedido mientras yo estaba en coma, pensé que jamás en mi vida podría sentirme más inepto e impotente. Sin embargo, aquí estoy, experimentando los mismos sentimientos, pero con una intensidad mucho mayor, como nunca llegué a pensar que sentiría. Sus chillidos adoloridos mezclados con la confusión me matan y no puedo hacer otra cosa sino llenarla de besos y acunarla entre mis brazos. En la entrada de emergencias ya Rossi nos espera junto con... creo que s
Capítulo setenta y nueveAngustia e incertidumbre*Enrico Falconi*El último punto es dado y por fin dejo escapar un resoplido. Cuando al doctor Rossi le arruinan sus obras de arte tiene más mala leche que el propio Adriano Di Lauro. —Ya está —informa terminando de vendar—. Trata de no meterte en tiroteos o cabrear a tu suegro en lo que esos puntos cierran bien. —Tu bromita de mal gusto no le ha hecho gracia a nadie —señalo con peor humor que él mismo—. ¿Puedo ahora ver a mi mujer? Resulta que los energúmenos que me rodean e incluso la propia Cassie me han impedido ver a Ella hasta que me cure la herida. —Vamos —termina diciendo tras mascullar algo ininteligible—. La han sedado —anuncia en tanto caminamos— y como ya ha dicho la ginecóloga, tienes que ser tú la voz de la calma entre los dos. ¿Calmado? En estos momentos creo que ni un somnífero para caballos me calmaría. No solo acabo de descubrir que mi novia está embarazada, sino que corre el riesgo de perder al bebé y... ¡ella
1/3Capítulo ochentaEl centro de mi mundo*Stella Di Lauro*¿Embarazada? «No, imposible»De ser así yo lo sabría, ¡me habría dado cuenta! No puedo ser tan estúpida.Soy una mujer, hija de una doctora y he visto a mi madre embarazarse cuatro veces, no puedo estarlo. Definitivamente no.—Es una broma, ¿cierto? —pregunto para nadie en específico. Simplemente es una especie de plegaria al cielo, porque esto no puede jodidamente ser.Cuando mi novio niega con la cabeza una sensación de que mi mundo se sacude ante mis ojos me estremece de pies a cabeza. Estiro una mano buscando la suya y enseguida me la devuelve. Cuando nos tocamos es como estar anclados a la felicidad y la seguridad. Las cosas dejan de asustarme y siento que es la pieza del puzzle que me faltaba por encajar.Eso provoca en mí un toque de Enrico Falconi.—Estás embarazada, Ella y ninguno de nosotros se dio cuenta. «Embarazada», la palabra sigue rondando en mi cabeza y me revuelve hasta los intestinos. —Pero... —no hal
2/3Capítulo ochenta y unoEl bebé escondido*Stella Di Lauro*Los segundos parecen convertirse en minutos, los minutos en horas y las horas e día. Enrico Falconi ha recurrido a infinidad de recursos para seducirme, conquistarme y ganarse mi amor. Sin embargo, ninguna de sus tretas o sus palabras pueden superar la declaración que acaba de hacer. Además de romántico, ha sido muy... verdadero. —Un discurso muy convincente, señor Falconi —consigo pronunciar no tengo idea de cuánto tiempo después—. Tendré que esperar a salir de aquí para hacer las maletas. —¿Eso es un sí? —pregunta tan perplejo que parece ver monos voladores a su alrededor. —Bueno, creo que he sido bastante clara —repongo con marcado sarcasmo—. ¿Falconi? —chasqueo los dedos frente a sus ojos al no obtener reacción de su parte—. ¿Pero quién leches eres tú? —cuestiono enfurruñada—. Por favor, quitad este memo de mi vista y traedme de vuelta a mi novio descarado. —¿Te vienes conmigo? Asiento con la cabeza para reafir
Capítulo ochenta y dos (Final) Me completas*Stella Di Lauro*Resoplo por enésima vez, sintiéndome como una estúpida aquí sentada en el sofá del salón principal de la casa, mientras mi padre y mi novio caminan toda el perímetro peleando. Donde uno quita algo, el otro la pone y hasta por un puñetero cenicero discuten. ¡Un cenicero! Lo peor de todo es que ninguno de los dos fuma. —Nos vas a abrir un jodido hueco en mi pared, Falconi —advierte el Magante de Acero. —O me dejas quitar tus horrendas pinturas, si es que así se les puede llamar —contraataca el otro—, o te lleno la casa de agujeros, Di Lauro. —¡Atrévete! El desafío parece incentivar más a mi chico, quien se apresura a encender el motor del taladro. —Me importa un rábano tu cara asesina —le señala—, voy a poner mis fotografías y las de mis padres quieras o no. —¡Búscate una casa en la que mandar, porque esta es mía! —mi progenitor explota rabioso. —¡Ya la tenía! —su yerno no se echa atrás—. Estaba muy tranquilo en mi á
Epílogo Primera ParteEl fin del mundo*Stella Di Lauro*Los días van pasando y cada vez estamos más aclimatados al nuevo entorno. Mamá tiene fecha de parto para dentro de tres días mientras que a mí todavía me falta un mes.Un mes... solo cuatro semanas para sostener a mi hija en brazos. Mi casa, esa que un día fue fría y vacía, hoy más que nunca se encuentra llena de vida y de nuevos integrantes por venir.Por eso mi madre, quien hace más de cinco semanas ha dejado la vida laboral dado su avanzado estado, ha decidido hacer un baby shower conjunto. La decoración le ha quedado de diez y el numeroso equipo de trabajo contratado se mueve con una eficiencia impresionante. Esta augura ser una fiesta perfecta..., siempre y cuando mi padre no se mosquee, puesto que no sabe nada. Cuando se entere de que mientras él está en la oficina, su mujer anda llenando la casa de globos de colores en los que identifican el sexo de ambos bebés, lo más seguro es que se cruce de brazos enfurruñado para